Después de harto tiempo de conversa con el director Wright, Diego tuvo que irse para ir a sus siguientes clases. La profesora Clarck habló con el director, diciendo todos mis defectos, la poca concentración en sus clases, la falta de respeto y muchísimas cosas malas que yo traté de no escuchar y tomarle poca importancia, pero lo único que consiguió fue bajarme más el autoestima (lo poco que me había subido estos días). El señor Wright trató de defenderme muchas veces diciendo que por lo menos tenía buenas calificaciones en la materia y que eso ella lo tendría que agradecer, porque no muchos estudiantes tienen buenas notas con ella. La profesora Clarck se quedó muda y salió de la oficina sin antes advertirme que lo que pasó lo registraría en mi hoja de anotaciones. El señor Wright intentó subirme el ánimo con un poco de chocolate caliente y golosinas ácidas, pero no logró mucho. Me dijo que aunque yo no esté de acuerdo, en unos de estos días tendrá que llamar a mi mamá para hablarme de mí y mi mala convivencia con la profesora de álgebra. Me encogí de hombros, le dí las gracias por la comida y salí de la oficina del señor Wright con los ojos llorosos.
¿Cuánto me habría pasado desde que me echaron de la clase? No sé que hora es. Busco mi celular dentro de la mochila y me dice que son las 13:15 PM. ¿Tanto estuve castigada? Hasta me salté el almuerzo. Pero bueno... no tengo hambre.
Me dirijo hasta el aula veintidós, donde dejé todas mis cosas. Cuando llego a ella, está desierta. Voy hacía mi puesto y tomo mi bolso con algunos cuadernos que no me caben en la mochila y mi abrigo de cuero. Me doy cuenta que hay un libro botado cerca de mi pupitre, lo levanto y busco el nombre del dueño. Es de Diego. Resoplo y salgo del salón en busca del despistado de Diego.
En estos momentos debe estar sacando sus libros del casillero, entonces bajo un piso y estoy en lo cierto: está ahí sacando unos libros de biología, pero no está solo. Está con Mechi, conversando animadamente y riéndose a ratos. Con algo de timidez me acerco a él, con el libro bajo mi brazo.
-Diego... -mascullo.
Él no se percata de mi presencia, está muy ocupado conversando con mi mejor amiga. Suspiro e intento tocarle el hombro para llamar su atención, pero me da vergüenza interrumpirlo. Por lo tanto, dejo el libro dentro de su casillero y me alejo de ahí, yendo hacía la cafetería para comprarme algo. Me compro unos de esos caramelos ácidos que me dio el Señor Wright, porque eran realmente exquisitos. Me voy comiendo uno de color anaranjado mientras camino por el vestíbulo. En eso, siento una mano femenina adueñarse de mi hombro, que me voltea hacía ella, haciendo que mi espalda choque con fuerza contra los casilleros, provocándome un dolor agudo en la columna vertebral y en el pecho. Es Lodovica, la capitana de porristas.
-Sólo hago esto para informarte que todavía esto no ha acabado. Que ese niño bonito te esté defendiendo a cada minuto no significa que me quedaré de brazos cruzados, ¿ok? -me dice entre dientes. Yo sólo asiento con la cabeza, congelada por el miedo. Me sonríe hipócritamente y se da la vuelta para volver con sus amigas. Me sobo la parte baja de la espalda, que me duele terriblemente.
Ignoro el fuerte dolor que siento y salgo del instituto, en camino a la junta. Recibo un mensaje de Jorge, informándome que será en un pequeño parque que está cerca de mi casa. Me apresuro en tomar el bus y corro con dificultad por el fuerte pesar que me inunda las vértebras. Camino por la calle paralela a mi condominio y puedo divisar un gran grupo de chicos sentados en el césped. Todos al verme me saludan con la mano y sonrío con tristeza.
-¡Hey! ¿Qué ha pasado? ¿Por qué tienes esa cara?-Suspiro, y el aire que boto hace que un mechón de mi cabello me pique el rostro. Lo vuelvo a poner a su lugar y miro fijamente los ojos de Jorge.
-¿Por qué no estás con Diego? ¿Dónde está? -me dice, con rostro preocupado mientras me soba la espalda.
-Diego no sé donde está, la última vez que lo ví, fue en los casilleros, estaba con mi mejor amiga, no quise molestarlo... y una chica me tiro contra los casilleros y me duele aquí -señalo la parte baja de mi espalda, donde Jorge coloca su mano y le da pequeños golpecitos.
-¿Te duele mucho? -asiento con la cabeza. Él hace una mueca y me toma de la mano para poder acercarme junto a ellos. Hablamos un poco de lo que nos ha sucedido hoy, les deseamos felicitaciones a dos chicos que han dejado de tomar alcohol y le cantamos el cumpleaños feliz a una chica que cumple diecinueve.
Las horas se pasan volando y no noto que el cielo ya está completamente cubierto por la noche que nos regala una hermosa luna llena. Algunos chicos ya tienen que irse y mi espalda me duele menos gracias a unos masajes que me da Jorge. Me quedo sola con Jorge, conversando sentados en una banca admirando la belleza de la noche.
-Aún me sigue pareciendo raro que Diego no haya venido contigo -me dice. Yo me encojo de hombros, afligida.
-No me gusta molestar a las personas. Diego estaba ocupado, así que no quise decirle nada. Nunca lo había visto hablando con Mercedes.
En eso, recuerdo mi inquietante pregunta que se me formuló hace algunos días. Así que tomo el valor de preguntárselo a Jorge:
-Jorge... -él se voltea y me regala una sonrisa-. Tú... me imagino que sabes cuál es el problema de Diego ¿verdad? Jorge asiente con la cabeza con la mirada baja.
-¿No podrías... contármelo?
Él me mira y se muerde el labio superior, como sí fuera la cosa más terrible del mundo. Se endereza sobre la banca y cruza sus dos manos sobre las rodillas. Empieza a mover la pierna derecha, nervioso.
-A Diego no le gusta hablar de eso, Martina. Ni siquiera los chicos del grupo saben. Él único que sabe de su problema soy yo, porque me tiene la suficiente confianza. -me sentí algo ofendida, ¿Diego no tendrá bastante confianza para decírmelo?
-Oh -murmuro.
-No creas que es porque no te lo quiero decir. Pienso que tienes todo el derecho de saber, para poder ayudarlo. Diego te quiere mucho, te admira y eres muy importante para él. Pero... es difícil, y creo que él debería contártelo en vez de yo.
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Abrazos Gratis |Dietini|
Fanfiction"Algunas veces no encontramos las palabras adecuadas para expresar lo que sentimos, el abrazo es la mejor manera. Hay veces, que no nos atrevemos a decir lo que sentimos, ya sea por timidez o porque los sentimientos nos abruman, en esos casos se pue...