Capitulo 10

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El fin de semana se me pasó volando. Salí esos dos días con Diego. Después de invitarme a almorzar, fuimos al cine y el domingo fuimos a una pizzería cerca de la estación de metro, para luego ir otra vez a su casa y quedarme jugando con Lore. Su familia es asombrosa. Me trataron como sí fuera parte de la familia, nunca me había sentido tan querida en mi vida.

Me asombra la cantidad de nuevas sensaciones que he estado sintiendo estos días. Siempre esos pequeños hormigueos que me recorren la columna vertebral, los cosquilleos en el cuello, la piel erizada, las mariposas en el estómago y el (ya soportable) calor en las mejillas... me toma por sorpresa cada vez que transitan por mi cuerpo. Y es lindo. Realmente agradable.

Me estoy alistando para ir al colegio. Con Diego quedamos en ir después del instituto al parque. Termino de maquillarme los ojos y sacudo mi cabello frente al espejo. Me despido de Robin y de Cande, pues mamá no está en casa.

Cuando llego al instituto, todos fijan la mirada en mí. Como si fuera una chica nueva o algo que nunca habían visto. Cruzo rápidamente al pasillo y saco de mi casillero los libros de álgebra.

Todavía tengo diez minutos para entrar a clases, que los desperdicio en la cafetería comprándome un alfajor de chocolate. Escucho el molesto sonido de la campana y me encamino al aula veintidós para mi clase. Los corredores están llenísimos, con toda la gente corriendo hacía sus respectivos salones. Suspiro y camino hasta llegar al aula, con algo de dificultad por la cantidad de personas, pero lo consigo. Me siento en el último asiento y dejo caer mi cabeza entre mis brazos, tapando con mi cabello el rostro, con las ganas de dormir comiéndome los párpados.

Escucho la silla del pupitre que está a mi lado deslizarse, pero el sueño me derrota y no levanto la cabeza. Seguramente es Mechi, pues huelo el fuerte olor a perfume caro flotando en la atmósfera de la sala. Los párpados me pesan demasiado y siento los ojos hundidos por la falta de sueño de la otra noche. Creo que sigue siendo mala idea llegar tan tarde a mi casa luego de salir con Diego.

-¡Señorita Stoessel! -escucho a la profesora gritar, pero mis oídos sólo emiten una voz incomprensible y lejana. Como sé que me van a regañar, levanto la cabeza con lentitud y me froto los ojos con mis manos.

-¿Uhm? -le respondo. Mis compañeros ahogan una carcajada.

-¿Ha escuchado algo de lo que he dicho?
Niego con la cabeza, con inocencia. ¡No es mi culpa tener sueño! La profesora Clarck con rostro amenazante levanta el dedo índice, señalando la puerta de salida. Ya entiendo. Tomo mi mochila, oprimiendo un bostezo y camino hasta abrir la puerta. Doy una mirada fugaz hacía mi puesto y veo a Diego con una sonrisa burlona y los ojos brillantes. Hago una media sonrisa sin mostrar los dientes y me dirijo a la oficina del director.

Agradezco que el director Wright no sea tan severo conmigo. Sabe que he estado pasando por momentos difíciles, además me conoce desde pequeña y casi siempre cuando me mandan a dirección me regala unas cuantas golosinas, me deja usar la computadora, me invita un té o simplemente hablamos de la vida. No es aburrido estar con él, no ha perdido el ritmo de su simpatía a través de los años. A sus cincuenta y cinco se encuentra bastante bien.

Cuando pongo un pie sobre el tallado piso de madera de la oficina del director Wright, me doy cuenta que en su gran silla de cuero negro no está su rechoncha silueta. Las luces están encendidas y una taza de té se posa sobre el escritorio, exhalando un poco de vapor de lo caliente que está. Camino los pocos metros que me separan del escritorio y me siento en una silla. Suspiro de aburrimiento, puede que el señor Wright esté en una reunión y se tarde mucho.
Descanso mi cabeza sobre mi mano, esperando que algo suceda. Pero sólo escucho el sonido de los autos al pasar por la calle de afuera. En eso la puerta de abre y veo a Diego entrar. Se nota que lo hayan echado también de la clase, ¿pero por qué?
Él se da cuenta de mi cara de interrogación y por sus labios pasa una sonrisa traviesa.

-La profesora Clarck está media mal del coco ¿eh? -Arrastra una silla haciendo un rechinido sordo y se sienta junto a mí-. La dejaste echa una furia. Y bueno, me reí un poco por su expresión cuando te echó y me dijo que te podría acompañar a dirección. Así que... acepté -suelto una carcajada-. No la conozco y ya me odia con todo su ser.

-Qué va. Me da lo mismo que te odie a ti o a mí, ella odia a todo el mundo. No es novedad -le respondo encogiéndome de hombros. La puerta produce un crujido al abrirse nuevamente, y ahora escucho como el elegante calzado italiano del director Wright resuena en la habitación. Él me mira con asombro, guardando su BlackBerry en el bolsillo de su terno y me sonríe. Le devuelvo la sonrisa al sentir sus ásperos labios dando un rápido beso en mi cabeza.

-Hace tiempo que no venía aquí usted, señorita Martina -dice cruzando las manos sobre su escritorio-. ¡Y me sorprende ahora que vengas con visitas!

Miro a Diego y él observa al director Wright con una sonrisa.

-¿Y bueno...? ¿Me contarás que te sucedió esta vez?

-La profesora de álgebra, señor -suspiro cansada. Ya es pan de cada día oír ese nombre todas las veces que vengo acá. Es frustrante, aburrido, agotador y me disgusta demasiado. El director Wright se acaricia la barba gris e inhala una gran cantidad de aire para luego votarla con exageración.

-¿No quieres que vuelva a hablar con ella?

-No se preocupe. Esta vez sí fue mi culpa. Me quedé dormida...
El señor Wright se echa a reír. Los ojos se le cierran, unos tiernos hoyuelos se le marcan en las mejillas y su grave risa inunda la sala. Me río con él y Diego también lo hace.

-Ok, eso es nuevo. -dice pasándose una mano por su canoso cabello-. ¿Y usted, jovencito? ¿Qué le ha pasado? -pregunta el director dirigiéndose a Diego mientras se lleva la taza de té a los labios.

-Me reí porque Martina se quedó dormida en clases, la profesora lo interpretó mal y me mandó acá. Además no es divertido sí Martina no está al lado mío.

Levanto la cabeza y me fijo en la sonrisa pícara que esboza la boca del director Wright. Me sonrojo levemente y lo disimulo un poco soltando una risa y bajando la mirada.

Abrazos Gratis |Dietini|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora