[\] TREINTA Y DOS

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T R E I N T A Y D O S
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La noche era tranquila en Quantico

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La noche era tranquila en Quantico. Las luces de la oficina de la UAC comenzaban a apagarse mientras los últimos miembros del equipo terminaban sus tareas y se preparaban para irse a casa.

Spencer Reid y la castaña italiana, Mia, eran dos de los últimos en quedar, como solía ser desde hace mucho tiempo.

Desde aquella cita en la que  Spencer había hablado sobre sus sentimientos, algo había cambiado entre ellos y ahora era más visible, pero ninguno se había atrevido a ponerlo en palabras.

Habían gestos, miradas, sonrisas y... esa cercanía que ahora parecía inevitable, aunque ambos trataban de mantener las cosas profesionales, al menos en la oficina.

—¡Ya está! —exclamó Mia, estirándose en su silla después de terminar de revisar un informe—. Si tengo que leer un perfil más sobre psicópatas con complejos de superioridad, juro que perderé la cabeza.

El genio , quien estaba sentado a su lado, sonrió mientras ordenaba sus papeles.

—Sabes que siempre puedes contar conmigo si necesitas una distracción. Podría hablarte sobre teoría cuántica o sobre cómo ciertos patrones lingüísticos reflejan traumas de la infancia... —respondió él con un brillo particular en los ojos.

La joven de  cabellos castaños rodó los ojos, sonriendo de forma juguetona.

—Oh, claro, Dolcezza — fue lo primero que le dijo, ya que el apodo que inició como un impulso terminó por convertirse completamente en algo de ellos— Porque no hay nada más relajante que analizar la lingüística del trauma infantil después de un largo día de analizar a asesinos en serie.

Él rió suavemente, y por un segundo, ambos se miraron, sus ojos se encontraron con una intensidad que ninguno de los dos pudo evitar.

El aire entre ellos parecía endulzado por completo, y aunque no había palabras explícitas, todo en sus miradas gritaba que había algo más.

Después de un momento, Mia carraspeó para romper la tensión y se levantó.

—¿Qué te parece si hacemos nuestra ya tradicional caminata? —preguntó ella, levantando una ceja y sonriendo con ese toque de humor que tanto lo desarmaba.

—Por supuesto —respondió el más alto, levantándose de su silla—Además, creo que después de un día como este, un poco de aire fresco nos haría bien.

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El parque cercano al edificio de la UAC se había convertido en su lugar habitual para paseos nocturnos.

Era un espacio tranquilo, iluminado por farolas que proyectaban una luz suave sobre el sendero. Caminar juntos después del trabajo se había convertido en una rutina no planificada, algo que surgió de forma natural.

𝐄𝐥𝐲𝐬𝐢𝐚𝐧 - 𝐒𝐩𝐞𝐧𝐜𝐞𝐫 𝐑𝐞𝐢𝐝.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora