Capítulo 16 Pulso Negro

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Tiempo después, Hidan emergió de las profundidades de la prisión. La noche había caído ya con fuerza y la oscuridad lo envolvía bajo su manto. El joven no se había dado cuenta de cuántas horas había pasado frente a esa celda sombría, conversando con Saya, pero ahora, bajo el cielo estrellado, el aire fresco le golpeaba el rostro y lo obligaba a enfrentarse a las palabras que ella le había confiado. Habían acordado que él regresaría en una hora y eso es lo que haría.

Mientras caminaba por el sendero, las estrellas eran su única guía, y las lejanas antorchas del asentamiento de Plumas apenas arrojaban un débil resplandor a lo lejos. Los árboles que flanqueaban el camino se erguían como sombras vigilantes, y en la penumbra, los ojos amarillos de las criaturas lo observaban desde la espesura. Aunque avanzaba por el mismo camino que había recorrido antes, su mente estaba perdida en pensamientos profundos, abrumada por lo que estaba a punto de hacer y por las peligrosas consecuencias que podría desencadenar, y no era para menos, pues las palabras de Saya resonaban en su cabeza sin parar, tan nítidas como si acabara de oírlas:

Hay una forma en la que puedes hacerte mucho más fuerte de lo que eres ahora. – había dicho la joven. – Si lo logras, tendrás la fuerza y el poder de un Hijo del Rey.

Esa promesa de poder era tentadora, pero también aterradora. Hidan sabía que obtener un poder semejante no sería fácil y que el riesgo sería enorme, y la advertencia que había arrojado Saya después solo lo había confirmado:

Pero si fallas, morirás.

Hidan suspiró. La muerte había sido su compañera constante desde que había dejado Özestan, siguiéndolo como una sombra, acechándolo en cada paso, pero ahora se daba cuenta de que, en realidad, él había estado buscándola, desafiándola con cada decisión que había tomado. Después de todo, el camino que había elegido era peligroso, y cada vez estaba más cerca de un punto sin retorno.

De repente, un ruido de ramas rotas lo sacó de sus pensamientos e instintivamente, su mano se cerró en torno a la empuñadura de Mordaz. Blandiéndola con rapidez, apuntaba al cuello de Graown antes de darse cuenta de quién estaba frente a él, y al reconocer al grifo, Hidan bajó la espada, ocultando su desconcierto detrás de una expresión severa.

– Parece que tu entrenamiento ha dado sus frutos. – comentó Graown, con esa mirada astuta que le era tan característica.

– ¿Qué haces aquí? – preguntó Hidan, con un tono que ocultaba su sorpresa.

– Solo caminaba bajo el cielo estrellado. – respondió el pájaro, aunque el tono de su voz delataba que había algo más detrás de su presencia, muy posiblemente, el deseo de interrogarlo.

– No sabe mentir. – murmuró Mordaz en la mente de Hidan, una observación que el joven repitió esta vez dirigiéndose al grifo, para continuar su camino después, sin darle más importancia a la presencia de Graown.

Pero la criatura de magia ancestral decidió seguirlo, preocupado por lo que podía haber ocurrido en su ausencia.

– ¿De qué habéis hablado? – preguntó finalmente Graown, incapaz de contener su curiosidad.

Hidan se detuvo, y por un momento, sus ojos se encontraron con los del que había sido su segundo maestro. Sabía perfectamente a qué se refería, pero no estaba dispuesto a revelarle nada. Lo que había acordado con Saya era algo que debía permanecer en secreto.

– De nada. – dijo Hidan, quien al contrario que el grifo, sí sabía mentir. – No ha dicho ni una palabra.

Graown lo miró con escepticismo, pero no insistió, y ambos retomaron el camino de vuelta al asentamiento, en silencio, cada uno inmerso en sus propios pensamientos. Cuando llegaron a Plumas, encontraron a la comunidad reunida en la rotonda central, celebrando con música, comida y baile. Era la segunda noche consecutiva de festejos, y todo el mundo parecía estar de buen humor. Hidan observó desde la distancia, notando los rostros familiares de Elric, Nora, Shina, Coga, y esta vez, Tracia. Los cinco estaban sentados en el mismo lugar que la noche anterior, y aunque había un hueco libre al lado de Elric, claramente reservado para Graown, y otro vacío junto a Tracia, Hidan no tenía intención de unirse a ellos. Con un velo de tristeza en su mirada, observó todo lo que había a su alrededor, consciente de que el motivo de esta celebración era la captura de Saya. No podía culparlos por estar contentos; para ellos, la captura de un demonio era una victoria importante, pero Hidan no se sentía cómodo con la idea de unirse a la fiesta, especialmente sabiendo que tendría que compartir mesa con la guerrera rubia. La idea de soportar su mirada gélida y su actitud desafiante no le resultaba atractiva en absoluto.

El Cazador de demonios (libro I) La Montaña ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora