Marie siempre había sido la luz de la casa, esa pequeña chispa que llenaba cada rincón con su alegría y su curiosidad sin fin. Desde que era una niña, Carlos y Charles se aseguraron de que su hija tuviera una infancia llena de momentos memorables, no solo con grandes gestos, sino también con los pequeños detalles del día a día. Cada día con Marie era una aventura única, y aunque a veces su energía inagotable los dejaba exhaustos, ninguno de ellos cambiaría nada de esos años por nada del mundo.
Había un recuerdo que Charles siempre mencionaba con una sonrisa nostálgica: el día que Marie, con apenas tres años, decidió que quería "hacer como papá". En la sala, mientras Charles revisaba unas notas en su computadora, Marie apareció con un cuaderno y un lápiz de colores. Se sentó frente a él con una mirada decidida y empezó a "escribir".
— ¿Qué haces, cariño?—preguntó Charles, inclinándose hacia ella.
— Trabajando, papá. Así como tú.— respondió Marie con su vocecita dulce, mientras dibujaba garabatos con toda la concentración del mundo.
Carlos, que pasaba por allí con una taza de café, no pudo evitar reír al ver la escena.
— Mira eso Charlie, nuestra pequeña está lista para liderar el mundo.
Más tarde ese día, cuando Charles terminó su trabajo, le mostró a Marie sus notas de verdad y la ayudó a escribir su nombre por primera vez. Aunque las letras eran temblorosas y grandes, Marie estaba tan orgullosa que corrió hacia Carlos con el cuaderno.
— ¡Mira, papá! ¡Ya sé escribir!
Carlos la levantó en brazos y le dio un beso en la frente.— Eres increíble, pequeñita.
Otro momento inolvidable fue el primer intento de Marie de cocinar con sus padres. Tenía cinco años y había insistido en que quería hacer un pastel. Charles y Carlos accedieron, aunque con algo de temor. Mientras los tres se colocaban delantales, Charles le explicó cada paso con paciencia, pero Marie, en su entusiasmo, terminó vertiendo demasiada harina. Una nube blanca cubrió la cocina, y todos estallaron en risas. Carlos aprovechó el caos para poner un poco de harina en la nariz de Marie, quien respondió lanzándole un puñado directamente a la cara.
— ¡Guerra de harina!.— gritó, mientras corría por la cocina.
A pesar del desastre, el pastel salió delicioso, y esa noche, mientras cenaban, Carlos bromeó.
— Quizás la próxima vez intentemos algo menos... explosivo.
Pero no todo era diversión y juegos. Había noches en las que Marie, como cualquier niña tenía miedos. Una noche en particular, durante una tormenta, corrió a la habitación de sus padres con lágrimas en los ojos.
— Papás, los truenos son muy fuertes.
Charles la tomó en brazos y la llevó de regreso a su habitación, mientras Carlos le contaba una historia sobre cómo los truenos eran solo "la música de las nubes bailando".
— ¿De verdad?— preguntó Marie, con los ojos aún llenos de lágrimas.
— Claro que sí. Y cada vez que suenan, significa que están haciendo un baile especial para que podamos dormir mejor.
Esa noche, Marie se quedó dormida entre ambos, segura y protegida, mientras afuera la tormenta rugía.
A medida que crecía, los momentos cotidianos seguían siendo los más especiales. Las tardes de juegos de mesa, donde Carlos se ponía demasiado competitivo y Marie intentaba hacer trampa, o las noches de películas en las que los tres terminaban comiendo más palomitas de las que podían manejar. Incluso algo tan simple como caminar por el parque se convertía en un recuerdo preciado cuando Marie se lanzaba a recoger flores para "decorar la casa" o correr detrás de las mariposas.
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❝𝐒𝐮𝐬𝐮𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐦𝐨𝐫❞
FanfictionMarie Sainz Leclerc era un nombre que resonaba con fuerza en el mundo del automovilismo. A sus dieciocho años, la joven piloto no solo llevaba en sus venas la pasión por las carreras, sino también el legado de dos de los nombres más aclamados de la...