Patricio tenía once años cuando el equilibrio que él creía perfecto en su vida familiar se tambaleó de una manera que no esperaba. Hasta ese momento, había sido el centro del universo para Max y Sergio, quienes organizaban su tiempo entre el trabajo y atenderlo. Y aunque el pequeño tenía un carácter curioso y travieso, siempre lograba salir bien librado de cualquier lío que causara con su encantadora sonrisa. Su mundo era perfecto: él, su papá Maxie y su papá Checo.
Pero ese día, mientras jugaba con su balón en la sala, escuchó las palabras que cambiarían su vida para siempre.
— Pato ven aquí un momento, hijo.— Sergio lo llamó con su tono calmado pero lleno de un nerviosismo que Patricio no detectó de inmediato.
— ¿Qué pasa, papá?— preguntó el niño, haciendo malabares con el balón antes de atraparlo contra su pecho.
Max apareció entonces desde el pasillo, con una pequeña figura detrás de él. La niña era diminuta, con com cabellos oscuros enmarcando su rostro mirando con curiosidad y un poco de timidez.— ¿Quién es ella?— preguntó con el ceño fruncido, señalando a Penélope como si fuera una intrusa en su territorio.
Sergio siempre paciente, le respondió con suavida
— Patricio, ella es Penélope. Tu nueva hermanita.
El balón cayó al suelo, rebotando un par de veces antes de detenerse en la alfombra. Los ojos de Patricio se abrieron desmesuradamente mientras miraba a la niña y luego a sus padres.
— ¿Mi qué?— exclamó, con una mezcla de incredulidad y enfado en su voz.
— Tu hermana.— repitió Sergio, caminando hacia él para colocarle una mano en el hombro.— Max y yo decidimos adoptarla. Ahora es parte de nuestra familia.
La reacción de Patricio fue instantánea. Retrocedió un par de pasos, sacudiendo la cabeza.
— ¡No! Yo no quiero una hermana. ¿Por qué hicieron esto? ¡Ni siquiera me preguntaron!— gritó, con lágrimas acumulándose en sus ojos.
— Pato...— intentó decir Max, pero el niño lo interrumpió.
— ¡No es justo! Yo estaba bien así. No necesito a nadie más.
Con eso, Patricio salió corriendo hacia su habitación, cerrando la puerta de un portazo que resonó por toda la casa.
Esa noche, la tensión en casa era palpable. Penélope estaba sentada en el regazo de Sergio, jugando con un pequeño juguete que él le había dado, mientras Max miraba hacia el pasillo donde estaba la habitación de Patricio.
—Le daremos tiempo.—dijo Sergio, acariciando el cabello de la niña.— Es mucho para él.
Max asintió, aunque la preocupación estaba escrita en su rostro.
Ambos pensaron que tal vez, una vez que la idea se hiciera realidad, Pato cambiaría de opinión. Después de todo, siempre se había llevado bien con los hijos de sus amigos, en especial con Marie, la hija de Carlos y Charles, con quien había crecido como si fueran hermanos de sangre. También jugaba seguido con el pequeño Kimi, el hijo de George y Carmen. Pato era un niño sociable, con una imaginación desbordante, así que no podía ser tan difícil para él adaptarse a una nueva dinámica familiar.
Durante los días siguientes, Patricio evitó a Penélope a toda costa. Si ella estaba en la sala, él iba a su habitación. Si Sergio o Max intentaban incluirla en alguna actividad familiar, el niño encontraba una excusa para no participar.
—¿No puedes intentar ser amable con ella?— le preguntó el mexicano una noche mientras le llevaba un plato con su cena a la habitación.
— No es mi culpa que hayan traído a alguien más. Yo no la pedí.
Max y Sergio comenzaron a notar algo que les rompía el corazón: Patricio estaba cambiando. Su energía habitual y su entusiasmo por las cosas parecían haberse apagado. Pasaba más tiempo solo, leyendo libros que antes ignoraba o haciendo tareas sin que se lo pidieran, algo completamente fuera de lo común en él.
