Las horas de oscuridad pasaron en una calma tensa mientras el viento levantaba la arena fuera de la cueva. Todos descansaban, pero con un ojo abierto, alerta ante la posibilidad de que las mantícoras regresaran o, peor aún, que Ruu despertara. Hidan, en particular, estaba más preocupado por el chiquillo que por cualquier enemigo, pues durante la noche, lo había observado sudar, aferrarse a la manta, moverse inquieto y murmurar palabras sueltas en sueños.
"Iré yo..."
"Escóndete..."
La curiosidad del joven Cazador crecía con cada balbuceo, queriendo saber qué pesadilla atormentaba al niño, pero sobre todo, deseaba que Ruu despertara pronto para poder hablar con él, y de manera irónica, esos pensamientos le recordaron un momento similar en su vida, cuando conoció a Shina en la aldea de Kirkas. Con las primeras luces del amanecer, Ruu se despertó de golpe, sujetándose la cabeza mientras hacía un gesto de malestar. Miró a su alrededor, desorientado, y vio a Graown caminar en círculos frente a la entrada de la pequeña cavidad, a Saya durmiendo a su izquierda y a Hidan mirándolo fijamente.
– ¿Te sientes bien? – preguntó el muchacho de cabello castaño, esbozando una sonrisa para tranquilizar al niño.
Ruu no respondió, limitándose a observar a Hidan de arriba abajo hasta que sus ojos se posaron en Mordaz, colgada en el cinto de Hidan, y en la Máscara del demonio Ratón a su lado. Al verla, Ruu retrocedió asustado, chocando contra la pared de roca mientras sus ojos se llenaban de terror. Parecía que con solo mirar la máscara, el miedo lo invadía por completo.
– No tienes que preocuparte por ella. – le aseguró Hidan, tomando la máscara en su mano para mostrársela a Ruu. – ¿Ves? Está rota... El demonio Ratón ya no tiene poder sobre ti.
Tras dudar por un momento, el niño se atrevió a tomar la máscara con manos temblorosas, observándola fijamente. Poco a poco, su respiración se calmó, haciendo de esos segundos de transición un lapso de tiempo eterno.
– Creo... que debo darte las gracias. – dijo finalmente.
– No hay porqué darlas. – respondió Hidan, comprensivo.
– Pues yo creo que sí. – intervino Graown, quien había notado que el pequeño ya estaba despierto. – Después de todo, fuiste tú quien lo liberó del sello de la máscara.
– No mientas, Graown. – negó Hidan con la cabeza. – Fue Saya, ella lo liberó, ¿verdad?
– ¿Saya? – preguntó Ruu, girándose para ver a la joven que ya estaba despierta, asintiendo a las palabras de Hidan.
– Me alegra que estés bien, Ruu. – dijo ella, sin poder ocultar la felicidad que sentía.
– Tú eres... la Serpiente Traidora. – tartamudeó el niño de ojos verdes.
La sonrisa de Saya desapareció, y bajó la cabeza. No esperaba que Ruu reaccionara así hacia ella tras despertar. Pero entonces, sintió unas pequeñas manos tomando las suyas y miró sorprendida al chiquillo, quien la observaba con seriedad.
– Gracias por acabar con el demonio Ratón. – dijo él, agachando la cabeza en señal de agradecimiento. – Muchas gracias.
Saya no supo qué decir al principio, pero tras unos segundos, sonrió y acarició suavemente el cabello blanco de Ruu.
– Ahora que eres tú mismo, eres libre... Libre para hacer lo que quieras, libre para volver a casa. – dijo la joven, aunque su pecho se estremeció al darse cuenta de lo que acababa de decir. Ruu era solo un niño, y ahora que había sido liberado del control de la máscara, tenía derecho a regresar a su antigua vida... pero la realidad era que ningún pueblo o aldea se salvaba de los ataques de los demonios, sin importar si sacrificaban a un niño o no.
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El Cazador de demonios (libro I) La Montaña Prohibida
Fantasia*GANADOR DEL PRIMER PUESTO EN LOS DreamersAwards2016 y en los PremiosGemasPerdidas2016 en la categoría ACCIÓN/AVENTURA [De un inicio cliché puede nacer una historia y un mundo completamente diferentes. Irrepetibles. Nuevos.] • • • • • • Durante...