XIII

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Marie sabía que aquella última visita sería la más difícil. La decisión del juez de no permitir la presencia de Charles y Carlos era una idea que la aterrorizaba, aunque trataba de aparentar calma para no preocupar a sus papás. Esa mañana en el instituto apenas podía concentrarse en las clases, su mente divagaba con nerviosismo. Cuando el timbre marcó el final de la jornada, los Fischer ya estaban esperando fuera del edificio junto a otra cuidadora encargada de vigilar esa visita. Ingrid le dedicó una sonrisa que Marie no correspondió. Con pasos lentos y mirada baja, se acercó al auto, deseando que ese día terminara pronto.

La tensión era palpable en la casa para Carlos y Charles. El monegasco caminaba de un lado al otro en la sala, con los brazos cruzados y la mandíbula apretada, mientras Carlos intentaba concentrarse en la televisión, aunque claramente no podía. Ambos intentaban distraerse con una comedia que había terminado de ser graciosa hacía rato. La idea de que Marie estuviera sola con los Fischer los carcomía por dentro, aunque habían intentado mostrarse tranquilos para no transmitirle su ansiedad a su hija.

— ¿Cuánto tiempo más?— preguntó Charles por tercera vez en menos de diez minutos, deteniéndose frente a Carlos.

Carlos revisó su reloj de pulsera.

— Todavía faltan dos horas.— Suspiró profundamente.— Tranquilo, cariño. Marie estará bien. Está la cuidadora con ella.

Charles asintió, aunque sus ojos seguían mostrando preocupación.

— Lo sé, pero... no puedo quitarme de la cabeza la última vez. Cuando casi...— Su voz se quebró, y se llevó una mano al rostro, cubriéndose los ojos.

Carlos se levantó del sofá y se acercó a él, colocando sus manos sobre sus hombros.

— Escúchame. Lo hicimos bien. La preparamos, le dimos las herramientas para que supiera cómo actuar. Nuestra hija es fuerte, más de lo que creemos.

Charles asintió nuevamente, pero el nudo en su garganta no desapareció. Justo en ese momento, el teléfono de Carlos comenzó a sonar. Sin dudarlo, respondió con un tono firme.

— Es ella.— dijo refiriéndose a la supervisora, levantándose rápidamente para contestar.

—¿Hola? ¿Todo está bien?— preguntó con tono casual, pero al escuchar la respuesta, su expresión cambió por completo.— ¡¿Cómo que escapó?!—exclamó, su voz elevada llenando la sala y haciendo que Charles se girara alarmado hacia él.

— ¿Calos que pasa?.— preguntó con nerviosismo.

—¡¿Qué quiere decir que no la encuentran?! ¿¡Cómo pudieron dejar que pasara algo así!? ¡Ustedes tenían que cuidarla!— Carlos gritaba, fuera de sí.

Charles se levantó de inmediato, tomando a su esposo por el brazo mientras intentaba averiguar qué estaba pasando. Carlos terminó la llamada bruscamente y dejó caer el teléfono sobre la mesa.

—¿Qué pasó?— preguntó Charles con urgencia, sus ojos llenos de preocupación.

Carlos lo miró, respirando agitadamente antes de responder.

— Marie... se escapó de la casa de los Fischer. La cuidadora dijo que hubo un incidente no me dio detalles, pero no la encuentran.

Charles no dijo nada más. Corrió hacia la entrada de la casa, agarrando las llaves del auto.

— ¡Vamos, no podemos perder tiempo!— dijo mientras abría la puerta.

Ambos salieron apresuradamente, con el corazón en un puño. Charles apenas podía pensar; solo quería encontrar a su hija. Sin embargo, antes de llegar al auto, un grito los detuvo.

❝𝐒𝐮𝐬𝐮𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐦𝐨𝐫❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora