Capitulo 31

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Abro los ojos tanto que es como sí se me fueran a salir de órbita. Diego esboza una pequeña sonrisa y pasa lo que tenía que pasar. Los mejores amigos siempre terminan besándose en algún momento.

Al sentir sus labios chocando con los míos siento como mariposas vuelan y se esparcen en cada centímetro de mi cuerpo. Luego, su mano se desliza por mi cintura hasta mi nuca y en un leve movimiento, mi boca encaja en la suya perfectamente. Yo estoy inmóvil, con los nervios en mi cabeza hablando a gritos, que están animándome a hacer algo. Pero ahora no me puedo controlar. Tengo al chico que me gusta encima de mí, con su mano dando roces en mi cuello, con sus labios moviéndose contra los míos.

Cuando todo se me sale de control, estoy yo encima de él. Tiene sus manos alrededor en mi cintura, yo con las manos enredadas en su cabello. El calor me inunda las mejillas al darme cuenta de lo que estoy haciendo.

La mano de Diego se introduce lentamente debajo de mi jersey. Me quema la piel su toque, como su dedo índice emite pequeños círculos en la parte media de mi espalda. Me pone en un lío tremendo escuchar como nuestros labios se juntan, luego toman una gran cantidad de aire, para luego volver a unirse entre sí. En como su lengua de poco a poco se sumerge en mi cavidad bucal y se entrelaza con la mía a ratos. Después, del paso de el juego de lenguas al de dientes, al darme pequeños mordiscos en el labio inferior, que provoque que mis labios duelan, pero no es un dolor de sufrimiento, sino un dolor placentero.

Mientras comenzamos a levantarnos de la cama (no tengo ni la mayor idea de porqué hicimos eso), Diego me acorrala a la pared. Yo tengo que colocar todo mi peso en las puntas de mis zapatillas, porque Diego es demasiado alto para mí. Lo tomo de la nuca y de poco a poco llevo su boca para que se funda contra la mía. Suelto una risita al sentir en como sus labios se desconectan un poco de los míos y deposita húmedos besos en la parte de mi mandíbula, pasando por la parte del cuello, la clavícula y abajo de la oreja derecha. Cierro los ojos ante la sensación.

Nos separamos. Levanto la mirada y me hundo en sus ojos. Están más brillosos que nunca. Su respiración está agitada, tiene el cabello desordenado y revuelto, los labios hinchados y rojísimos y la ropa desarreglada. Me observa con una oscura y profunda mirada, entiendo el mensaje.

Necesita más.

Acuno su rostro en mis manos y acaricio su mejilla. Él toma mis manos y las entrelaza con las de él. Su boca presiona contra mi frente, dejando un camino por mi nariz, hasta llegar a mi boca y volver a besarnos.

-¿Qué me estás haciendo, Martina? -susurra entre besos.

No le respondo. No sé en que sentido está usando esa pregunta. Además, no lo sé. No tengo ni la más mínima idea de que está causando en mí, también.

Sus dientes aprietan suavemente mi labio inferior, y puedo sentir como cada vez aumenta la fuerza. Lo miro a los ojos, ahora sin miedo. Sin vergüenza.

-¿Qué nos está pasando, Diego? -le pregunto. Él libera mi labio y se humedece los de él. Hago lo mismo en un acto involuntario, como sí quisiera saborear una y otra vez el gusto de su boca.

-Está amistad ya escondía demasiadas cosas, Martina -susurra rozando mi boca con la de él-. Que ya era el tiempo de ser confesadas.

¿Sabe que le gusto? No entiendo. Debería... no, mejor no.Martina, no pienses. Deja que las cosas fluyan.

-¿Cómo un tipo de secreto? -digo acariciando los cabellos que crecen en la parte de atrás de su cuello-. ¿Qué secreto, Diego?

Él sonríe y no puedo evitar que mis mejillas se tiñan de fuertes tonos de rojo.

-No importa. -musita y me levanta el mentón-. Bésame otra vez

Abrazos Gratis |Dietini|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora