El nerviosismo de Marie era evidente desde el momento en que aterrizaron en Japón. Decir que estaba ansiosa sería quedarse corto. A pesar de todo su entrenamiento y de la experiencia acumulada en otras competencias, saber que sus padres estarían viéndola desde las gradas y acompañándola durante el fin de semana de carreras añadía una presión que no había sentido antes. Cada vuelta, cada maniobra, se sentía más importante que nunca. Sabía que sus padres le habían dicho, más de una vez, que estarían orgullosos de ella sin importar el resultado, pero dentro de Marie había un deseo ardiente de demostrarles lo capaz que era. Sabía que podía lograr algo grande, y quería hacerlo especialmente por ellos, las personas más importantes en su vida.
Este Gran Premio de Japón sería un reto que enfrentaría con determinación, sabiendo que toda su familia también estaría allí. Sería la primera vez que todos la verían competir en una pista de este nivel y eso la llenaba de motivación, pero también de nerviosismo.
La FIA había unido los calendarios de ambas categorías y eso significaba que la F1 Academy y la F1 masculina compartirían la pista en diferentes días. Marie ya había memorizado la agenda: el lunes sería día de práctica para ella, el martes tendría la última práctica por la mañana y por la tarde, se llevarían a cabo las clasificatorias. El miércoles sería el gran día de la carrera para la F1 Academy. En cambio, la F1 masculina tendría sus prácticas el viernes, con la última práctica el sábado por la mañana y las clasificatorias por la tarde. Finalmente, la gran carrera masculina se celebraría el domingo.
Al llegar una semana antes del evento, Marie tuvo un tiempo valioso para descansar y adaptarse. También aprovechó para explorar un poco el país junto a sus padres. Charles y Carlos parecían más unidos y atentos que nunca, probablemente porque habían estado tanto tiempo lejos de su hija y querían aprovechar cada segundo a su lado. Charles era un poco más estricto en cuanto a mantener los límites, pero Carlos, bueno... a veces simplemente no podía resistirse a los ojitos de su hija cuando quería algo.
Un día, mientras paseaban por la ciudad, llegaron a una tienda de mangas. Los ojos de Marie se iluminaron al ver el lugar, repleto de colecciones que solo había visto en línea y que había intentado buscar sin éxito. Era como estar en un paraíso para ella. Mientras observaba las estanterías, mirando cada volumen con emoción, Marie se acercó a su papá Carlos con una expresión que él conocía muy bien: los ojitos de cachorro que siempre le mostraba cuando quería algo.
— Papá, ¿podemos llevarnos algunos?— preguntó Marie, con una voz suave y un toque de dulzura que sabía que era difícil de resistir.
Carlos sonrió, sabiendo exactamente a dónde iba esto, pero era incapaz de decirle que no. Mientras observaba a Marie señalar algunas colecciones, pensó que comprar dos o tres volúmenes estaría bien.
— Claro, princesa. Escoge algunos.— respondió con una sonrisa, pensando que sería una pequeña compra.
Sin embargo, lo que comenzó como una compra de dos colecciones pronto se convirtió en algo más. Marie encontró colecciones que llevaba tiempo buscando, series que solo había podido leer en partes por Internet y su emoción fue creciendo a medida que exploraba la tienda. Cada estantería parecía tener un nuevo descubrimiento y Carlos atrapado en la emoción de su hija, simplemente seguía diciendo que sí. Al final, salieron de la tienda con seis colecciones completas y varios volúmenes individuales.
Cuando llegaron al hotel y se encontraron con Charles, este se quedó mirándolos con una expresión de sorpresa, viendo las bolsas que ambos traían.
— ¿Pero cuántos mangas has comprado?— preguntó Charles, alzando una ceja y mirando a Carlos con una expresión de ligera recriminación.
— Bueno... es que no podía decirle que no.— respondió Carlos con una sonrisa cómplice, mientras Marie reía a su lado.
Charles suspiró, fingiendo estar molesto, pero no pudo evitar sonreír al ver lo feliz que estaba Marie. Sabía que esos pequeños caprichos, esas compras inesperadas, también formaban parte de los recuerdos que su hija atesoraría.
ESTÁS LEYENDO
❝𝐒𝐮𝐬𝐮𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐦𝐨𝐫❞
FanfictionMarie Sainz Leclerc era un nombre que resonaba con fuerza en el mundo del automovilismo. A sus dieciocho años, la joven piloto no solo llevaba en sus venas la pasión por las carreras, sino también el legado de dos de los nombres más aclamados de la...