XII

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El día de la visita llegó y el ambiente en casa era tenso. Marie estaba sentada en el sofá de la sala, nerviosa. Llevaba un vestido primaveral de flores en tonos pastel, uno de los tantos que Charles adoraba comprarle, pues siempre insistía en que su hija debía lucir hermosa en todo momento. Aunque sus padres intentaban calmarla, el miedo y la incomodidad eran evidentes en el rostro de la niña.

— ¿Estás bien mon chérie? —preguntó Charles con dulzura mientras se arrodillaba frente a ella para sostenerle las manos.

— Sí, solo no quiero tener contacto fisico con ellos.— respondió Marie, su voz apenas un murmullo.

Carlos que estaba ajustando la última decoración en la mesa, miró a su esposo y a su hija. Se acercó, posó una mano protectora en el hombro de Marie y le sonrió con ternura.

— No vamos a dejar que pase nada, amor. Esta es tu casa y nadie te hará sentir incómoda. No es necesario que hables mucho con ellos.— aseguró, aunque sus ojos brillaban con un enojo contenido.

Entonces, el timbre sonó. Marie dio un respingo y se puso pie, colocándose al lado del monegasco. Carlos caminó hacia la puerta, tomó aire y la abrió, encontrándose con Ingrid y Klaus Fischer, detrás de ellos la supervisora asiganda por el tribunal para que que viera la interacción de la niña. Ingrid, una mujer de cabello rubio y rostro cuidadosamente maquillado, llevaba una sonrisa nerviosa, mientras que Klaus alto, cabello castaño y ojos verdes, tenía una mirada evaluadora. Carlos notó bien entonces que Marie había heredado más rasgos de ese hombre.

— Bienvenidos.— dijo Carlos con voz tensa, haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantenerse cortés.

Ingrid entró primero y al ver a Marie su rostro se iluminó.

— ¡Valentina!— exclamó, avanzando con los brazos extendidos.

Marie retrocedió de inmediato, escondiéndose detrás de Charles.

— No me llames así. Me llamo Marie.—respondió con una voz fría, aunque su tono delataba el miedo que sentía.

Ingrid se detuvo, desconcertada y bajó los brazos.

—Pero... ese es tu nombre. El que te dimos cuando naciste —dijo, tratando de sonar comprensiva.

— Marie es el nombre que eligieron mis papás y ellos son los que han estado conmigo toda mi vida.— replicó la niña con firmeza, mientras Charles le acariciaba el cabello en un gesto tranquilizador.

— Señora Fischer es mejor que no insista con eso, use el nombre que actualmente ella tiene.— la voz de la supervisora se escuchó detrás de ellos.— Ella ha crecido con el ese nombre, debe respetar eso.

— Perdón, yo...— la mujer se disculpo brevemente.

Carlos, intentando retomar el control de la situación, los invitó a sentarse en la sala. Charles tomó la mano de Marie y la guió a sentarse a su lado en el sofá. Ingrid, buscando suavizar la tensión, sacó una caja de cartón con cuidado.

— Te trajimos algo. Pensamos que te gustaría.— dijo, abriendo la caja para mostrar un pastel adornado con muchas fresas.

Marie lo observó con desconfianza antes de mirar a Charles.

— Gracias, pero no puedo comer eso. Soy alérgica a las fresas.— dijo, devolviendo la caja sin siquiera tocarla.

Ingrid enrojeció, claramente incómoda.

— Oh... lo siento, no lo sabíamos.

—Porque no la conocen.— murmuró Charles, quien intervino con una sonrisa cortante, tomando el pastel y llevándolo a la cocina sin más comentarios.

❝𝐒𝐮𝐬𝐮𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐦𝐨𝐫❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora