Capitulo 27

164 15 1
                                    

Está tan cerca de mí que puedo sentir su respiración calmada a milímetros. Los hormigueos se apoderan de mi estómago, dirigiendo temblores a mi columna vertebral. No debo levantar la mirada, o correré el riesgo de no resistirme y pegar mis labios a los suyos. Puedo ver como levanta su mano lentamente hasta llegar a la mía, entrelazando sus largos dedos en los míos que están heladísimos por el frío que hace. No me aguanto y miro hacía arriba. Él tiene su cabeza gacha, con los ojos atentos a la unión de nuestras manos.

Me parece increíble lo hermosos que pueden llegar a ser los ojos de Diego. Son tan mieles, tan profundos, penetrantes, a la vez tan frágiles y transparentes. Puedes saber su estado de ánimo o si está mintiendo si lo miras fijamente. Posee un brillo especial que siempre lo ha tenido, desde que lo conocí, que baila rápidamente en sus pupilas, deslizándose por su iris y rodeando el color avellana, haciendo que se vean más claros cuando está emocionado o feliz. Ahora, el brillo está patinando por el círculo miel, provocando que se torne de un color más claro y puedo ver el reflejo de nuestras manos en sus negras pupilas.

-Diego... -digo alejándome un poco de él. Volviendo a la posición normal.

Él eleva su cabeza y me mira. Trago con dificultad saliva, intentando que el bulto que se ha formado ahí pase por mi garganta y que desaparezca. Me mojo los labios y abro la boca para continuar.

-¿Por qué trajiste a Mercedes?

Se que mi pregunta lo incomoda en la manera que mete sus manos en los bolsillos de su chaqueta y que cruza la pierna derecha sobre la izquierda. Primero le da una mirada fugaz a su alrededor y luego me analiza de pies a cabeza. Está formulando su respuesta.

-Ella te quiere,Martina. Yo no la invité. No había hablado con ella como hace... ¿una semana? Tal vez más. Mercedes se enteró y me llamó para saber como estabas. Me dijo que si podía traerla. ¿Tú crees que le diría que no?

Me impresiona que siempre que saco el tema de Mercedes y su relación bastante cercana se ponga tan molesto, cortante y frustrado. Le enoja tanto hablar del tema que arrastra las palabras, no toma bien el aire para respirar por lo que hace que atropelle a su propia habla. No se le entiende mucho porque lo dice en un tono muy bajo, pero logro entender por lo menos un medio de lo que dijo.

-Está bien. Me alegro -creo que mi frase envuelta en sarcasmo es demasiado obvia y Diego lo nota inmediatamente. Esconde una sonrisa y cruza los brazos encima de su pecho.

-¿Te enojaste ya? ¿Tan pronto?

Sí, por lo que me acabas de decir me he puesto furiosa. ¡Gracias Diego! Todo iba tan bien.

-¿Podría irme? No quiero seguir hablando contigo -musito.

Diego suelta una carcajada sin humor y me provoca más enojo. Mierda, no quiero estar enojada. ¡Pero su actitud me supera!

-¿Y ahora que hice? -pregunta divertido levantando las cejas, alzando los brazos y colocando cara de inocente. No le sale para nada. Su media sonrisa me parece seductora y preciosa, entonces dejo de mirarlo para no distraerme y ocultar el rojo intenso que cubre a mis mejillas.

-Eres tan... tan... ¡tú! Tu actitud me tiene harta, sabes que es un caso delicado para mí y tú ya te estás como burlando de mí, ¿cómo no me enojaré? No estoy en condiciones para pelear. Mi mamá está a punto de pasar al otro lado y sé que... -no me deja terminar porque estoy justo saliendo por la puerta del baño, pero su brazo presionando al mío me detiene. Resoplo enojada.

-Ya sé, -suspira-. crees que no me interesa, ¿verdad?

-¡Pero eso parece, Diego! ¿Por qué siempre piensas que te estoy atacando? ¡No es así!

-¿Tal vez por qué siempre estás diciéndome todos mis defectos, las cosas que hago mal, que siempre tengo la culpa yo? ¿No piensas que debería sentirme así?

-Es porque te quiero. Y quiero que seas mejor. Por eso te digo las cosas -le respondo con las lágrimas asomándose por mis ojos y con el corazón apretado en el pecho.

Abrazos Gratis |Dietini|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora