Ahora estábamos todos en el auto de Lodo. Ellos intercambiaban algunas palabras, pero yo estaba tan sumergida en mis pensamientos que sólo miraba a un punto vago del suelo, con la cabeza apoyada en la ventana. Todavía las cosas que estaban pasando no me cabían en la cabeza. Me siento mareada, débil y vulnerable.
¿Qué hubiera sido de Diego sí él no hubiera echo aquel trato? Estaría acostada en una camilla de hospital fingiendo estar viva, pudriéndome en millones de cables atados a mi cuerpo. ¿Y sí Diego se hubiera negado a tomar el trato? ¿Cómo hubiera quedado él? Me imagino su preciosa cara destruida por moretones, el labio roto ensangrentado, tan frágil a cualquier cosa. Sacudo la cabeza sintiendo un escalofrío por la espalda por aquella imagen que se apodera de mi mente.
Cuando Lodo se estaciona al frente de mi casa, los invito a pasar porque mi mamá salió a una fiesta con Robin y dejó a Cande en las manos de mi tía Mónica. Entramos todos y Lodo sigue conversando con Diego, ahora sentados en el gran sofá.
Voy a la cocina y sirvo dos vasos con zumo de naranja que dejó mi madre en la heladera antes de irse. Se los ofrezco a ambos y me dan las gracias. Me siento en medio de ellos dos, con la mirada perdida, con las tripas rugiéndome y un fuerte dolor de cabeza.
-Tini... -susurra Diego. Escucho su voz algo lejana, pero lo respondo con un sonido de garganta, no tengo ganas de hablar. Los párpados me pesan y el estómago me suena cada vez más fuerte-. ¿Qué has comido hoy?
Me encojo de hombros. Ya ni sé si desayuné hoy. Creo que sólo fue una manzana antes del psicólogo. De ahí, nada más. Recuerdo que Lodo me dijo que necesitaba almorzar... pero en la cafetería sólo había puré de papas con pollo frito poco apetitoso, y no tenía hambre.
Miro a Diego y él me mira serio, negando levemente con la cabeza. Le dice algo a Lodo al oído y ella asiente, para luego desaparecer por las escaleras que llegan al segundo piso. Diego me toma de la mano y una corriente eléctrica se desliza por mi cuerpo. "¡Qué bonita sensación!" pienso.
Me deja sentada en una silla en frente de la mesa de la cocina. Lo veo abrir el refrigerador y sacar algunas cosas, después prende fuego y escucho como sus manos buscan un sartén y lo colocan en la cocinilla. Vierte un tipo de aceite sobre él y revisa unas ollas que están escurridas por el mueble cerca al lavaplatos.
Sonrío al verlo tan concentrado cocinando, como sus manos ágiles cortan tipos de verduras y rápidamente las deja en un recipiente. El exquisito olor a pasta inunda mis fosas nasales y recuerdos de mi niñez pasan por mi mente, aquellos días de lluvia que mamá me preparaba una rica pasta con verduras salteadas, con aquel mantel rojo a cuadros cubriendo la mesa de centro... y claramente con papá a mi lado, leyendo el periódico o hablando por celular.
Escucho como el rechinido de una silla se desliza por la cerámica de la cocina y como el cuerpo de Diego se sienta sobre ella, a mi lado. Acomoda mi cabello hacía un lado y su mano recorre mi mejilla y después mi mentón. Cierro los ojos disfrutando de su tacto sobre mí.
-Martina, por favor come. Lo he hecho especialmente para ti-.Me fijo en el plato lleno de tallarines, con un montón de verduras envueltas en una suave capa de salsa de soya que se posiciona frente a mí. El vapor que desprende del plato me deja hipnotizada, de cómo sale de los tallarines recién hervidos y a grandes zancadas envuelven a la cocina, dejando una atmósfera deliciosa.
Tomo torpemente los cubiertos que están lado de la bandeja. Envuelvo una porción de tallarines en el tenedor y me lo echo a la boca. El deleitable sabor explota en mis papilas gustativas y velozmente me echo una zanahoria y brócoli a mi cavidad bucal. En cada ocasión que llevaba el tenedor a mis labios, mi estómago se sentía cada vez más satisfecho. Hace tiempo que no comía una comida tan sabrosa que me llenara todas las entrañas.
Me limpio con la servilleta las comisuras de los labios y veo a Diego retirar mi plato y cubiertos usados en el lavaplatos. Me sirve un vaso de jugo y lo bebo con gusto. Miro a Diego, que está sonriéndome. Bajo la mirada y me bebo la última parte del zumo de naranja, dejando el vaso sobre la mesa.
Diego envuelve su brazo en mi cintura y subimos las escaleras. Mi cama ya está con las sábanas abiertas, esperando que mi cuerpo ocupe el lecho. Diego sale un momento de la habitación y Lodo me deja el piyama sobre mi velador. Me desvisto y uso las prendas que me dejó Lodo. Me meto a la cama y débilmente pongo las sábanas sobre mí. Escucho como el fuerte viento de afuera azota a las ramas de los árboles haciendo que choquen contra mi ventana.
La puerta se abre y entra solamente Diego. Se sienta a mi lado y da suaves masajes en mi cabello. Me coloco de lado sobre la cama, para poder verlo mejor. Ahora cada vez que lo veo... mariposas se apoderan de mi estómago. Nunca me había fijado bien en lo guapo que era, o lo bueno que es conmigo. En como sus ojos mieles brillan con intensidad, en como sus labios siempre están curvados en una sonrisa, mostrando su perfecta dentadura, de su cabello oscuro, tan sedoso que te dan ganas de pasar tus manos por él todo el tiempo.
El sonido de un celular me saca de mi transe. Diego se para violentamente de la cama y contesta el teléfono.
-¿Aló? -dice. Su sonrisa se enchanza al escuchar a la otra persona del otro lado de la línea-. Hola... no, no puedo ahora preciosa -se rasca levemente la nuca y camina en círculos-. Yo también te extraño... sí, mañana estaría bien. Nos vemos ahí entonces... te quiero también. Adiós Mechi.
Al escuchar ese nombre, sí mi mandíbula no estuviera pegada a mi cráneo creo que estaría echa añicos en el piso. De nuevo aquella sensación de ilusiones rotas, ese maldito vacío en el pecho y la picazón en el cuero cabelludo se hace presente en mí. Me doy la vuelta hacía la pared, dándole la espalda.
-¿Tini? ¿Estás bien? -escucho la voz de Diego detrás de mí. Un nudo se me forma en la garganta y la mentira que iba a decirle se enreda en mis cuerdas vocales.
-¿Estás... con Mercedes? ¿Son novios? -intento fingir emoción en mi voz. Siento como el brazo de Diego pasa por mi torso y me envuelve para pegarme a él. ¿Por qué está perdiendo el tiempo aquí conmigo sí su queridísima novia lo espera? ¿Por qué?
-No, no somos novios. Pero ella ya se me confesó, Tini. Estoy pensando bien las cosas. Quizás sí lleguemos a ser algo más.
"Quizás sí lleguemos a ser algo más". Esas palabras me retumban en la mente, provocándome escalofríos y las lágrimas que no tardan en inundar mis mejillas. Me trago los sollozos para no dar señales de estar destrozada.
-Hey, princesa... -susurra Diego contra mi oído-. Duerme bien. Te quiero muchísimo.
Esas palabras las tomo como doble sentido y no sé si significan en signo de amistad o de algo más. Me limpio las lágrimas disimuladamente e inhalo una gran cantidad de aire.-También te quiero, Diego.
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Abrazos Gratis |Dietini|
Fanfiction"Algunas veces no encontramos las palabras adecuadas para expresar lo que sentimos, el abrazo es la mejor manera. Hay veces, que no nos atrevemos a decir lo que sentimos, ya sea por timidez o porque los sentimientos nos abruman, en esos casos se pue...