Capitulo 14

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Pasaron dos semanas desde que me reconcilié con Diego.

Según yo, las cosas han empeorado. Cada día que pasa, algo sucede mal. Ya no tengo tiempo para ir a las juntas, paso casi toda la semana en detención, por faltarle el respeto a los profesores, quedarme dormida en clases o por no hacer las tareas. Agradezco que mis calificaciones sigan normales. El director Wright no tuvo más remedio que citar a mi mamá a una pequeña conversación sobre mí, donde discutieron mis problemas en el colegio y en mis asuntos personales. No salgo de mi cuarto porque siento que no tengo ganas de hacer nada, duermo todo el día, como lo mínimo y siento que cada día mi organismo se está pudriendo más y más.

Me veo a mi misma como una persona que sobra, que sólo ocupa un espacio. Mi mamá se ha dado cuenta de eso, me ha llevado al hospital, tengo unos cuantos problemas de nutrición, poca vitamina, proteína y unas cuestiones más que no me acuerdo. Mamá dice que es porque no me toma mucha atención, pero realmente no veo el problema de porqué estoy así.

Me ha contratado un psicólogo, al que voy martes, jueves y viernes. Mercedes ya no me habla mucho, sólo sí es para hablar que Diego le gusta cada vez más o para que le de las respuestas en las pruebas, Diego se ha distanciado mucho de mí y lo entiendo, ¿a quién le gustaría andar con una moribunda como yo? Me siento a morir.

Pero la gente está sintiendo lástima por mí y ya no sufro de golpes por parte de las porristas y de los jugadores de fútbol. Llego a dar tanta pena que hasta mi ex mejor amiga, Lodovica (sí, la capitana de porritas) me acompañó al baño a limpiarme la cara porque me pilló llorando sola en los pasillos. Conversamos un poco y me ha dicho todas aquellas razones por las que antes me hacía daño, y le encontré toda la razón de que lo haya hecho, porque nuestra amistad acabó por culpa mía, y reconozco que le hice mucho daño.

Nos hemos perdonado y va casi todos los días a mi casa, se ha salido del equipo de porristas para poder concentrarse en los que en verdad importa, me habla en los recreos y se sienta junto a mí en las horas de clases y en el almuerzo. Pienso que es la única persona que me ha servido de apoyo en mi asqueroso período en el que estoy.

Hoy es viernes y estoy saliendo de la consulta de mi psicóloga. Lodo me está esperando sentada en unos de los sillones de la sala de estar, hojeando una revista. Cuando se da cuenta que de nuevo he llorado (me desahogo demasiado en las consultas), se levanta y me abraza.

Cuando sus delgados brazos pasan por mis debiluchos hombros, recuerdo el día donde conocí a Diego. De cómo me trato, de cómo me ayudó en mis problemas, en como me empujo para seguir adelante. ¿Él seguirá yendo a las juntas? Debería ir. Hace semanas que no voy. Podría llevar a Lodo también.

-¿Cómo te fue? -me pregunta Lodo. Me coloca un mechón de cabello detrás de la oreja y tira la revista que aún tiene en la mano sobre el estante.

-Bien, como siempre -hago una mueca. Es agradable y a la vez tan insoportable ir a un psicólogo. Es bueno porque puedes desahogarte y sacarte todo el peso de encima, pero lo insoportable es que sabes que ese profesional sólo está escuchándote para poder ganar dinero, ese es tu trabajo y te frustra la idea que él sólo está tomándote atención porque simplemente es para lo que estudió. No valora todo lo que has pasado.

-¿Nos vamos? -me dice Lodo. Asiento con la cabeza y caminamos al estacionamiento donde está su camioneta negra-. ¿Dónde quieres ir? ¿Te llego a tu casa?

-No -contesto apoyando la cabeza en el ventanal-. ¿Podrías dejarme en la próxima estación de metro? Tengo que hacer algo.

-No entiendo. ¿Por qué quieres ir ahí? -dice con la mirada fija al frente. Para en un semáforo rojo y se voltea a mirarme.

Abrazos Gratis |Dietini|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora