Saya se deslizó sigilosamente entre las sombras de Thalassa, siguiendo la sutil corriente de poder demoníaco que emanaba de Hidan después de haber asimilado el Pulso Negro. La presencia, tenue pero palpable para cualquier demonio que estuviera lo suficientemente cerca, la condujo a través del laberinto de pasarelas y casas de bambú que componían el vasto asentamiento de la caverna. A diferencia de Plumas, el santuario escondido ofrecía un espacio más extenso, por lo que cada miembro de las comitivas se alojaba en una residencia propia. Al llegar a la casa que le había sido asignada a Hidan, la cobra encontró una ventana abierta y se adentró en el interior a hurtadillas. El joven de cabello castaño la estaba esperando, sentado sobre un lecho de paja que, a pesar de su apariencia rudimentaria, ofrecía comodidad. La casa no tenía mucho más mobiliario; tan solo una mesa sobre la que había dejado a Mordaz y un biombo decorativo, cuyo diseño evocaba las olas del mar. La luz de una vela sobre la mesa completaba la habitación, creando un ambiente de inquietante calma.
Al ver a Saya entrar, Hidan se levantó de un salto y se acercó rápidamente a la ventana, se asomó para asegurarse de que no había curiosos, y luego la cerró con un leve crujido, sellando el lugar de cualquier escucha indiscreta.
– ¿Has descubierto algo? – preguntó al instante. Su voz estaba cargada de expectación mientras su mirada se centraba en la figura serpenteante de Saya.
Ella lo miró fijamente, revelando en su expresión ofidia la gravedad de la información que había recopilado.
– Sí, he descubierto algo importante. – respondió.
La conversación que acababa de escuchar en el Gran Salón le había dejado una sensación amarga, y lo mismo le sucedió a Hidan cuando la mestiza le reveló el contenido de lo que se había tratado en aquella reunión. Una sensación de profunda tristeza se mezclaba con el dolor y la pérdida, con la rabia, y sin embargo, había algo más, el detalle perturbador que había alarmado profundamente a la serpiente.
– Si Tantai fue capaz de llegar hasta la Orden del Sol, aquí tampoco estamos seguros. – aseveró Saya.
Hidan la miró con unos ojos llenos de temor y de una pena que aún no lograba disiparse tras haber escuchado el relato devastador de la caída de la Orden de Tomma. Su mente estaba abrumada por la incertidumbre y la advertencia de Saya solo añadía más intensidad a su angustia.
– ¿Por qué? – cuestionó.
– Piénsalo. – demandó la cobra con urgencia. – Si pudo seguir el rastro de Roran hasta los Pozos del Sol, ¿quién nos asegura que no ha podido seguirlo hasta Thalassa?
Las palabras de Saya cayeron como una sombra sobre Hidan, pues la idea de que el peligro pudiera haber sido trasladado a su refugio actual, un lugar que hasta entonces generaciones enteras de Cazadores habían considerado seguro, era escalofriante. El miedo comenzó a calar en su interior pero de repente, en medio de la tormenta, algo en él encontró serenidad.
– Saya, eso es imposible. – dijo Hidan. – Entre la Bahía Petram y el Desierto de Kattia hay una distancia tremenda... Roran ha necesitado tres meses para llegar hasta aquí. Si Tantai hubiera intentado interceptarlo, ya lo habría atrapado.
Pero la serpiente, con una expresión de desesperación, le miró fijamente. Sus ojos amarillos brillaban con pavor.
– Hidan, hazme caso, no sabes cómo piensa. – le advirtió. – Tantai es un lobo, y como cualquier lobo, disfruta acechando a su presa. Puede que lo haya seguido con la intención de observar si Roran pedía ayuda a otra Orden. Y... – su mirada se endureció. –... ¿no es este lugar, donde se reúnen los líderes de las Órdenes, un objetivo más tentador que el emplazamiento secreto de una sola?
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El Cazador de demonios (libro I) La Montaña Prohibida
Fantasia*GANADOR DEL PRIMER PUESTO EN LOS DreamersAwards2016 y en los PremiosGemasPerdidas2016 en la categoría ACCIÓN/AVENTURA [De un inicio cliché puede nacer una historia y un mundo completamente diferentes. Irrepetibles. Nuevos.] • • • • • • Durante...