[\] CUARENTA Y TRES

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C U A R E N T A Y T R E S
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Aquel  dia el apartamento del genio estaba en silencio, al menos casi por completo

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Aquel  dia el apartamento del genio estaba en silencio, al menos casi por completo. Salvo por el sonido ligero de los autos, y el tic tac del reloj en la pared.

Mía estaba sentada en el sofá, su móvil estaba en la mesa de centro y la joven lo miraba como si fuera una bomba a punto de estallar mientras mordía una de sus uñas y movía ligeramente su pie sobre el suelo.

Habían sido tres llamadas que no había respondido, ya casi podía tener la melodía del vibrar y el sonido de su móvil en su cabeza sin escucharlo realmente.

Y algo le decía que no tardarían en llegar las otras.

La nueva llamada llegó entonces mientras se terminaba de preparar para el trabajo. Su teléfono sonó y vibro sobre la encimera de la cocina y al ver aquel número desconocido las náuseas llegaron a su estómago.

Dudó en contestar, pero finalmente deslizó el dedo por la pantalla.

—Hola, Ángel —aunque su voz sonaba suave no se perdia aquella pequeña pincelada de amenaza, que se dejaba entre ver.

La castaña trago saliva, en un intento de  controlar su respiracion, haciendo cuentas mentales, intentando de que su nerviosismo no le jugara en contra.

En primer lugar no sabia porque estaba tan nerviosa, quizas se debia a que aquella mañana se encontro sola en el apartamento, y ya estaba bastante acostumbrada a la seguridad que le transmitia cierto genio.

—¿Qué quieres?—sus dedos se apretaron contra el telefono, logrando mantener la calma.

Hubo un silencio breve, como si estuviera disfrutando de la  incomodidad que le generaba.

—Quiero que entiendas algo — de pronto su voz sonó más cerca, como si aquel dispositivo estuviera aún más dentro de su oído— si Spencer Reid no se aleja de ti, voy a encontrar una forma de hacerlo desaparecer. ¿Te imaginas verlo sin vida? ¿O mejor aún, escucharlo suplicar mientras le arrebato todo?

Mia sintió que sus piernas se debilitaban, y agradecía estar sentada en el sofá o de lo contrario habría caído de bruces. Cerró los ojos con fuerza, inspirando con fuerza para poder calmar su corazón.

—Eres un cobarde, ¿sabes? —logró decir, aunque su voz temblaba.

Aquel hombre, soltó una risa, una burla que logró sentir en cada centímetro de su piel.

—Llámame como quieras— se mofó— Al final, el miedo siempre gana, y yo sé que ya lo estás sintiendo.

Y así fue como llamada se cortó mucho antes de que pudiese responder si quiera. Y no quería admitirlo, pero comenzaba a meterse bajo su piel.



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La segunda llamada llegó mientras estaba en la oficina, intentando concentrarse en los informes del caso. Apenas vio el número, sintió que la sangre se le helaba.

𝐄𝐥𝐲𝐬𝐢𝐚𝐧 - 𝐒𝐩𝐞𝐧𝐜𝐞𝐫 𝐑𝐞𝐢𝐝.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora