XXIX

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Era una soleada mañana de sábado y la casa estaba tranquila. Charles caminaba por la sala con una canasta de sábanas limpias, listo para tenderlas en el jardín, cuando vio a Marie sentada en el suelo rodeada de bloques de colores. La niña, con su cabello recogido en dos coletas desordenadas, estaba concentrada colocando cuidadosamente los bloques en forma de un gran corazón.

— ¿Qué haces ahí, pequeña.— preguntó Charles con una sonrisa curiosa, deteniéndose a observarla.

Marie levantó la cabeza y le devolvió una sonrisa radiante.

— ¡Es un corazón para papá Calos! Cuando termine, quiero que él tire el primer bloque para que todo se caiga como un dominó.

Charles soltó una pequeña risa, enternecido por el entusiasmo de su hija.

— ¡Qué buena idea, cariño! Seguro le encantará. Sigue trabajando en eso mientras yo voy al jardín, ¿vale?

Marie asintió enérgicamente y regresó a su tarea con una concentración absoluta. Charles salió hacia el jardín, y durante los siguientes minutos, Marie trabajó incansablemente hasta completar el corazón perfecto. Satisfecha con su obra, se levantó, limpió sus manos sobre su vestido y salió corriendo hacia la cocina donde sabía que estaba su papá Carlos.

El español estaba en medio de una llamada de trabajo, apoyado contra la encimera con el celular en una mano y una taza de café en la otra. Su tono de voz era calmado pero firme mientras discutía detalles técnicos de algún proyecto importante. Marie, llena de emoción, corrió hacia él y tiró de su camisa.

— ¡Papá Calos, ven! ¡Tengo una sorpresa para ti!— exclamó con su voz aguda y emocionada.

Carlos alzó un dedo indicándole que esperara, cubriendo el micrófono con la mano.

— Un momento, Marie. Estoy ocupado.

Pero Marie no entendió la indirecta. Continuó jalándole la mano, insistiendo.

— ¡Por favor, papá! Sólo será un segundo. ¡Tienes que venir!

Carlos intentó mantenerse calmado mientras seguía hablando por el teléfono, estaba tratando de mantener la calma pues el asunto que estaba tratando lo tenia estresado y tener a Marie gritándole a un lado no ayudaba. Finalmente, después de que ella tirara más fuerte de su brazo haciendo que el codo de su otra mano chocará con la taza de café derramándose, fue que perdió la paciencia.

— ¡Marie, basta!— le gritó, con más fuerza de la que había planeado.

La pequeña se quedó congelada, soltándole la mano al instante. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras retrocedía un par de pasos.

— Lo siento, papá.— murmuró en voz baja y luego salió corriendo hacia la sala.

Carlos suspiró, pasándose una mano por el cabello con frustración. No quería gritarle, pero la presión de la llamada y la insistencia de Marie lo habían superado. Intentó concentrarse de nuevo en la conversación telefónica y limpiar el café derramado, pero su mente ya estaba llena de remordimientos.

En la sala, Marie se arrodilló junto a su corazón de bloques. Con lágrimas cayendo por sus mejillas, comenzó a deshacerlo con manos temblorosas, guardando cada pieza en su caja de juguetes. Justo en ese momento, Charles regresó del jardín con la canasta vacía y notó el rostro lloroso de su hija.

— Marie, ¿qué ha pasado?— preguntó preocupado, dejando la canasta a un lado y acercándose a ella.

Marie bajó la mirada, apretando los labios mientras guardaba el último bloque.

— Nada...— dijo al principio, pero antes de salir corriendo hacia las escaleras, añadió con un sollozo.— Pregúntale a papá Calos.

Charles frunció el ceño, siguiéndola con la mirada mientras subía a su habitación y cerraba la puerta con un golpe suave. Sin perder tiempo fue a buscar a su esposo, quien justo salía de la cocina con el celular en la mano.

❝𝐒𝐮𝐬𝐮𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐦𝐨𝐫❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora