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Charles observaba a su hija en lo alto del podio, su rostro iluminado por una sonrisa de triunfo mientras alzaba el trofeo del Gran Premio de Canadá. La multitud la vitoreaba, y él no podía evitar sentirse orgulloso. Marie había hecho una carrera impecable, defendiendo su posición con una determinación que le recordaba a sí mismo en sus mejores días.

Cuando el himno terminó y el podio comenzó a despejarse, Charles decidió buscar algo de comida. Llevaba horas sin comer y el hambre ya se hacía presente. Mientras caminaba por el paddock se encontró con Sergio, quien estaba charlando con algunos miembros del equipo de Red Bull.

— ¡Checo!— lo saludó el monegasco con una sonrisa.

— ¡Charles!.— saludo.— Oye, que gran victoria de Marie, hizo una carrera increíble.— respondió el mexicano, dándole una palmada en la espalda.

— Se ha esforzado mucho. ¿Tienes tiempo para comer algo? Me muero de hambre.

— Claro, vamos. También necesito reponer energías.— aceptó Checo, riendo.

Ambos caminaron hasta una zona más privada del circuito donde podían relajarse sin la presión de las cámaras. Se sentaron en una mesa tranquila, esperando a que les trajeran la comida.

— ¿Y Carlos?— preguntó Checo, mirando alrededor.

— Fue a esperar a Marie. No quería que estuviera sola después del podio. Yo... tenía demasiada hambre para quedarme.— confesó Charles con una sonrisa culpable.

El mexicano rió y asintió.

— Comprendo, yo igual ya quería dejar de hablar con los ingenieros para venir a comer. Esto de ser manager de Pato es mucho trabajo.— explicó.— además el ingrato se quedó dormido y perdió su vuelo, llega hasta mañana.

Charles soltó una carcajada por lo dicho, se sabía que Patricio era un dormilón de primera.

— ¿Y crees que si llegue mañana?

— Tiene qué.— respondió el mexicano.— por eso deje a Max con Pato, así él se encarga de que el holgazán si se despierta antes. También por eso me traje yo a Penélope, ella es más tranquila, cuando Patricio tenía su edad ya había quemado un microondas y una tostadora.

Él monegasco no pudo resistirse y empezó a reírse ruidosamente por la anécdota.

— ¿Y... y si crees que Max sea capaz de levantar a Pato?.— preguntó tratando de regular su respiración y las risas.— Pato es igual a él, estoy seguro que se quedan los dos dormidos y pierden el vuelo.

— Que la boca se te haga chicharrón.— amenazó Checo.— Sí Pato no se aparece aquí mañana antes de las tres de la tarde, lo que le espera.

La charla continuó con temas triviales: la carrera, la estrategia, algunas anécdotas del pasado. Pero en algún momento, Charles bajó la mirada y su expresión se volvió más seria. Checo lo notó de inmediato.

— ¿Algo te preocupa? — preguntó con sinceridad.

Charles suspiró y cruzó los brazos sobre la mesa.

— Es sobre Marie... Hay algo que me ha estado dando vueltas en la cabeza desde hace un tiempo.

El mexicano frunció el ceño, preocupado.

— ¿Está bien? ¿Le pasó algo?

— No, no es nada grave... o bueno, quizá un poco. No tiene que ver con su salud, pero sí con algo importante.— dijo Charles, frotándose la nuca.

Checo lo miró con atención, esperando a que continuara.

— Hace unos unos meses, hablé con Marie sobre el amor y las relaciones. Me preocupaba que, por enfocarse tanto en su carrera y en sus estudios, estuviera reprimiendo sus sentimientos. Le pregunté directamente si había alguien que le gustara... y me dijo que sí.

❝𝐒𝐮𝐬𝐮𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐦𝐨𝐫❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora