32: Asesinato 3

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Camino lentamente y me coloco detrás de Zad y de un impulso le tapo la boca y la nariz con la gasa. Él rápidamente comienza a forcejear conmigo y tengo que aplicar mucha fuerza en él para que no logre zafarse. En cuestión de segundos pierde el conocimiento y cae tendido en el piso. Doy unos pasos en dirección al estante que contiene los libros, abro la puerta secreta de la cueva y avanzo dentro de ella, tiro la gasa en el plástico y regreso a la biblioteca a buscar a Zad. Lo tomo por los pies y lo arrastro hasta el centro de la cueva, lo ato de los pies de la misma forma que hice con Petter, lo cuelgo de cabeza. Agarro la cinta adhesiva y enrollo los brazos de Zad haciendo que queden fijados a su cuerpo. Aún no le voy a colocar cinta en la boca, quiero platicar un poco con él, es bueno saber sus últimos deseos antes de que muera.

Me dirijo a la lavandería y me cambio de ropa. Regreso a la cueva nuevamente. Zad comienza a despertar y yo lo observo sentada en el borde de la mesa acariciando ligeramente uno de mis cuchillos. Abre sus ojos y los entrecierra enseguida, luego de que sus ojos se acostumbran a la luz de la cueva, los abre completamente y me mira sorprendido.

-¿Qué es todo esto? -Su voz es ruda.

-Es tu cita con la muerte. -Digo, con indiferencia sin dejar de acariciar el cuchillo.

-¿De qué rayos estás hablando?

-Es hora de que pagues una deuda que iniciaste hace 10 años. -Me acerco poco a poco.

-No entiendo ni una sola palabra de lo que dices. -En su rostro se nota la confusión -¡Ya bájame de aquí! -Exclama chillando.

-¿Qué te hace pensar que te voy a bajar? -Hago una pequeña pausa -Hace 10 años yo quería que me soltaran de la cama donde me tenían atada, pero ni tus amigos y mucho menos tú hicieron caso a mis plegarias.

-No puede ser... -Abre frenéticamente sus ojos -¡Sabía que te había visto antes!

-No solo me viste, sino que también abusaste sexualmente de mí.

-¡Oye, éramos jóvenes y tontos en ese momento! -Una ligera sonrisa se dibuja en su rostro, pero sé que está muy asustado.

-No te traje aquí para que me des explicaciones y mucho menos para que te rías. -Clavo el cuchillo en su pierna izquierda. Un grito agudo de dolor hace eco en la cueva. Saco el cuchillo y un chorro de sangre comienza a salir de la herida.

Zad se retuerce del dolor y lágrimas salen de sus ojos.

-¡Ten piedad! ¡No me mates... por favor! -Dice en medio de chillidos de agonía.

-¿Piedad? ¿Dijiste piedad? -Doy unos pasos hasta la mesa y tomo un pedazo de cinta adhesiva. Me dirijo hacia él nuevamente -¿Acaso ustedes tuvieron piedad de mí? O mejor dicho, ¿acaso tú tuviste piedad de mí? -Le coloco un pedazo cinta adhesiva sobre la boca -No, no tuviste piedad. Entonces no exijas piedad, porque es lo menos que mereces.

Camino nuevamente hasta la mesa donde se encuentran todos mis instrumentos, tomo el corta tabacos de mi difunto abuelo y doy unos pasos hasta quedar al lado de Zad.

-Tus dedos son bastante finos y largos. -Dejo escapar una sonrisa maliciosa -Lástima que deba cortarlos... tocaron mi cuerpo y eso es imperdonable. -Escucho los murmullos de terror de Zad. -Tranquilo, prometo que dolerá mucho. -Suelto una carcajada.

Introduzco con fuerza el dedo meñique de Zad en el corta tabacos y sin pensarlo mucho, lo corto. Un grito ahogado de dolor es lo que escucho en este momento. Veo la mitad del dedo en el piso y siento un poco de asco, sin embargo, corto otro dedo, esta vez el dedo medio. Zad vuelve a soltar un grito ahogado de dolor. Lo observo retorcer de dolor y eso me causa mucho placer. Dejo el corta tabacos en la mesa y tomo el martillo.

-Si has ido al médico, tal vez sepas lo que te voy a hacer. -Está llorando como un niño cuando le quitan su chupeta, pero no me da lástima verlo así.

Con el martillo golpeo con fuerza las rodillas de Zad, después de dos golpes en cada una de las rodillas, una de ellas parece estar rota. Dejo el martillo en la mesa y agarro rápidamente el taladro y me detengo delante del mal nacido y perforo con el taladro sus brazos. Sangre sale de sus heridas y aun no estoy complacida con su sufrimiento. La mirada de Zad suplica clemencia y sus gemidos cada vez se hacen más fuertes. 

Después de tres perforaciones con el taladro, me dirijo a la mesa y cambio mi instrumento por la sierra eléctrica la cual conecto en un enchufe eléctrico cercano al lugar donde está colgado el idiota de Zad. Estoy de pié frente de él, me mira con gran sufrimiento, enciendo la sierra y el sonido es como música para mis oídos. Los ojos de Zad parecen que quieren salirse de su rostro y él gime desesperado. Paso suavemente la punta de la sierra por su pecho, de manera que solo roce su piel y haga pequeños cortes. Chispas de sangre saltan a mi rostro al cortar un poco la piel de Zad y él se retuerce del dolor y también de desesperación. Luego de hacer varios cortes con la sierra, Zad parece perder el conocimiento por unos minutos, ya es hora de acabar con su sufrimiento, dejo la sierra a un lado de la mesa y alcanzo uno de mis cuchillos. Camino lentamente hasta pararme delante del idiota mal nacido y le entierro el cuchillo en el pecho, justo sobre su irritante corazón.

Como siempre, enrollo el cuerpo en el plástico y lo arrastro hasta el patio de la casa. Busco el frasco de gasolina y el encendedor en el garaje y le prendo fuego al cadáver de Zad. Me quedo de pié observando como el fuego consume lo que antes era el cuerpo de un hombre, no, él no merece ser llamado hombre, una bestia, eso es lo que realmente era. Cuando el fuego se apaga me dirijo al garaje, guardo lo utensilios. Conduzco el auto de Zad y lo estaciono al lado de los otros carros de mis victimas. Entro a la casa y me doy una ducha, me visto con mi ropa y pongo la que me quité a lavar mientras limpio los lugares por donde arrastré el cadáver, y también limpio mis instrumentos.

Todo está listo, así que subo a mi auto y conduzco con destino a mi casa, tengo una cita con Bod en la tarde y quiero estar lista para cuando él llegue.


Disculpen si hay faltas ortográficas.
¡Gracias por leer!

La Venganza de Samantha ✅🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora