Tras un vuelo tranquilo, la familia Sainz Leclerc finalmente aterrizó en su destino. Marie apenas podía contener la emoción que sentía; estaba a punto de dar un gran paso hacia su sueño de correr para Ferrari, el equipo que había visto como su hogar desde que tenía memoria. Aún así, sabía que sus padres estarían allí para acompañarla en cada momento de este proceso. Como ella aún era menor, ambos se asegurarían de que el contrato fuera justo y cuidadoso, no solo por el respeto mutuo con la escudería, sino por el amor y protección que sentían hacia su hija.
Al llegar al hotel, dejaron las maletas y se instalaron brevemente, planeando descansar para el gran día de mañana. Pero Carlos, con su carácter jovial y despreocupado, sugirió salir a dar un paseo.
— Vamos, este viaje no es solo para reuniones. Nos merecemos una tarde de descanso y ¿quién sabe? Quizás descubras algo nuevo de esta ciudad.— le dijo a Marie, dándole una palmada amistosa en el hombro.
— Claro, papá, seguro descubrimos el supermercado local.— respondió Marie con una sonrisa sarcástica, sabiendo perfectamente que cualquier excusa era buena para que su padre la sacara de paseo.
— No te quejes que si no te gusta, podemos ir a buscar algún lugar más divertido.— dijo Carlos, guiñándole un ojo.
Mientras caminaban por el parque cercano, Charles aprovechaba cada oportunidad para tomarle fotos a Marie. Él siempre había sido el más sentimental de los dos; cada momento, cada sonrisa, era un tesoro que quería conservar en su memoria y en su teléfono. Con la cámara en mano, capturaba sus expresiones de asombro y felicidad.
— Papá, no exageres, ¿quieres? No necesito tantas fotos.— le dijo Marie riendo, mientras él le tomaba una foto más justo cuando ella se tapaba la cara.
— No, no, ma chérie.— Charles sonrió y guardó su teléfono, aunque sabía que no sería la última vez que lo sacaría.— No puedo evitarlo. Eres mi pequeña niña y quiero recordar este momento siempre.— dijo, con su voz dulce y suave.
Marie sintió un calor familiar en el pecho. A veces su padre podía ser algo melancólico y dramático, pero lo entendía; después de todo, estaba a punto de entrar a un mundo donde él y Carlos habían triunfado y donde ahora ella tendría que demostrar su propio talento.
Mientras caminaban, Carlos no perdió la oportunidad de comenzar con una de sus clásicas historias embarazosas de la infancia de Marie.
— ¿Recuerdas cuando tenías cinco años y decidiste que podías trepar al árbol más alto de nuestro jardín? Charles y yo casi nos morimos del susto cuando te vimos a la mitad del tronco, y tú nos decías que estabas buscando el 'pico de la montaña'.— relató, soltando una carcajada.
Marie se tapó la cara, claramente avergonzada pero riendo a la vez.
— ¡Papá! No tienes que contar esas cosas cada que estamos en público.— protestó con una risa nerviosa, mirando a su alrededor como si alguien más pudiera escucharles.
Charles se unió a la risa, recordando también aquel momento.
— Si y cuando te pedimos que bajaras, tú nos gritaste: '¡Solo bajaré cuando encuentre el tesoro!'.— agregó con una sonrisa.- Ese día estuvimos debajo del árbol como veinte minutos, suplicándote que bajaras.
Marie rodó los ojos, pero no pudo evitar reír.
— Está bien, lo admito, era una niña algo cabezota... pero no era para tanto. Además, lo importante es que bajé por mi cuenta.— dijo, encogiéndose de hombros y tratando de hacerse la digna.
— Claro, porque tu padre prometió que habría chocolate abajo.— añadió Charles entre risas.— Y tú bajaste en menos de un minuto.
Carlos la miró con una expresión divertida y la molestó un poco más.
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❝𝐒𝐮𝐬𝐮𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐦𝐨𝐫❞
FanfictionMarie Sainz Leclerc era un nombre que resonaba con fuerza en el mundo del automovilismo. A sus dieciocho años, la joven piloto no solo llevaba en sus venas la pasión por las carreras, sino también el legado de dos de los nombres más aclamados de la...