Desde la cumbre de la Montaña Prohibida, la luz estalló en un espectáculo indescriptible, bañando el paisaje con una belleza que superaba cualquier visión mortal. Mientras la luminiscencia se disipaba, y los gritos de júbilo de los antiguos esclavos de Fodies resonaban en la distancia, Hidan, Saya y Graown observaban, atónitos, la transformación del mundo a sus pies. Donde antes se extendía el estéril desierto de los Yermos de Vreig, la vida comenzaba a brotar de manera milagrosa. Lo que había sido un páramo de arena y roca se transformaba ante sus ojos en una vasta llanura verde, cubierta por una alfombra de hierba que crecía a una velocidad sobrenatural. A lo lejos, la foresta se levantaba, y poderosos árboles frutales, pinos, encinas y robles emergían de la tierra, creciendo hasta alcanzar alturas imponentes en cuestión de segundos. Flores de vivos colores, arbustos y setos llenaban el paisaje, completando el cuadro de un renacimiento natural. El sonido del agua empezó también a llenar el aire, y poco después, la lluvia comenzó a caer, como si el cielo mismo respondiera al llamado de una tierra sedienta, ofreciendo su bendición en forma de gotas purificadoras.
– Quizá, este era el regalo del que hablaba... – murmuró Hidan, con la voz llevada por el viento.
– Esto es... increíble. – dijo Graown, con sus ambarinas fijas en el milagroso vergel que se desplegaba ante sus ojos.
La lluvia torrencial que caía sobre ellos no tenía importancia. Solo importaba el asombro y el privilegio de ser testigos del que sería el penúltimo milagro del día.Fue entonces cuando el grifo, hipnotizado por la transformación del terreno, desvió finalmente su mirada hacia Hidan y Saya. Al ver que los dos seguían de la mano, una tos deliberada escapó de su pico, rompiendo el encanto del momento.
– Que Lumia y las estrellas os hayan dado su bendición no significa que yo haya hecho lo mismo. – dijo con una gravedad fingida.
Hidan giró para mirarlo y se sorprendió al ver una amplia sonrisa en el rostro del grifo. El tono de Graown no requería más palabras, pues la criatura de magia ancestral había terminado por reconocer que ni siquiera los poderes que regían las Tierras Mortales serían capaces de separarlos.
– Tan aguafiestas como siempre, no has cambiado nada, viejo amigo. – resonó entonces una voz, penetrando en sus mentes como si del susurro del viento se tratase.
Saya, alarmada, miró a su alrededor en busca de la fuente de aquella voz, pero Hidan la calmó con un suave gesto. Confusa, la joven de cabellos negros notó la sonrisa que se formaba en los labios de Hidan mientras él miraba hacia el cielo. Cuando ella quiso preguntar a Graown, descubrió que él también sonreía, con el pico ligeramente abierto mientras sus ojos escudriñando atónitos el firmamento. Finalmente, Saya levantó la vista y, como los otros dos, quedó maravillada al ver figuras humanas envueltas en un halo espectral, descendiendo entre la lluvia.
Habitantes del Otro Mundo
La mestiza cerró los ojos y los volvió a abrir, esperando que las siluetas se desvanecieran, pero en lugar de eso, los espíritus se acercaban lentamente hacia ellos. Saya, aún sin comprender del todo lo que estaba sucediendo, aceptó sin remedio su papel de espectadora al tiempo que las figuras etéreas aterrizaron suavemente frente a los tres compañeros, y la luz que los rodeaba comenzó a menguar. Desde el principio, Hidan y Graown sabían de quién era esa voz, pero eso no significaba que la escena que estaban presenciado perdiera en absoluto su valor.
– ¡Hermano! – gritó entonces una de las tres figuras, la más pequeña, lanzándose a los brazos de Hidan con una alegría desbordante.
Saya se quedó paralizada, incapaz de procesar lo que veía mientras Hidan, derrumbado en el suelo por el impacto del abrazo, apenas pudo pronunciar su nombre.
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El Cazador de demonios (libro I) La Montaña Prohibida
Fantasía*GANADOR DEL PRIMER PUESTO EN LOS DreamersAwards2016 y en los PremiosGemasPerdidas2016 en la categoría ACCIÓN/AVENTURA [De un inicio cliché puede nacer una historia y un mundo completamente diferentes. Irrepetibles. Nuevos.] • • • • • • Durante...