IV

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A medida que se acercaba su cumpleaños, Marie se encontraba cada vez más pensativa, rodeada de una mezcla de emociones. Sentía entusiasmo por la fiesta y por todo lo que representaba cumplir dieciocho años, pero también le invadía la nostalgia de recordar su infancia. Cada rincón de su casa le traía recuerdos, y en su mente revivía algunos de sus momentos favoritos junto a sus padres, quienes siempre habían sido más que simples figuras paternas; eran sus mejores amigos.

Una tarde, mientras Charles y Carlos discutían sobre los últimos detalles de la fiesta, Marie decidió acercarse y escucharlos sin que ellos se dieran cuenta. Carlos estaba empeñado en contratar una banda en vivo y asegurarse de que hubiera una gran mesa de dulces. Charles, por su parte, trataba de mantener el evento bajo control.

— Carlos, es una fiesta de cumpleaños, no el Gran Premio de Mónaco.— dijo Charles, suspirando mientras revisaba la lista de invitados—. Recuerda que queríamos algo íntimo.

Carlos negó con la cabeza, esbozando una sonrisa mientras cruzaba los brazos.

— Vamos, Charles. Es nuestra hija. ¡Cumple dieciocho! Este es un momento único. Merece una fiesta en grande. Además, tú sabes que Marie siempre ha sido un poco tímida, hay que hacer que disfrute este día al máximo.

Charles suspiró, y aunque intentaba mantener la compostura, en el fondo sabía que Carlos tenía razón. No podía negar que también quería que la celebración fuera memorable para Marie. Al final, le dio una palmada en la espalda a Carlos y sonrió.

— Está bien, pero tú te encargas de explicarle a Marie si algo se sale de control.— dijo Charles, haciéndose el serio, aunque sus ojos delataban que estaba contento.

Marie no pudo evitar reírse al escuchar esa conversación, recordando todas las veces en que sus padres parecían tener roles opuestos. Desde pequeña, Charles siempre había sido el más cuidadoso y protector, mientras que Carlos era el que la incitaba a explorar, a ser valiente y un poco traviesa. Las memorias volvieron a su mente con tanta claridad que casi podía sentir el lodo en sus zapatos y el dulce sabor de las golosinas que Carlos le daba a escondidas.

Una de sus memorias favoritas era cuando tenía unos seis años. Era un día lluvioso, y Carlos, al verla aburrida, la tomó de la mano y la llevó al jardín, a pesar de las protestas de Charles.

—¿Papá, de verdad puedo saltar en los charcos?.— había preguntado, emocionada, mirando el agua que se acumulaba en el suelo.

— Claro, Marie. ¡Vamos a ensuciarnos! Pero tenemos que hacerlo rápido, antes de que Charles se dé cuenta.

Así que juntos comenzaron a correr y a saltar en los charcos, dejando que el agua y el lodo salpicaran por todas partes. Marie reía con todas sus fuerzas, sintiendo una libertad pura. Pero, por supuesto, Charles apareció unos minutos después, con los brazos cruzados y la expresión de alguien que intentaba no reírse.

— ¿Marie? ¿Calos? ¿Se puede saber qué están haciendo?.— preguntó Charles, intentando sonar serio, aunque sus labios temblaban con una sonrisa reprimida.

Marie, con una mirada traviesa y las mejillas manchadas de barro, solo pudo decir: — Estamos jugando, papá. ¿Quieres jugar tú también?

— ¡Carlos! ¿Tienes idea de lo que estás haciendo?.— decía Charles con tono firme, aunque una sonrisa asomaba en sus labios al ver lo feliz que estaba Marie.

Carlos simplemente se encogía de hombros y le guiñaba el ojo a su hija.

— Solo estoy asegurándome de que Marie sepa disfrutar la vida, ¿no crees? Vamos, Charles, anímate y únete a nosotros.

❝𝐒𝐮𝐬𝐮𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐦𝐨𝐫❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora