La tarde en casa de los Sainz Leclerc había comenzado tranquila, aunque había algo en el aire que Marie, con sus apenas seis años, podía percibir. Carlos y Charles habían regresado de una carrera y aunque ambos habían tenido un buen desempeño en la pista, la tensión entre ellos era evidente. No se hablaban mucho y cuando lo hacían, sus palabras eran cortas y un poco afiladas.
Marie, siempre observadora y perspicaz, decidió no preguntar nada, pero su pequeño corazón empezó a preocuparse. Ver a sus padres, normalmente amorosos y unidos, distantes la hacía sentir insegura. No era algo que pasara a menudo, pero sabía que, cuando sucedía, había problemas más profundos.
Esa noche, después de la cena, ambos padres pensaron que Marie estaba ya dormida. Sin embargo, la niña con su curiosidad infantil estaba despierta con las orejas atentas a los sonidos de la casa, sabía que algo iba a pasar. Cuando escuchó el sonido de la puerta de su habitación cerrarse suavemente, entendió que sus padres iban a hablar.
Espero unos minutos para luego salir de la cama descalza y con su pijama rosa de unicornios y se escabulló hasta el pasillo que llevaba al cuarto de sus padres. Allí, se sentó en el suelo, pegando la oreja a la puerta, como había hecho en otras ocasiones.
Dentro, las voces comenzaron en un tono bajo, pero poco a poco la discusión fue ganando intensidad.
— ¿Cómo pudiste hacer eso, Carlos?— dijo Charles, su tono lleno de reproche y frustración.— Sabías perfectamente cuál era el plan. Se había acordado que no habría adelantamientos, que yo mantendría la posición para asegurar los puntos. ¡Era lo mejor para el equipo!
Carlos, que nunca se quedaba callado, respondió rápidamente, su acento español más marcado por la irritación.
— No me dijeron que no podía adelantar, solo que no debía presionarte. ¿Y qué pasó? Dejaste un hueco enorme, Charles. Yo solo aproveché. ¡Eso no es mi culpa!
Marie frunció el ceño al escuchar a su papá Carlos elevar la voz. Desde su perspectiva infantil, no entendía completamente de qué estaban hablando, pero sabía que no era algo bueno. Dentro del cuarto, Charles dejó escapar un suspiro cargado de frustración.
— No se trata solo de la carrera, Calos. Se trata de respeto, de confianza. Yo confié en ti y me fallaste. ¿Sabes lo que significa para mí que esto haya pasado delante de todos? Ahora parezco un idiota que no puede defender su posición en la pista. Todo porque tú no supiste controlarte.
— ¡No te fallé, Charles! Dejaste la puerta abierta y yo hice mi trabajo. Tal vez el problema no soy yo, sino que tú no supiste manejar la situación.— respondió Carlos, con un tono duro que hizo que a Marie se le encogiera el corazón.
— ¿Mi culpa? ¡Claro, como siempre! Tú nunca haces nada mal, ¿verdad?—Charles soltó una risa amarga, y luego agregó.— A veces me pregunto si realmente podemos trabajar juntos. Esto no funciona si no somos un equipo, Calos.
La tensión en las palabras de Charles hizo que Marie empezara a sentir pequeñas lágrimas acumulándose en sus ojos. Nunca había escuchado a sus padres hablarse así, con tanto enojo y dolor en sus voces. Decidió que era hora de regresar a su cuarto, pero al levantarse, lo hizo de espaldas olvidando de que había una mesita con un florero justo detrás de ella.
El florero, que era el favorito de Charles, cayó al suelo con un estruendo que hizo que Marie se congelara. Quiso correr, pero al dar un paso hacia atrás, pisó uno de los vidrios rotos, dejando escapar un grito agudo de dolor.
Dentro de la habitación, ambos padres dejaron de discutir inmediatamente y salieron corriendo al pasillo. Al ver a su hija llorando en el suelo, con la sangre manchando el vidrio y su pequeño pie, la preocupación reemplazó cualquier rastro de enojo.
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❝𝐒𝐮𝐬𝐮𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐦𝐨𝐫❞
FanfictionMarie Sainz Leclerc era un nombre que resonaba con fuerza en el mundo del automovilismo. A sus dieciocho años, la joven piloto no solo llevaba en sus venas la pasión por las carreras, sino también el legado de dos de los nombres más aclamados de la...