Finalmente, Max decidió que era momento de intervenir.
— Pato ven, vamos al parque tú y yo.
—¿Y Penélope? Seguro también la vas a llevar.— respondió el niño con desdén, sin levantar la vista de su libro.
— No. Solo nosotros dos.
Patricio dudó por un momento, pero finalmente accedió. Era raro que Max le dedicara tiempo a solas últimamente y aunque no quería admitirlo, extrañaba esos momentos.
En el parque, jugaron durante un rato. Max lo dejó correr y patear el balón hasta que la risa de su hijo volvió a escucharse, aunque fuese débilmente. Después de un rato, se sentaron en una banca bajo la sombra de un árbol.
— Hijo, necesito que me digas qué te molesta tanto sobre Penélope.— comenzó Max, sin rodeos.
Patricio frunció el ceño, mirando hacia el suelo.
— Ya lo saben. Ahora ella es más importante que yo. La quieren más, porque seguro ella no causa problemas como yo.
El corazón de Max se encogió al escuchar esas palabras.
— Pato escúchame bien. Tú siempre vas a ser nuestro hijo, siempre. Eres nuestro primer bebé, nadie, absolutamente nadie, puede reemplazarte.
— Pero ahora tienen que cuidarla a ella. Y tú y papá Checo ya no tienen tiempo para mí. Nunca me dijeron que iban a traerla. Solo la trajeron como si... como si yo no importara.
Max sintió un nudo en la garganta. Se inclinó hacia su hijo y lo abrazó, algo que Patricio no esperaba.
— Tienes razón. Debíamos haberte dicho lo que estaba pasando, haberte preparado. Pero eso no significa que no te queramos.
Patricio permaneció en silencio por un momento antes de hablar.
—¿De verdad?
— Claro que sí.— Max sonrió, aunque una lágrima rodaba por su mejilla.— Sí, Penélope es parte de nuestra familia ahora, pero eso no significa que te amemos menos. Si alguna vez te hemos hecho sentir eso, lo siento muchísimo.
Esa charla cambió marcaría un antes y un después para Pato. Con el tiempo, comenzó a abrirse a la idea de tener una hermana. Fue un proceso lento, lleno de momentos incómodos y pequeños avances. Pero todo cambió el día que encontró a Penélope llorando porque no podía alcanzar un juguete en una repisa alta. En lugar de ignorarla, como solía hacer, Patricio se acercó y se lo dio.
— Gashas, Pato.— dijo la niña, con una sonrisa tímida.
Fue en ese momento que Patricio se dio cuenta de algo: ser un hermano mayor no era tan malo después de todo.
Hoy, siete años después, Patricio no puede imaginar su vida sin su hermana menor. Y aunque aún fingen pelearse por cosas pequeñas, el vínculo entre ellos es inquebrantable.
°•☆•°
Algo corto porque.... ay no sé solo se me ocurrió agregar a Penélope como hermana de Pato, pero no sabía que más agregar 😔
¿Qué por qué no actualice el lunes?
Fácil, llegue super cansada. Neta les juro que yo toque mi cama y fue como entrar en coma aksjaksj creí que mi horario estaría liviano pero sptm, no recomiendo esto, esta muy extremo 😔Hasta hoy creo que mi cuerpo se acostumbro al horario que tengo porque no me quede dormida, además de que ya me dejaron un chingo de tarea como si quisieran que me fracture la mano, es la primera semana y esos docentes no perdonan nada 😭
Pero para este fin de semana actualizo, ya adelante algunas tareas porque si no, no duermo 🤡, pero bueno espero les guste este capítulo.
Gracias por tanto y perdón por tan poco aksjaksj pero la inspiración no me dio para más 🫠
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❝𝐒𝐮𝐬𝐮𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐦𝐨𝐫❞
FanfictionMarie Sainz Leclerc era un nombre que resonaba con fuerza en el mundo del automovilismo. A sus dieciocho años, la joven piloto no solo llevaba en sus venas la pasión por las carreras, sino también el legado de dos de los nombres más aclamados de la...