Nada más dar la vuelta, una explosión estremeció la entrada de la Cueva de Mönrras, llenando el aire con un rugido ensordecedor. Hidan se giró con rapidez, pero solo pudo atisbar una nube de polvo y escombros que caían en cascada, sellando la entrada con un manto de rocas y tierra.
– ¡Corre! – gritó Graown con urgencia.
Instintivamente, Hidan obedeció y descendió a toda prisa por la cuesta, alcanzando a sus compañeros. Aunque la barrera invisible había frenado a los demonios, las rocas sí caían una tras otra sin piedad, amenazando con aplastarlos si no lograban ponerse a salvo a tiempo. Finalmente, al llegar al pie de la rampa, las rocas se detuvieron y el temblor se desvaneció lentamente. ¿Qué había causado aquella explosión? ¿Un intento desesperado de los demonios por seguirlos? No... Era evidente que los propios demonios habían sido arrastrados o sepultados por el colapso.
¿Qué lo había causado entonces?
El silencio que envolvió el lugar fue su única respuesta. Hidan respiraba con dificultad mientras Shina y Graown también se recuperaban en el suelo. La oscuridad era casi total, salvo por la tenue luz que emanaba de la entrada semi sepultada, proyectando un débil resplandor en la penumbra.
– ¿Estáis bien? – preguntó Hidan con la voz entrecortada.
– He estado mejor. – respondió Graown, con su habitual carácter imperturbable.
Hidan sonrió a pesar del cansancio y de los arañazos y cortes que cubrían sus brazos y piernas, aliviado porque el grifo siguiera mostrando su humor característico y un espíritu inquebrantable.
– ¿Cómo tienes esa herida? – preguntó al ave.
– No es nada... Un ala rota no nos impedirá seguir avanzando, igual que tampoco lo hizo contigo tu pierna. – dijo Graown, tratando de levantarse.
Las patas le temblaban, sostenidas únicamente por su gran fuerza de voluntad, pero a pesar del dolor y la debilidad, no quería ser una carga para sus jóvenes acompañantes. Sin embargo, Shina se apresuró a deshacer el hatillo que cargaba y sacó de él un par de telas limpias. Hidan entendió rápidamente qué es lo que quería hacer la niña y entre ambos vendaron al grifo herido. Graown se resistió al principio, pero al final tuvo que ceder ante la insistencia de los ojos de Shina, la cual aseguró que no daría un paso más si no se dejaba tratar. Sin duda, era una niña muy fuerte, capaz de soportar el horror y el miedo con una entereza mayor que la de muchos adultos.
Mientras asistían a la criatura, las palabras del grifo hicieron que Hidan se detuviera a reflexionar por un momento. Su pierna había estado soportando el peso del combate sin que se convirtiera en una carga significativa, y aunque ésta aún no se había curado completamente, sí había sido capaz de moverse con una destreza sorprendente, casi como si fuera un espadachín experimentado, grácil y curtido en el combate. ¿Podría ser que la Piedra de la Luz también poseyera la capacidad de sanar? Hidan se preguntó si el poder que sentía en su interior no solo aumentaba su fuerza y agilidad, sino que también facilitaba una regeneración acelerada de sus heridas.
– Será mejor que nos movamos cuanto antes. – apremió Graown cuando el vendaje estuvo terminado, haciendo un colosal esfuerzo por mantenerse en pie. – Solo espero que la barrera aguante.
– ¿Qué es esa barrera? – preguntó Shina, confundida.
– Es una barrera invisible de protección. – respondió el ave. – Impide a todos los demonios entrar en la cueva.
– ¿Y por qué hay una barrera así en medio de un nido de demonios? – terció Hidan, sintiendo cómo su curiosidad se incrementaba a cada segundo por la extrañeza de la situación.
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El Cazador de demonios (libro I) La Montaña Prohibida
Fantasia*GANADOR DEL PRIMER PUESTO EN LOS DreamersAwards2016 y en los PremiosGemasPerdidas2016 en la categoría ACCIÓN/AVENTURA [De un inicio cliché puede nacer una historia y un mundo completamente diferentes. Irrepetibles. Nuevos.] • • • • • • Durante...