[\] TREINTA Y SIETE

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T R E I N T A Y S I E T E
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La mañana había comenzado como cualquier otra

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La mañana había comenzado como cualquier otra. El sol apenas se asomaba sobre el horizonte cuando Mia, aún algo somnolienta, se dirigió a su puerta tras escuchar el timbre insistente.

Ligeramente confundida por no haber escuchado el sonido del citofono antes, o quizás estuvo demasiado dormida como para recordarlo.

Pero la insistencia del timbre la había sacado de golpe de su sueño.

—Ya voy — Murmuró para sí misma mientras frotaba sus ojos.

Vestida con unos pantalones deportivos y una camiseta vieja, abrió la puerta esperando encontrar al conserje de su edificio o a algún vecino que necesitara de algo.

En su lugar, había una caja de cartón grande, sin remitente.

Mia frunció el ceño. No recordaba haber pedido nada, y menos a esa hora.

Con una mezcla de curiosidad y precaución, levantó la caja y la llevó a su cocina no sin antes observar a los costados del pasillo.

La caja era más pesada de lo que esperaba, y algo en su interior sonaba como si varios papeles se movieran. Algo no encajaba, y su instinto le gritaba que tuviera cuidado.

—Aquí vamos.

Respiró hondo y, con una navaja, cortó la cinta adhesiva que sellaba la caja.

Apenas levantó la tapa, una sensación de hielo recorrió por completo su columna vertebral. Allí, meticulosamente organizados, estaban todos los documentos, tesis y estudios  que la joven psicóloga había escrito durante su carrera.

Artículos antiguos, notas de sus investigaciones, incluso fotografías de ella durante sus años universitarios.

Pero lo que realmente la dejó sin aliento fue lo que encontró en el fondo: varias fotografías editadas de ella. En algunas, estaba junto a una figura sombría cuyo rostro estaba completamente oscurecido, como si el asesino estuviera insinuando que siempre había estado cerca.

Y luego, la última imagen... una foto de Spencer Reid, con una cruz roja dibujada sobre su rostro.

—¿Qué es todo esto? — Preguntó con la fotografía del doctor en sus manos, observando el resto de la caja— ¿Qué demonios?

Mia se tambaleó hacia atrás, el pánico latía con fuerza en su pecho. ¿Cómo era posible que este psicópata tuviera acceso a sus documentos más personales? Y peor aún, ¿qué significaba la amenaza hacia Spencer? No podía quedarse de brazos cruzados.

Corrió a su habitación, unos sencillos jeans con una blusa y sus zapatos fue la elección rápida de aquel día.

Con manos temblorosas, cerró la caja y la llevó apresuradamente a su coche. Era hora de involucrar al equipo.

𝐄𝐥𝐲𝐬𝐢𝐚𝐧 - 𝐒𝐩𝐞𝐧𝐜𝐞𝐫 𝐑𝐞𝐢𝐝.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora