El sol ya estaba alto cuando una voz femenina sacó a Hidan de su letargo. Él despertó lentamente, sintiendo cómo sus articulaciones se quejaban después de haber pasado la noche recostado sobre la rama del viejo roble. Al bajar la mirada, encontró a una mujer rubia de mediana edad, con un vestido malva que la hacía destacar entre los tonos verdes del entorno, aunque lo más destacable en ella, además de su cabellera dorada, eran sus ojos azules. Gracias a ello pudo reconocerla vagamente, pues la había visto la noche anterior, sentada junto a Elric.
– ¡Venga, Hidan! – lo llamó de nuevo con una sonrisa. – ¡Es hora de desayunar! Te esperan en el campo de entrenamiento.
Hidan se espabiló de inmediato al escuchar que le aguardaba el entrenamiento, por lo que con agilidad, bajó de la rama y aterrizó en el suelo limpiamente. Su mente aún adormilada procesó las palabras de la mujer, deduciendo que ella debía de ser la madre de Coga y la esposa de Elric.
– Ayer... No nos presentaron... – murmuró el muchacho con algo de timidez, colocándose al lado de la mujer para emprender el camino hasta la casa del líder.
– Tienes toda la razón – respondió ella, regalándole una sonrisa amable. – Soy Nora, tu tía.
El joven asintió, aunque su mente seguía trabajando en otra cuestión.
– Y... ¿Eres una Sininen? – preguntó, sin poder contener su curiosidad.
Nora le devolvió la mirada, de cierta forma asombrada, curvando sus labios en una sutil "O" antes de hablar.
– Me sorprende que sepas eso. – comentó, con un matiz de admiración en su voz. – Tu tío me ha dicho que naciste en una aldea perdida del sur de Mantra... Y allí no creo que haya nadie como yo.
– Graown me ha contado algunas cosas – se explicó Hidan rápidamente. – Me habló sobre las etnias humanas, dónde viven, qué les caracteriza...
Nora lo miró con interés, percibiendo las dudas del joven.
– ¿Por eso te extraña que yo esté aquí? – inquirió, adivinando los pensamientos de su sobrino.
Él asintió, recordando lo que el grifo le había contado sobre los Sininen, una etnia humana más perspicaz que las demás, y cuya estirpe habitaba en algún lugar de la Región de Ilis, en el norte.
– Hace siglos que el Valle de Plumas se convirtió en un punto de encuentro para muchos refugiados. – esclareció Nora. – Barauz, Sininen, Ahriq e incluso Dehyre. Todos aprendieron a convivir bajo la cúpula de protección. Era eso o morir bajo el yugo de los demonios en el exterior...
Hidan asintió de nuevo, reflexionando sobre las palabras de su tía. Si el resto de los humanos hubiera aprendido a convivir como lo habían hecho en el Valle de Plumas, quizá el sufrimiento y la persecución de personas como Elias no habrían sido tan intensos. Su mente vagó brevemente, imaginando un mundo donde la coexistencia fuera la norma, donde personas como Coga, parte Barauz, parte Sininen, o como Elric, cuyos ojos verde oliva revelaban un vestigio de ascendencia Dehyre, fueran la regla en lugar de la excepción. Aquel último detalle hizo que Hidan se percatara entonces de que al ser Hemn el hermano de sangre de Elric, esto le convertía a él mismo, inesperadamente, en un descendiente lejano de los Dehyre, uno que no había heredado ni el característico color de sus ojos, ni su fuerza singular, ni su cabello; pero sí su sangre.
• • •
Cuando llegaron a la cabaña de la familia de Elric, allí encontraron a Graown, a Shina y a su primo. Todos desayunaban entorno al hueco de la hoguera, donde se había dispuesto una olla de la cual se desprendía un intenso olor a gachas. Al verle, el veinteañero se levantó y lo miró, aliviado.
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El Cazador de demonios (libro I) La Montaña Prohibida
Fantastik*GANADOR DEL PRIMER PUESTO EN LOS DreamersAwards2016 y en los PremiosGemasPerdidas2016 en la categoría ACCIÓN/AVENTURA [De un inicio cliché puede nacer una historia y un mundo completamente diferentes. Irrepetibles. Nuevos.] • • • • • • Durante...