29: Espada de doble filo

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Llevo más de dos horas acostada en mi cama desde que me desperté, estoy muy agotada, tal vez la muerte sería un buen descanso para mí, pero aún no puedo morir, primero debo asegurarme de que paguen lo que me hicieron y quizás después decida dejar esta miserable vida que me robó la posibilidad de ser feliz. Oigo sonar el teléfono de la cocina, me levanto de un salto y corro para atender.

-¿Hola?

-¡Samantha! -Logro reconocer la voz de mi tío -¿Cómo has estado?

-¡Hola tío! -Exclamo alegremente -Muy bien, ¿y usted?

-Bien, sobrina. ¿Ya te enamoraste?

Dejo escapar una carcajada y respondo:

-No, nada de eso tío. He estado disfrutando unas pequeñas vacaciones.

-Pensé que ya te habías enamorado porque hace tiempo que no sé nada de ti.

-¡Oh, lo siento tío! No he tenido mucho tiempo últimamente, cuando llego a casa solo me dedico a descansar.

-No te preocupes. ¿Vas a volver o planeas quedarte por allá? -Pregunta con voz tenue.

-Por los momentos planeo volver, esta ciudad me trae malos recuerdos.

-Aún no sé lo que te hicieron por allá, pero sea lo que sea, te hizo mucho daño... tanto así que nunca me has platicado de eso.

-Es algo que prefiero que nadie se entere, algo que yo misma quiero solucionar. -Mi voz es fría.

-Solo espero que no te metas en problemas... recuerda que eres lo único que me queda. -Se escucha quebrantado -Y sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

-Gracias tío, y procuraré no meterme en ningún problema.

-Eso espero. -Replica -Cuídate mucho.

-Gracias tío, igual usted. -Cuelgo el teléfono.

Mi estómago ruge y solo puede significar una cosa: Hambre. Preparo algunas tortillas y me sirvo un vaso de jugo de naranja. Al terminar de desayunar, me siento en el sofá y reposo por unos 20 minutos. Me pongo de pié y doy unos pasos hasta llegar a mi habitación, entro a la ducha y me quedo allí parada, mi cuerpo paralizado, mirando hacia la nada, pensando... pensando en... en nada.

Al estar vestida y preparada me dirijo a mi auto y conduzco hasta la casa del abuelo. Como siempre tardo dos largas horas en llegar y cuando lo hago, estaciono mi auto donde siempre y me dirijo a la cueva. 

En la cueva puedo olfatear un suave aroma a sangre, debería tener miedo o remordimiento, pero en vez de eso me lleno de alegría; he logrado asesinar a dos desgraciados, dos escorias que no merecían seguir viviendo, me siento bien conmigo misma. Doy unos pasos hasta la mesa donde se encuentran algunos instrumentos, tomo uno de los cuchillos y lo observo lentamente por ambos lados, recordando lo que hice con él. 

Mi plan para matar a Zad es hacerlo sufrir el doble que a los demás, aún recuerdo sus golpes y en la forma que se deleitaba al verme sufrir y por eso se va a lamentar cada minuto que esté en este lugar, hasta que por fin decida terminar con su vida.

Luego de casi dos horas en la casa del abuelo, salgo de allí en dirección a la ciudad, justo a la casa de Sisly. Antes de llegar me detengo en un restaurante y compro comida para llevar. Por fin llego hasta la casa de Sisly, su madre me recibe en la entrada y me guía hasta la habitación de Sisly, ella está acostada viendo el televisor, su madre se lleva las bolsas donde traigo la comida y yo me quedo a solas con su hija.

-Hola. -Digo en voz baja y audible para ella.

-Hola. -Responde sin mostrar ningún sentimiento.

-¿Cómo estás? -Me acerco un poco a la cama.

-¿Por qué lo hiciste? -Me mira y varias lágrimas se escapan de sus ojos.

-¿Hacer qué? -Estoy muy confundida.

-¡Asesinarlo! -Esa palabra me llega al corazón como una espada de doble filo.

-¿Asesinar a quién? -Me hago la tonta.

-Ya salió en las noticias que ultimaron a Pedro con dos disparos en la cabeza. -Su mirada es fría -Y... sé que fue usted...

-Sisly, yo...

-No debe decirme nada. No me molesta que Pedro esté muerto, la verdad es un alivio para mí, lo que realmente me disgusta es que sea usted la asesina.

-Hay muchas cosas que no sabes de mí y que no he tenido el valor de hablarte al respecto.

-Espero que tenga una buena razón para ser una asesina, porque... -Piensa un poco -me veré en la obligación de acusarla con la policía.

-Estás en todo tu derecho a hacer lo que desees. -Me encojo de hombros -No te puedo platicar sobre el tema aquí y tu aun estás de reposo.

-En una semana quiero saber todo sobre usted. -Medita por un momento y luego agrega unas palabras que duelen con solo escucharlas: -Y, confiaré en que no hará nada para callarme.

-Yo sería incapaz de hacerte daño. -Lágrimas salen de mis ojos.

Sin mirarme a la cara dice:

-Eso espero. Ahora quiero estar sola.

Me quedo de pié por un minuto y luego sin nada que decir salgo de la habitación secando mis lágrimas para que la madre de Sisly no sospeche nada, pero no la veo por ningún lado. 

Subo a mi auto y conduzco en dirección a la pradera que Bod me regaló, necesito pensar y ese es un buen lugar para hacerlo. Al llegar camino hasta el estanque y me siento al borde de este. La suave brisa acaricia mi cabello y se siente bien respirar en este sitio. Me invade la tristeza, Sisly se ha convertido en una persona importante para mí, no pensé que iban a encontrar el cadáver de la basura de Pedro tan pronto y eso arruina de tal manera mis planes. Debo silenciar a Sisly, no puedo permitir que ella me acuse con la policía, aun no estoy preparada para ir a la cárcel.

-Hola. -Puedo reconocer la voz rápidamente y mi corazón se alegra por la persona que está de pié detrás de mí.

Disculpen si hay faltas ortográficas.
¡Gracias por leer!

La Venganza de Samantha ✅🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora