De vuelta a la cabaña

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Erik, Lucas, Sergio y Axel iban en el coche en dirección a la montaña, en la teoría solo tenían que ir allí una sola vez, el día de la carrera de orientación, y esa ya iba a ser la cuarta.

Llegaron a la bifurcación y Axel se quedó con el coche mientras los tres chicos se adentraban por ese casi invisible camino. Nadie había hablado desde que se habían despedido de las chicas delante de la casa de Jenna, y es que nadie podía prever que se encontrarían allí. Sin darse cuenta estaban siguiendo las indicaciones de un asesino. Se dirigían a su última casa, la cabaña donde había vivido los últimos meses. Una cabaña que solo conocían ellos, Alberto y su hermana Lucia. El resto de la gente ya ni se acordaba de la existencia de esa vieja choza, si alguien lo hubiera sabido hubiera sido más fácil coger al asesino.

Llegaron al claro en el cual reposaba la cabaña. Una cabaña de madera que en sus inicios había sido muy acogedora pero que con el paso de los años se había transformado en lúgubre y mugrienta, aparte de que le faltaban ventanas por donde algunas ramas de algún árbol se habían colado dentro.

Los chicos no sabían que buscaban, ni tan solo que tenían que hacer, ni que se iban a encontrar, solo que debían ir allí, y allí se encontraban. Con la cabeza llena de pensamientos extraños, no sabían si entrar o quedarse fuera por si acaso, pero si se quedaban fuera no había servido de nada venir. Pero si entraban quizás era una trampa… Al cabo de mucho rato de silencio y miradas de incomprensión entre los tres chicos, parados delante del umbral de la puerta, decidieron entrar y echarlo todo a su suerte.

El primero en dar un paso hacia dentro de la casa fue Lucas, tan buen punto puso un pie dentro paró de golpe, el suelo de madera chirrió pero no pasó nada. Siguió hacia delante con cuidado seguido por Erik y Sergio.

Los chicos aun que no lo reconocieran ni lo mostraran sentían una extraña opresión en el pecho, tenían miedo, aun que solo fuera un poco, como en el caso de Sergio, el medio rubio sabía que tenía el mismo nivel que Alberto y que se podía defender perfectamente. Por lo contrario Lucas tenía mucho más miedo, sabía lo que había hecho Alberto con sus amigos, primero Vicky después Fran, aun que pensaba que Fran había tenido, en parte, suerte de que Alberto lo matara, ahora no estaría sufriendo como ellos, no sufriría la perdida de Vicky, pero él tenía miedo, tenía muy reciente la muerte de su primo Marc, además le había prometido que cuidaría de Claire y al mínimo momento la habían secuestrado y ahora la pelinegra estaba traumatizada, y aun más por culpa de la muerte de Marc, y él no sabía qué hacer.

Erik por su lado, tenía miedo, no tanto como Lucas pero más que Sergio, no había llegado a conocer demasiado a Alberto y lo veía por un lado fuerte, por todo lo que había hecho, pero por el otro lado lo veía débil, él, quizás no sabía por su propia piel que se sentía cuando matabas a alguien, pero su padre lo había sabido, y lo había llegado a comprender muy bien, además había una cosa fundamental que le quitaba el miedo, la sed de venganza.  Alberto había matado a su padre cuando Alexander no tenía ninguna culpa, ni siquiera lo conocía, ¿porque tenía que haberlo matado a él, no se podía haber dado por vencido? No, tenía que aprovechar que estaba en la misma cárcel que su padre para seguir haciéndoles daño.

Pero ahora no tenían tiempo por pensar en todo eso, las chicas estarían preocupadas y debían volver cuanto antes.

- ¿Buscamos haber si hay algo raro y si no volvemos?- preguntó Erik rompiendo el silencio.

- Vale pues a buscar se ha dicho- comentó Sergio intentando animar un poco.

Todo estaba exactamente como el día anterior, nadie había entrado allí. Se pasaron unos diez minutos buscando en cajones armarios e incluso en el cuartel donde estuvo Claire encerrada. Pero no encontraron nada, o eso pensaban, porque habían ignorado lo más esencial, algo que parecía un libro pero no lo era, era una vieja libreta. Y no fue hasta que estaban a punto de irse que no la vieron. Tan solo abrirla se dieron cuenta de que eso era lo que venían a buscar.

Quién iba a creer que sería un asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora