#Elysian
-Bien, eso es una expresión más o menos ... Humana.
En donde Spencer Reid se encuentra en una extraña batalla de sarcasmo en la cual no sabe cómo entro.
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La mañana de la guapa italiana comenzó sin el genio en el apartamento, Spencer se había ido más temprano a la oficina, pero no sin antes de haber preparado el desayuno de la castaña.
La mujer se había preparado y estaba lista para tomar su desayuno cuando su móvil comenzó a vibrar, aquella luz parpadeante la hizo tensarse por completo.
Y aunque quizás debería de estar acostumbrada o estar por acostumbrarse a las llamadas, su corazón solo se aceleraba dentro de su pecho.
Deslizó el dedo por la imagen de la respuesta y con un suspiro salió su voz.
—¿Hola?— murmuró, aunque su voz no salió trasbillada, oía claramente como su corazón golpeaba en sus oídos.
—Buenos días Ángel— escucho la voz distorsionada del otro lado de la línea del teléfono—estuve esperando a que el Dr. Reid nos dejara para tener algo de privacidad.
Los ojos de la castaña observaron en dirección a la ventana, estaba más que claro que los estaba vigilando.
—Compartieron un momento muy dulce anoche ¿no?— A pesar de la distorsión en su voz logró percibir la molestia en él— Si realmente aprecias la vida de Spencer Reid te alejarás de él.
—No puedes prohibirme nada— Fue lo primero que salió de sus labios, apretando el móvil contra su oreja.
—¡Claro que puedo!— Alzó la voz— ¿Lo amas? ¿te gusta estar con él? Pues olvídate de eso Ángel o lo próximo que recibirás será la cabeza de su amado Dolcezza.
Entonces la llamada se cortó.
La psicóloga dejó el teléfono en la mesa, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, en un arrebato de ira sujetó arrojó el mismo aparato estampándolo contra la pared.
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En la UAC al menos logró distraer su mente al menos por un segundo, se había quedado sin móvil pero realmente no se preocupó en aquel momento.
Solo disfrutó de no tener que preocuparse por recibir una llamada, no después de la que había tenido en la mañana.
—¿Hay algo malo con tu móvil, princesa?— preguntó el moreno, apoyándose en el escritorio de su amiga— Te estuvimos llamando.
La castaña suspiró mientras se encogió de hombros y apartaba su mirada de la pila de archivos.
—No tengo uno — Le confesó— Al menos por ahora no.
