Era un día tranquilo, pero para los Sainz Leclerc, ese día era especial. Marie, la joven promesa de la F1 Academy pronto celebraría su gran logro y tanto Carlos como Charles querían que todo fuera perfecto. Después de pasar la tarde organizando todo para la fiesta, decidieron ir al supermercado a comprar lo necesario para la noche. La tienda estaba relativamente tranquila, con solo unos pocos clientes en las filas de la caja, pero para Carlos todo parecía el escenario perfecto para compartir la felicidad que sentía por su hija.
Marie y Charles iban caminando por los pasillos del supermercado, cargando las bolsas mientras su padre, el incansable Carlos, no dejaba de hablar con una señora mayor que se encontraba en la fila de la caja. Marie podía escuchar claramente cómo su padre, sin perder su energía ni su sonrisa, le contaba con entusiasmo a la señora sobre el logro de su hija.
— Sí, sí, es increíble... ¡Mi hija va a ser piloto de Ferrari! ¡Sí, Ferrari! La F1 Academy me la ha fichado, ¿puede creerlo?.— decía Carlos con un brillo orgulloso en los ojos.— Siempre supe que Marie tenía lo necesario, lo he visto crecer en este mundo y ahora mire... ¡Lo ha logrado! Ferrari, ¿quién lo diría? ¡Mi niña, una piloto de Fórmula 1!
Marie se quedaba allí parada, mirando entre avergonzada y divertida. La señora, aunque sonreía, parecía estar un poco desconcertada por la repentina aparición de ese desconocido que, sin pensarlo dos veces, había comenzado a contarle su historia familiar. La mujer le devolvía sonrisas forzadas, sin saber bien qué decir, mientras Marie deseaba que el suelo se la tragara.
— Papá, por favor...— murmuró Marie en un suspiro, mientras sentía cómo la vergüenza crecía en su rostro.
Carlos, sin darse cuenta de lo incómoda que se sentía su hija, continuaba con su monólogo sobre las grandes victorias de Marie en la pista y los planes que tenía ahora con Ferrari. Finalmente, después de unos minutos de ver cómo la señora asentía con una sonrisa nerviosa, Charles se acercó discretamente a Carlos, dándole un ligero pellizco en el costado.
— Carlos, basta, ya basta.— le susurró Charles, con una mezcla de diversión y un poco de vergüenza también.— La señora no sabe ni quién eres y menos quién es Marie. Vamos, que ya estábamos por salir de la tienda.
Carlos, algo sorprendido por el toque de su esposo, se dio cuenta de que había sido un poco demasiado efusivo con la señora desconocida. Se giró hacia la mujer, una disculpa inmediata en su rostro.
— Lo siento mucho, señora, no quería incomodarla. Es que estoy tan orgulloso de mi hija que... no puedo evitarlo.— dijo con una sonrisa algo avergonzada.
La señora aliviada, asintió y se rió amablemente.
— No se preocupe, es un padre orgulloso, ¡y tiene razón de estarlo!.— Y antes de marcharse, le deseó lo mejor a la familia.
Marie soltó una risa nerviosa, pero se sintió aliviada cuando finalmente salieron del supermercado. Mientras caminaban hacia el coche, Carlos se encogió de hombros, como si no entendiera por qué su entusiasmo pudiera haber resultado incómodo.
— Es que, ¿cómo no voy a estar orgulloso de mi hija? ¡Va a correr en Ferrari, caramba!
— Ya lo sabemos, Calos.— respondió Charles, con una sonrisa suave, tomando la mano de su esposo.— Pero un poco de moderación no te vendría mal de vez en cuando.
Marie reía, mirando cómo sus padres se complementaban tan perfectamente, como siempre lo hacían. Aunque a veces se sentía avergonzada por las bromas y el orgullo exagerado de su padre, no podía evitar sentirse profundamente agradecida por el amor que le daban. Siempre se había sentido querida y cuidada, y lo que más la emocionaba era cómo su familia se había formado a lo largo de los años.
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❝𝐒𝐮𝐬𝐮𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐦𝐨𝐫❞
FanfictionMarie Sainz Leclerc era un nombre que resonaba con fuerza en el mundo del automovilismo. A sus dieciocho años, la joven piloto no solo llevaba en sus venas la pasión por las carreras, sino también el legado de dos de los nombres más aclamados de la...