Capitulo 37

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Cuando estamos caminando juntos de la mano, estoy tan desorientada de la realidad por las fuertes declaraciones de su pasado y además por nuestras manos entrelazadas, que no me doy cuenta después de varios minutos que no estamos yendo camino a la casa de Lodo. Me humedezco los labios y me detengo. Él me mira confundido y se coloca enfrente de mí.

-¿Qué sucede?

Tengo que sacudir la cabeza para no hundirme en sus brillantes ojos. Miro hacía otro lado.

-¿Iremos a tu casa? -pregunto. Ósea, no tengo ningún problema, pero Lodo se enojará. Menos mal que traje mi teléfono para cualquier cosa.

-Sí, ¿quieres que nos devolvamos? No me molesta.

-No, no. Quiero ir.

Diego me sonríe y seguimos caminando. Agradezco para mis adentros que su casa esté a sólo a dos cuadras. Seguimos un poco más, hasta que puedo ver al guardia sentado, tomando su café y lo saludo. Él me mira con sorpresa y me agita la mano, alzando su taza. Yo suelto una carcajada. Diego me guía hasta su casa. Miro la hora en mi celular, las 00:21. Es exageradamente tarde.

Subimos las escaleras sin hacer ruido porque todo está apagado y Mari y los niños están durmiendo. Abre la puerta de su habitación y la cierra cuando ambos estamos dentro.

-Quédate conmigo, esta noche. -susurra a través de la oscuridad. Yo tomo mi labio inferior entre mis dientes, con toda la sangre acumulada en mis mejillas.

-Está bien -mascullo con dificultad.

Siento como sus manos temblorosas se posan en el inicio de mi chaqueta, buscando el cierre. Yo misma me desabrocho la chaqueta, dejándola colgada en una silla. Me deshago de mis pantalones, sin pudor, sé que no pasará nada malo. Tengo la suficiente confianza para hacer esto. Me dejo el sujetador, mi remera y bragas. Veo como un rayo de luna se filtra por la ventana y puedo observar como la silueta de él está sentada en el borde de la cama, ya con su torso desnudo y sus piernas descubiertas.

Por un momento me quedo sin aliento, pero doy los escasos pasos que me separan de él. Se mete bajo las sábanas y lo imito. Sus brazos me rodean la cintura, envolviéndome en una cálida ola de sensaciones que me ponen la piel de gallina. Nuestras piernas se entrelazan y deslizo mi mano por su cuello, acariciando la porción de pelo creciente en su nuca.

-Gracias por quedarte -dice en un tono bajo. Siento su aliento mentaloso fundiéndose contra mi rostro. Me acerco un poco más y nuestras narices chocan.

-Lo único que quiero es estar contigo. -musito.

Sus labios envuelven los míos, llenando la última pieza del rompecabezas. Ya todo está hecho. Estoy junto al hombre que... quiero. ¿Amo? No lo sé. Los latidos de mi corazón se hacen más fuertes y la circulación de la sangre comienza a acerlerarse. Paso mis manos por su espalda y mis ojos se llenan de lágrimas al tocar algunos cortes ya con cicatrizados con la costra. Dejo el beso por mis sollozos, escondiendo mi rostro en su cuello.

-No llores, por favor -murmura en mi oído, enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Me aferro más a su agarre y sus brazos tocan mi piel descubierta. Siento que mi piel quema y pica, pidiendo a gritos ser tocada. Diego oye mis pedidos y traza un camino de caricias exquisitas por mi espalda. Las lágrimas caen por su torso, empapándolo en gotas de agua salada.

-Ya no lo haces, ¿verdad? Júramelo por lo que más quieras. -lloriqueo pegando nuestros pechos. Siento como corrientes eléctricas atraviesan los músculos de mi estómago cuando su boca se une con la mía.

-Lo juro por tí. -dice, y por encima de la luz de la luna, puedo ver como sus ojos están haciendo una mezcla de miel con trozos de avellana y sé que me están diciendo la verdad. Lo aprecio una vez más, admirando su rostro perfecto.

-Te quiero muchísimo.

Deposito besos por su fuerte mandíbula y sigo por su cuello y esbozo una sonrisa al sentir como su cuerpo se estremece con cada movimiento. Paso mi lengua lentamente por su mentón hasta su boca, para fundirnos en un beso apasionado.

-Vamos, duerme. Apégate a mí, tengo frío.

Me coloco a espaldas a él y su cuerpo pegado al mío me hace sentir en el paraíso. De poco a poco, mis párpados pesan y mi cuerpo se relaja al instante al tener sus brazos a mi alrededor. Y luego con un "dulces sueños, princesa" y un beso húmedo en mi cabello, caigo rendida en los brazos de Morfeo.

Abrazos Gratis |Dietini|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora