[\]VEINTIOCHO

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V E I N T I O C H O
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El sol de la tarde iluminaba suavemente el pequeño restaurante en el que García había insistido en que se reunieran

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El sol de la tarde iluminaba suavemente el pequeño restaurante en el que García había insistido en que se reunieran.

La cafetería, pequeña y acogedora, estaba casi vacía, y a pesar de que el bullicio del día seguía su curso en la ciudad, dentro de este lugar se respiraba la tranquilidad.

Mía se acomodó en la mesa, mirando el menú con la misma calma que siempre la caracterizaba. Pero hoy había algo diferente en el aire, algo que la mantenía inquieta.

García, como siempre, estaba en su elemento. Ella había llegado unos minutos antes y ya estaba en su modo "supermujer de colores brillantes", con su cabello rubio y suéter rojo brillante, junto a una sonrisa amplia en su rostro.

No podía evitar notar que su castaña amiga estaba menos animada que de costumbre.

A pesar de su actitud que mostraba aquel día, sabía que algo rondaba por la cabeza de su amiga, y tenía una idea de qué podría ser.

—Mía, ¿puedes ser un poco más obvia? —preguntó García, mientras daba un sorbo a su café. —Estás mirando el menú como si te fuera a cambiar la vida con una ensalada.

La italiana levantó la mirada, no sorprendida, pero sí ligeramente sonrojada. García la conocía demasiado bien o había aprendido demasiado rápido a leerla.

Siempre había sido tan directa y perspicaz, tan fácil de leer a pesar de que Mía se consideraba buena ocultando sus pensamientos.

Sin embargo, había algo en ella, algo cálido y directo, que siempre la había hecho sentir cómoda.

—No estoy eligiendo lo que quiero comer, Penny—contestó Mía, encogiéndose de hombros. —Simplemente no tengo hambre.

García arqueó una ceja, escaneando a la psicóloga como si fuera un libro abierto. La conocía lo suficiente para saber que la distancia que mantenía hoy no era solo por la comida.

Algo más estaba en juego. Algo que tenía que ver con Spencer, si tenía que adivinar.

—¿Es por él? —preguntó Penélope, sin rodeos, mientras dejaba el menú a un lado.

La de ojos chocolate la miró, claramente sorprendida por la pregunta directa de su amiga.

Durante mucho tiempo, había mantenido su relación con Spencer en la esfera de lo profesional, pero en los últimos días, y después del beso que él no sabe que existió, claro que algo había cambiado.

Había momentos en los que sentía que los dos compartían algo más, aunque aún no estaba lista para etiquetarlo.

—¿Él quién? —respondió Mía, buscando desviar la conversación, pero su tono no era para nada convincente.

Penélope sonrió con esa expresión traviesa que sabía desarmar a cualquiera.

—Vamos, chica maravilla. El chico con el que trabajas 24/7 y al que te ves mirándolo más de lo que probablemente quieras admitir —dijo, su tono parecía ser juguetón pero a su vez cargado de sinceridad.

Mía soltó una pequeña risa, pero no pudo evitar ruborizarse ligeramente. García siempre había tenido esa capacidad de ponerla en aprietos, pero hoy, quizás justo hoy esa pregunta tenía un peso diferente.

Su mirada se desvió hacia la ventana, como si esperara que la respuesta llegara desde algún lugar lejano.

—No sé si "él" es la palabra correcta —respondió finalmente, su tono se volvió algo más suave. —Es solo que... no sé cómo manejar esto. Hay algo entre nosotros, pero yo... no sé si estoy lista para eso.

García la observó en silencio, leyendo cada palabra no dicha en los ojos de su amiga. Sabía que Mía había tenido un pasado complicado, que las puertas de su corazón no se abrían fácilmente.

Pero también sabía que Spencer, con su mente brillante y su bondad, podía ser la persona que la joven necesitaba para sanar esas partes rotas.

—¿Sabes? —comenzó García, colocando sus manos sobre la mesa en un gesto serio. —Creo que tienes miedo. No solo de lo que sientes, sino de lo que eso podría significar. Pero, Mía, a veces las mejores cosas de la vida se dan cuando dejamos de tener miedo a lo que podemos perder.

La italiana la miró de nuevo, sorprendida por la sinceridad de Penélope, quien normalmente siempre se mostraba más entusiasta, al menos más que ahora.

Pero en ese momento, sus palabras eran como un bálsamo, un consejo con el que no esperaba encontrarse.

—Pero... ¿y si no es lo correcto? —Mía susurró, mirando hacia la mesa, sin saber muy bien cómo formular la siguiente pregunta. —¿Y si lo arruino?

Penny sonrió, de una manera que era difícil de describir, pero llena de esa comprensión que solo alguien como ella podía ofrecer.

—¿Has visto cómo Spencer te mira? —preguntó García con suavidad, Mía negó ligeramente —No es solo un amigo para ti, y tú no eres solo una colega o amiga para él. Lo sé, lo he visto en cómo actúa cuando estás cerca, lo he visto en su sonrisa cuando hablas. Y, créeme, si alguien te hace sentir más viva de lo que lo has estado en mucho tiempo, no dejes que el miedo te haga retroceder. Spencer podría ser lo mejor que te ha pasado.

Mía suspiró, mirando a su amiga por un largo momento. Parte de ella quería resistirse, seguir manteniendo su distancia emocional, pero las palabras de García calaron profundo, como si estuviera viendo algo que Mía misma aún no podía reconocer por completo.

No estaba lista para admitirlo, pero tal vez García tenía razón.

—¿Y tú qué sabes de eso? —preguntó Mía, intentando poner una sonrisa juguetona, pero sabiendo que su amiga había tocado una fibra sensible. —¿Estás escribiendo una novela romántica o algo así?

Penélope se rió con ligereza, feliz de ver que, aunque Mía intentaba desviar la conversación, no se había cerrado por completo.

—Tal vez un poco de ambas cosas —respondió la rubia con una sonrisa coqueta. —Pero más allá de eso, solo sé lo que veo. Y lo que veo es que tú y Spencer... bueno, tienen algo real. No dejes que el miedo te lo arrebate.

La castaña no respondió de inmediato. En lugar de eso, miró a su amiga y luego se dejó caer hacia atrás en su silla, sintiendo que tal vez, solo tal vez, aquella rubia estaba diciendo la verdad.

Estaba aterrada, sí, pero tal vez también lo estaba por las razones equivocadas.

—Gracias, Penny —dijo finalmente, su voz fue un poco más suave. —Tal vez tienes razón.

Entonces ahora sí el almuerzo de las dos chicas  pudo transcurrir con naturalidad, el asumir sus sentimientos por ella misma era una cosa.

Asumirlo frente a alguien más era algo completamente diferente, pero por más extraño que parezca no parecía incomodarle si no que sintió que finalmente podía quitarse el peso de una verdad de los hombros.



Nota al final del capítulo.
Volvemos a llorar brillitos, y a decir que las amistades de Mía me dan vida.

𝐄𝐥𝐲𝐬𝐢𝐚𝐧 - 𝐒𝐩𝐞𝐧𝐜𝐞𝐫 𝐑𝐞𝐢𝐝.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora