Capitulo 8

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Diego me deja en la puerta de mi casa y me abraza por más de un minuto. Me da un beso en la mejilla y me dice que pasará por mí mañana. Le respondo con un "está bien" y él ríe porque mis mejillas se volvieron a tornar de un color rojo carmesí. Lo veo alejarse y desaparecer a través de la abundante neblina que se esparce por la ciudad.

Entro a mi casa y está todo a oscuras. Rápidamente subo las escaleras tratando de no hacer el mínimo ruido. Logro con dificultad llegar a mi pieza. Me saco la ropa y me coloco el pijama. Me meto a la cama y en menos de dos segundos, estoy dormida.

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El molesto sonido de mi celular que se vibra contra mi velador me despierta. Me froto los ojos con mis manos. Me duele la cabeza y tengo mucho sueño. El cielo está nublado y en cualquier momento puede que llueva. Veo mi celular a duras penas y es un mensaje de Mechi. Lo ignoro completamente y me levanto de la cama. Mi estómago me pide a gritos algo para comer. Bajo a la cocina y no veo a Robin, el novio de mi mamá, sentado sobre el sillón donde casi siempre está. Me preparo unos cereales con leche y subo para ver sí está Cande. La cuna está vacía. OK, esto está empezando a asustarme.

Me doy la vuelta y me encuentro con mi mamá. Me sobresalto.

-Hasta que por fin te despiertas, Martina -dice, con los brazos cruzados-. ¿Por qué llegaste tan tarde ayer?

-Estuve con alguien -me encojo de hombros. Odio que mi mamá haga eso, que cuando le conviene me ande preguntando que andaba haciendo o cosas así.

No me contesta. Bueno, es típico, así que no le doy importancia. Voy hasta mi alcoba y veo la hora en el celular. Casi me desmayo ahí mismo. ¿Son las 15:45? ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Tanto dormí? Esto es imposible.

Escucho el timbre sonar y a continuación los gritos de mi mamá diciendo que abra la puerta. Arg, claro, estoy en tan buenas condiciones que feliz voy a abrir la puerta para que un desconocido se ría de mí al verme con pijama a estas horas de la tarde. Me coloco un jersey viejo encima que me llega hasta la mitad del muslo y salgo con mis zapatillas a abrir la puerta. Bajo las escaleras mientras bostezo.

Abro la puerta esperando que sea el cartero, el chico que entrega el diario o Betty, la vecina. Pero me encuentro con aquel chico de ojos miel apoyado sobre el marco de la puerta. Él me mira y sonríe tiernamente. Yo, seguramente, estoy con una mandíbula de unos tres metros. ¡Verdad que hoy iba a salir con él! Oh, mierda.

-Diego, yo... -titubeo-. Yo...

-¿Te quedaste dormida, hermosa? -me mira de arriba a abajo y me sonrojo. Ya no puedo ni siquiera taparme con la puerta. En mis pensamientos sólo abunda la frase "¡Trágame tierra, por favor!".

-Eh... sí -murmuro-. ¡Qué vergüenza! Estoy horrible...

-Te ves hermosa recién levantada.

Debe estar bromeando. Volteo mi cabeza para chocarme con el espejo que tenemos casi a la entrada. Estoy con el maquillaje corrido, con la cara somnolienta y el cabello despeinado. Oh, sí, muy hermosa.

-¿Podrías esperarme unos veinte minutos para bañarme, vestirme e irnos? -digo con las mejillas rojísimas-. Puedes entrar sí quieres...

-Claro, yo te espero -sonríe. Me asombra que se tome con tanta tranquilidad mi indecente problema y que me trate aún así de horrible como una princesa.

-¿Quieres un vaso de jugo, agua... algo?

-No, gracias.

Escucho las sandalias de mi mamá bajando las escaleras. Lo que faltaba. Le susurro a Diego que no diga nada. Él me mira confundido.

-Martina, para tu información Robin y Cande... -deja de hablar al ver a Diego sentado en el sofá. Mi mamá me mira y una sonrisa de sorpresa pasa por su boca. Maldita sea-. ¿Y quién es este muchacho? ¿Desde cuándo tienes novio, Martina?

Abrazos Gratis |Dietini|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora