Capítulo 50 Ocaso y amanecer

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La declaración de Halla dejó a los tres recién llegados en un silencio sorprendido, como si el mismo aire se hubiese vuelto pesado y espeso. El ambiente en la gran plaza estaba cargado de una tensión que parecía asfixiar a todos los presentes mientras Ruu, con los ojos llenos de esperanza, alzaba la vista para ver a sus compañeros de regreso, pero algo en Hidan capturó su atención de inmediato. El aspecto del joven había cambiado drásticamente: su cabello y ojos, antes uniformes, ahora mostraban un extraño contraste de colores, divididos entre el azul y el cobrizo.

– Idiota... – murmuró el niño, comprendiendo de inmediato la razón detrás de aquel cambio, pero sin poder reprimir una pequeña sonrisa que asomaba en sus labios.

Sin embargo, Glaciem malinterpretó aquel gesto, tomándolo como un insulto dirigido a él, y sin dudarlo, volvió a apuntar su espada de hielo directamente al cuello de Ruu.

– ¿Crees que estás en posición de decir eso, Hijo del Rey? – espetó el elfo con un desdén helado en su voz.

De nuevo, la plaza quedó en suspenso, todos conteniendo la respiración, incapaces de moverse, atrapados por la mirada gélida y amenazante de Glaciem. Fue entonces cuando Hidan y Saya, percatándose del peligro inminente, reaccionaron. Desde el momento en que habían liberado al elfo, sabían que éste albergaba un odio profundo hacia Ruu y que, si no lo detenían, se cobraría su venganza en ese mismo instante. Sin embargo, Graown se adelantó a ambos, batiendo sus alas con un movimiento tan rápido que desvió la atención de Glaciem el tiempo suficiente para colocarse junto a Halla entre el elfo y el niño, escudando a Ruu con sus poderosas alas. El elfo chasqueó la lengua con irritación al ver el resplandor furioso en los ojos ámbar del grifo y su frustración creció al escuchar los pasos acelerados de Hidan y Saya acercándose a su posición. En un abrir y cerrar de ojos, los cuatro formaron un improvisado escudo, protegiendo al demonio ratón de la siniestra mirada de Glaciem.

– Veo que aún seguís con vida. – comentó el elfo de hielo, recorriendo con la mirada a los cuatro protectores, pero centrándose en los tres recién llegados. – Tu apariencia es... peculiar, humano. Me pregunto si será por el poder que se liberó en la cumbre de la montaña... – aventuró, con un tono que parecía al mismo tiempo genuino y malicioso, buscando sembrar dudas entre los observadores. – La suerte ha estado de vuestro lado. – prosiguió. – Ni yo mismo creí que saldríais victoriosos cuando os dejé en las minas. Pero después de haber logrado lo imposible, ¿de verdad vais a desperdiciar vuestras vidas protegiendo a este asesino?

Aquella última frase hizo que Hidan se tensara por completo. ¿Asesino? No, Ruu no era un asesino. Era una víctima, igual que todos los demás, un peón manipulado por los demonios que habían corrompido todo a su alrededor desde la Montaña Prohibida.

– Si él es un asesino, entonces yo también lo soy. – declaró Saya con firmeza, y sin un atisbo de duda, invocó la Máscara de la Serpiente, cubriendo su rostro con el símbolo que la marcaba como una Hija del Rey..

El murmullo que siguió a su declaración fue inevitable. Muchos de los presentes ya conocían la identidad de Saya, pero los tres elfos, ignorantes de esa verdad, se quedaron perplejos ante la revelación, y aunque el rostro de Glaciem permaneció imperturbable, en lo profundo de sus ojos azules comenzó a brillar la furia. Cuando la había visto en las minas, pensó que sus ojos inusuales eran un signo de que era una bruja, una de esas humanas con poderes inferiores, una mera imitación de la magia de los elfos... pero aquella máscara lo cambiaba todo, y ahora, sus sospechas se afianzaban, especialmente al observar a Hidan, cuyo cambio de apariencia no era propio de un simple humano. Sin más preámbulos, Glaciem dirigió su espada hacia Saya, amenazándola con la punta de la hoja de hielo sobre la parte de la máscara que cubría sus cejas. Sin embargo, Saya no se inmutó, sosteniendo la mirada del elfo con un desafío silencioso.

El Cazador de demonios (libro I) La Montaña ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora