Por la hermosa rabia que estoy sintiendo ahora, pateo el sillón que está a mi lado y me lastimo el pie. Sonrío mientras me quejo, y entiendo perfectamente las cosas que me provoca Diego. No puedo estar ni un segundo enojada con él. Es tan tierno y lindo que evita que está enrabiada con él.
Salgo de la casa y la lluvia golpea el suelo con más fuerza. Hasta creo que ya empieza a caer granizo. Me monto en la moto y me coloco la capucha antes de partir. El viento congelado me pone los pelos de punta, tengo las manos blancas de tanto apretar mis dedos contra el manubrio y mis dientes castañean con mucha rapidez.
Tengo demasiado frío. Tuve que haberme puesto un abrigo encima o algo; ahora estoy sufriendo las consecuencias.
Con dificultad por el clima, llego a la clínica. El aire acondicionado cálido que te recibe en la puerta de entrada hace que mi piel se erice. Es una sensación tan deliciosa sentir algo caliente cuando afuera hay temperaturas bajísimas.Cuando llego a la sala de espera, veo el reloj que cuelga de la pared: las 13:29 PM. Pareciera como si fueran las diez de la noche. El cielo está cubierto de nubes grises que oscurecen tanto el cielo hasta dejarlo de un azul opaco, matizado con negro. El viento es fuerte y arrasa con los árboles, doblándolos en todas direcciones y haciendo que una gran cantidad de hojas vuelen lejos. En un par de ocasiones se escuchan truenos que resplandecen en la oscuridad y es bonito, pero no es agradable que Lodo siempre suelte un chillido al escuchar uno de esos.
Diviso al final del corredor la cabellera de Lodo, la cabeza del doctor y Paolo. Están hablando, Lodo está con los brazos cruzados y Paolo asiente levemente con cada cosa que dice el doctor. Me lamo los labios y camino con paso inseguro hacía donde ellos están. Cuando no mido mis pasos, me doy cuenta de que ya estoy junto a ellos y tres pares de ojos me miran fijamente, callados y sin expresión. El color carmesí se apodera de mis mejillas y bajo la cabeza de mala gana.
-Martina... -una voz retumba en mis oídos.
Me volteo y me pierdo en su mirada que extrañaba tanto ver. Realmente echaba de menos hundirme en sus ojos lo más profundamente posible, hasta ver ese brillo especial que salta alrededor de sus negras pupilas y lo radiante que puede llegar a ser ese color avellana tan único que tienen sus ojos. Estoy tan atontada que tengo que sacudir la cabeza y apoyar bien los pies sobre el suelo porque las piernas me flaquean. Su intensa mirada tiene tanto poder en mí.
-Te extrañé, bonita -dice enrollando sus brazos en mí y mi piel se pone de gallina al sentir su candente piel sobre la mía que está a millones de grados bajo cero. El frío se me quita instantáneamente y una sonrisa se me dibuja en la cara al ver que sus labios presionan contra mi pómulo.
Lo feliz se me quita cuando veo la esculturada silueta de Mercedes caminando hacía nosotros. Sus caderas se menean con elegancia, sus formadas piernas están cubiertas de una tela muy ajustada de jean y se le ven aún más largas con los tacones de diez centímetros que está usando. Su cabello con unas ondas preciosas caen en cascada por su espalda, está bien maquillada, sin ninguna imperfección en el rostro y su abrigo apretado que hace resaltar su esbelta figura.
Miro hacía el suelo, analizando que malo hay en mis jeans algo grandecitos, el chaleco que me queda volando por los muslos, las converse desgastadas y maltratadas que por la caña me logran subir un centímetro de estatura. Mi cabello, algo húmedo por la lluvia, pero lo bueno es que huele a champú de frutas. Mi rostro, sin ninguna pizca de maquillaje, ya que no alcancé a hacerlo cuando estaba en casa. Me muerdo el labio mientras ignoro como el cuerpo de Mercedes se apega al de Diego para darle un abrazo. «¡Aléjate de él! -grita mi mente-. ¡Es mío!».
-Hola -murmura Mercedes. Yo levanto un poco la cabeza. No tengo ni el más mínimo interés en saludarla. Me quedo seria, intentando evitar la mirada de Diego, que sé que está suplicando que no haga ninguna rabieta contra ella.
-Hola -le respondo. Fría. En un volumen casi inaudible.
Me volteo hacía Lodo y ella está tecleando algo en su celular. Sus dedos se mueven con seguridad y lo hace muy rápido, que me marea ver como sus uñas de color fucsia se desplazan a la velocidad de la luz sobre las letras que aparecen en la pantalla de iPhone. Cuando se da cuenta que estoy parada a su lado, apreta el botón "enviar" y guarda el celular en el bolsillo de su abrigo. Se levanta del asiento y posa sus ojos en mí. Toma una gran cantidad de aire en sus pulmones y suelta:
-Martina, tu mamá está en estado de coma.
Su voz es tan dura, precisa y en lo más profundo sé que quería decírmelo desde un principio. Está dolida, ya que sus ojos están cubiertos en una capa de agua y está tratando de no pestañar para no soltar las lágrimas.
Yo simplemente me quedo muda y recuerdo la muerte de mi hermano y la muerte de mi abuela hace unos pocos meses. Sabía que pasaría. Mamá morirá. Estoy destinada a sufrir y quedarme sola. Entiendo que soy una mala persona, pero creo que la vida me está dando demasiadas cosas que me hacen retorcerme del dolor. No estoy tan mal al escuchar que mamá ya no estará conmigo en el futuro; simplemente estaba advertida que pasaría. Mi corazón está lastimado y siento como el llanto inunda mis mejillas lentamente.
Retrocedo unos pasos al ver que Lodo está avanzando hacía a mí para darme un abrazo. No puedo más, porque la pared me bloquea el paso y no estoy lo suficientemente fuerte para correr porque las piernas me flaquean y no me responden. Mi espalda se resbala contra el muro de concreto y quedo sentada en el suelo. Escondo mi cabeza en mis piernas y empiezo a sollozar suavemente, tratando de hacer el menor ruido.
-Tini, lo lamento...
-Por favor, déjame sola -le susurro. Ella acaricia mi hombro y escucho como el sonido de sus tacones empieza a desvanecerse más y más, hasta hacer un estruendo sordo. Ella sabe que cuando estoy así necesita dejarme sola, no sirvo para tomar consejos y palabras de ánimo cuando estoy en este estado. Todo se me da vuelta y acabo haciendo lo opuesto, lo que provoca agregar más errores a mi lista de equivocaciones que tiene infinitas páginas.
Oigo después de un rato, que unos tacones con paso apresurado se dirigen hacía donde estoy. Si es Lodo no quiero hablar con ella, todavía no estoy en condiciones. Pero me sorprendo al ver entremedio de mis cabellos, no una melena marrón, sino una rubia con ondas definidas. Posa una mano en la mía, que está sobre mis rodillas. No me atrevo a levantar la cabeza, por lo que la hundo más entre mis piernas.
-Déjame ayudarte... -musita Mercedes. Eso me enfurece, estoy segura que sólo lo hace por lástima y no porque quiere. ¡Ella ya salió de mi vida! ¡No quiero nada con ella!
-¡No! ¡Vete!
Se queda un rato en silencio, pero yo lo rompo con mis llantos desesperados que llenan el pasillo. Ella comienza a apretar mi mano y yo la quito bruscamente.
-¿Por qué eres así conmigo? ¿Después de todo? -murmura con dolor. No le creo nada su actuación de niña inocente. Echa una furia levanto con violencia la cabeza.
-¿A qué te refieres? -pregunto amenazante. Ella palidece y sus ojos verdes se llenan de confusión y se dilatan con facilidad. Sus labios se tranforman en una línea.
-Yo fui la única que te apoyé cuando todos te ignoraban -responde, mirando hacía la nada-. No puedes decir que no.
Siento como llamaradas de fuego se apoderan de mis venas y la ira recorre mis venas con intensidad. Estoy rojísima. Me levanto del suelo con rudeza y la miro con desprecio, pero una ola de tristeza me sumerge a la vez.
-Pero me quitaste lo que más quería.
ESTÁS LEYENDO
Abrazos Gratis |Dietini|
Fanfiction"Algunas veces no encontramos las palabras adecuadas para expresar lo que sentimos, el abrazo es la mejor manera. Hay veces, que no nos atrevemos a decir lo que sentimos, ya sea por timidez o porque los sentimientos nos abruman, en esos casos se pue...