[\] CUARENTA Y OCHO

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C U A R E N T A Y O C H O
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Habían llegado casi corriendo a la UAC, aquella mañana por razones, poco correctas ambos se habían atrasado cosa que no fue e agrado para ninguno de los dos

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Habían llegado casi corriendo a la UAC, aquella mañana por razones, poco correctas ambos se habían atrasado cosa que no fue e agrado para ninguno de los dos.

Por eso mismo Spencer y Mia salieron juntos durante un breve receso, dirigiéndose a la pequeña cafetería cercana al edificio, esa que se había convertido en su refugio.

Buscando un poco de sabor para tanto como su café, como el de algunos encargos del resto del equipo.

Las paredes de la cafetería estaban cubiertas de fotografías antiguas, el aroma a café recién hecho llenaba el aire, y la barista habitual les sonrió al verlos entrar.

—El de siempre para ambos, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa.

—Sí, pero esta vez ponle más azúcar al mío. Lo voy a necesitar —respondió Mia con un tono ligeramente sugerente, mientras le lanzaba una mirada a Spencer.

—¿Más azúcar? —Reid arqueó una ceja —. Siempre dices que mucha dulzura arruina el café.

—¿Quién dijo que estoy hablando del café? —respondió con una sonrisa traviesa, provocando una leve risa de Spencer.

Ambos estaban relajados quizás demasiado, por completo ajenos a lo que estaba por venir.

Después de recoger sus pedidos, Spencer se ofreció a pagar mientras Mia salía al callejón lateral para tomar un poco de aire fresco.

Fue ahí cuando todo cambió.


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Se llevó el café a los labios para probar el primer sorbo mientras esperaba por Spencer, el dulce sabor la deleitó entonces.

Aquella mezcla de crema, caramelo y leche tibia inundó por completo sus papilas gustativas y se sintió tentada a cerrar los ojos.

Mia no vio ni escuchó nada antes de que un fuerte brazo rodeara su cintura y una fuerte mano tapará su boca evitando así el que pudiese gritar.

La castaña hizo lo primero que había entrenado con Morgan, por si algo así en algún momento llegase a pasar, un fuerte pisotón al pie de su atacante mientras con fuerza intentaba apartar la mano que sujetaba su boca.

Se dio un ligero aplauso mental cuando sintió que la persona que la sujetaba se tambaleó, cediendo un poco, aunque su felicidad no duró demasiado.

Y que un pañuelo empapado en cloroformo cubriera su nariz y boca tampoco ayudó. Intentó luchar, pero el efecto del químico fue más rápido.

La última imagen que tuvo antes de desmayarse fue el suelo del callejón y su café derramado.


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𝐄𝐥𝐲𝐬𝐢𝐚𝐧 - 𝐒𝐩𝐞𝐧𝐜𝐞𝐫 𝐑𝐞𝐢𝐝.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora