Aspiro el dulce perfume que descansa sobre su piel y las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos. El chico desconocido deja el cartel en el suelo, sin despegar ningún segundo sus brazos de mi cintura. Tomo con más fuerza sus hombros y comienzo a llorar desconsoladamente. El chico frota mi espalda con dulzura, provocando que los pelos se me pongan de punta y pequeños temblores vibren por mi columna vertebral. Tanto necesitaba un abrazo como estos, que te hagan recuperarte. Los ojos me ardían, haciendo que más lágrimas rodaran por mi cara. El chico me mira y con su pulgar limpia las tibias lágrimas llenas de dolor que inundan mi cara. Se sienta en la vereda y me coloca en sus piernas, como una niña pequeña que se acaba de caer en un parque.
-¿Qué pasa, preciosa? Cuéntame, estoy aquí.
"Estoy aquí". Nadie me había dicho eso nunca en mi vida. Alguien se estaba preocupando por mí, sobre lo que me está pasando. Sus ojos reflejaban preocupación y ternura, lo que me hizo tranquilizarme un poco, ya no sollozaba. Mi pulso volvía a ser normal y el corazón no estaba a mil por segundo queriendo estallar en mi pecho.
-Cuéntame, estoy aquí -repite. Mis cuerdas vocales se enredan sin saber que articular. ¿Cómo empiezo? Los problemas eran interminables y algo me decía que se iba a aburrir de mi insignificante historia. Era mucho.
-Hermosa, no te preocupes. No importa cuán largos sean tus problemas. Tengo todo el tiempo del mundo. No llores más, por favor, me parte el corazón.
Abro la boca para hablar, pero un chico se acerca hasta nosotros y le toca el hombro. Él voltea y sonríe.
-Diego, ¿te quedarás acá? Con los chicos iremos a una comuna cercana -dice.
Diego, Diego era su nombre.
-Sí. Me voy a quedar acá. Avancen sin mí -responde Diego. Su amigo se da la vuelta dispuesto a irse con toda la junta de chicos, pero Diego vuelve a hablar-. Jorge, llévate mi cartel. Creo que lo necesitarás más que yo.
Él me mira y acaricia mi mano. Bajo la mirada, con las mejillas ruborizadas.
-Dale, adiós -el chico llamado Jorge toma el cartel y se lo lleva cargándolo en su espalda. Diego vuelve su mirada a mí. Mi pecho se contrae y lo único que quiero es volver a abrazarlo.
-Empieza, cariño.
Las palabras que estoy por decirle me queman la garganta. Lucho contra el gran nudo que se posa en mi estómago evitándome hablar. Y de una vez por todas, suelto todo lo que tengo atrapado en mi corazón.
-Mi vida es un asco. Desde que me mudé acá, he sufrido de bullying en mi colegio. Hoy una chica me tiró una soda en la cabeza y me botaron el almuerzo. Mis padres se están divorciando, mi mamá está con un tipo que ya la dejó embarazada y esa hermanastra... se podría decir que ella se está convirtiendo en mi vida -sollozo. Diego me mira con dolor y con el ceño levemente fruncido-. Mi hermano murió hace un mes y a mi abuela le diagnosticaron cáncer. Creo que eso es un resumen de todo lo que me ha pasado. Ya es suficiente.
Diego apreta los labios y me abraza otra vez. Me da un beso en la mejilla y hunde su nariz en la cima de mi cabeza. Sus fuertes brazos me envuelven dándome calor y me hacen olvidar el horrible clima que cubre toda Detroit. Ya no se escuchan ni las conversaciones de millones de chicos, ni murmullos del viento al soplar. Sólo escucho la respiración de Diego. Su boca busca mi oído.
-Creo que ya la vida te ha dado lo justo y necesario de dolor. Pero mírate. Mira en lo que te has convertido. En una persona fuerte. Todo lo que has podido soportar, seguir aquí, es increíble. No dejes que vuelvan a tratarte como la débil, porque eso es el más lejano adjetivo que te califica. Eres la persona más fuerte que he conocido.
Lo estreché más a mí y lágrimas cayeron de nuevo por mi rostro. ¿Cómo una persona que no me conoce puede decir aquellas cosas de mí? Tal vez tenía razón. Yo todavía sigo aquí aguantando todo lo que sucede, y todas esas cosas pasan cada segundo de mis días. Aprendí como sobrevivir. Como soportar. Y creo que lo he hecho bien. Pero lo malo, es que no hago algo para que dejen de hacerlo.
-Pero ya no te angusties. Después de la lluvia, sale el sol -deposita un beso en mi mejilla-. Desde ahora, serás feliz. Tu hora de sufrimiento ya acabó -se levanta del suelo y me da la mano para ayudarme a pararme-. Ahora todo será felicidad. Sonríe para mí, por favor. Quiero ver esa hermosa sonrisa que tienes.
Bajo la mirada y me limpio las lágrimas. Lo miro intentando no hundirme en su hermosa mirada. Diego dibuja una sonrisa y muestra su perfecta dentadura. Me cuesta. Me cuesta mucho hacer una verdadera sonrisa. No quiero fingirla.
Diego hace una mueca y hace una cara chistosa. Y de la nada la risa se apodera de mi boca y las comisuras se me curvan. Me tapo la boca de lo asombrada que estoy. Diego camina los escasos pasos que nos separan y me eleva por los aires. Yo me río y él ríe conmigo. Me suelta delicadamente hasta que mis pies tocan el suelo y le sonrío.
-Tienes una sonrisa preciosa.
El calor sube a mis mejillas.
-Gracias, Diego.
-Por cierto, ¿cómo te llamas?
Me río. Me da todos esos consejos y yo ni siquiera le digo mi nombre. Soy una completa inútil. Me muerdo el labio.
-Martina.
-Espero verte de nuevo, Tini -sus labios se posan en mi frente-. Tengo que volver a la junta. Fue un gusto conocerte y espero haber ayudado en algo -sonríe. Tiene la sonrisa más bonita que haya visto.
-Gracias, de verdad -mi voz es un débil susurro. Él se coloca frente de mí y sus brazos se enredan en mi cintura una vez más.
Ojalá hubieran carteles de abrazos gratis todos los días, pero que sólo Diego esté para dármelos.
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Abrazos Gratis |Dietini|
Fanfiction"Algunas veces no encontramos las palabras adecuadas para expresar lo que sentimos, el abrazo es la mejor manera. Hay veces, que no nos atrevemos a decir lo que sentimos, ya sea por timidez o porque los sentimientos nos abruman, en esos casos se pue...