Me enderezo sobre la cama, todavía con mi brazo acorralado contra los dedos de Diego que lo presionan con fuerza. Enarco una ceja y él me mira con inocencia, sin articular palabra.
La escasez de silencio me molesta, también la mirada fija de él sobre mí, en la incómoda posición que estoy y con millones de pensamientos esparciéndose por mi mente diciendo que soy una tonta por haber venido aquí. Debí haber dejado las cosas como estaban. ¡Y claro que tenían razón aquellos pensamientos! ¿Qué me tenía que andar yo metiendo en la relaciones de Mercedes? ¿Por qué vine a enfrentar a Diego? Él no tiene ningún derecho en contarme todo lo que le pasa. Debí haberme quedado en casa durmiendo, comiendo algún par de nachos con queso y viendo películas, esperando que sea mañana porque es feriado. Por eso me odio, por no pensar las cosas dos veces.
-Diego, suéltame.-Coloca su boca en una línea dura y suspira pesadamente.
-No -dice-. No te vayas, por favor.
Su voz se escucha quebrada y algo rasposa, debe ser por la gripe. Y como siempre, nunca puedo mantener la compostura. Ruedo los ojos y en menos de dos segundos estoy acostada a su lado. Sus ojos parecen desorientados, perdidos, sin luz, sin aquel brillo especial que siempre salta en sus pupilas. Tiene ojeras marcadas, el cuerpo débil y respira lentamente, como sí le costara demasiado inhalar el oxígeno, sus manos están ásperas y algo secas, pero aún intenta sonreír. Me mira y yo bajo la mirada, porque sigo algo molesta por mi poca fuerza de voluntad y por lo de él y mi mejor amiga.
Siento como sus brazos se estiran con inseguridad y pasan tímidamente enredándose en mi cintura. Me pongo dura como roca, cerrando los ojos con fuerza, tratando de parecer fuerte. Su serena respiración choca contra mi oído provocándome cosquillas y escalofríos a la vez, su mano acaricia mi cabello y se lame a cada rato los labios, poniéndome nerviosa.
-Te extrañé mucho estos días -confiesa.
Inhalo y exhalo con exageración, soltando un bufido. ¡Odio que siempre quiera solucionar las cosas con palabras bonitas y confesiones extrañas!
Aunque pensándolo bien, yo también lo extrañé.Escucho como su celular comienza a vibrar en el velador. Diego no se mueve, porque sabe que sí lo contesta o algo me enojaré aún más. Me apega más a él, hundiendo su cabeza en mi cuello.
-Contesta -le digo contra su oído.
-No -responde inmediatamente.
Hago una mueca.-¿Crees que estoy enojada por lo de Mercedes?
Diego se estremece al escucharme. Me separo un poco de él, queriendo verle la cara. Cuando logro poder ver su rostro, esconde una sonrisa. Le doy un golpe en el hombro y él se queja. Suelta una risa y me doy vuelta, quedando a espaldas de él.
-¿Estás diciendo que estoy celosa? -le pregunto de nuevo parándome en la cama. Se voltea con la cara pegada a la almohada, ahogando risas-. ¡Joder, Diego!
Me echo a reír y me bajo de la cama. Él escucha como mis pies se arrastran por la alfombra dirigiéndose hacía la puerta de salida, entonces en un movimiento rápido, se coloca delante de mí, me da un leve empujón y caigo sobre la cama. Cuando abro los ojos, veo la cara de Diego a centímetros del mío, encima de mí, con los codos a mis costados para no apoyar todo su peso. Lo miro fijamente, manteniendo mi mirada amenazante y de aburrimiento, pero por dentro los nervios me estaban torturando las entrañas del estómago.
-Tal vez sí estés celosa -murmura. Quedo hipnotizada por su exquisito aliento a menta que choca contra mi cara-. Quién sabe.
-¿En serio? ¿Es en serio? -le digo. Él asiente con la cabeza, juguetón. Me río e intento escaparme. Él se carga un poco más sobre mí, dejándome sin escapatoria-. Dominguez, no estoy enojada por lo de Mercedes. Me molestó que me hayas ignorado por estar con ella, por olvidarte de mí... -me interrumpe colocando su dedo índice en mis labios, en señal de silencio.
-Yo nunca te ignoraría, Martina. Nunca. Menos olvidarme de ti. Y sí pensaste eso de mí, se nota que no me conoces. Las personas que sí me importan, jamás la dejaría de lado -suspira-. Mercedes es una amiga. Quizás ella esté muy obsesionada conmigo o simplemente es muy sociable, ella es una chica muy agradable y me gusta hablar con ella. Pero te prefiero mil veces a ti. ¿Hace cuánto conozco a Mercedes? ¿Menos de una semana? Ella no me interesa lo suficiente como tú lo haces. Eres una de las personas que más me importan.
El cuero cabelludo me empieza a picar y una pregunta se formula en mi cabeza.
-¿Y cómo sé que te importo? -Susurro-. No me lo demostrarte hace unos días.
Él se lame los labios y frunce el ceño. Se me pasa por la mente que jamás le han hecho esa pregunta. "¿Cómo sé que te importo?"; sé que no la sabe responder. Se queda unos segundos mirando hacía la nada y luego su cálida mirada se posa en mí. Se muerde el labio inferior y se levanta. Yo lo imito y él me da la espalda.
-Porque... simplemente lo haces. No... ósea, ¿cómo quieres que te lo demuestre? Pienso que ya te lo he demostrado varias veces -dice rápidamente, y su voz en cada palabra que dice se vuelve más suave y baja.
En un momento mis ojos se cristalizan. Siento como su voz está confundida, hasta incluso enojada. Está molesto. No le gusta que le hagan ese tipo de preguntas. Diego es confuso. Realmente me confunde demasiado y eso me frustra.
-Bueno, lo siento -murmuro-. No estoy muy acostumbrada a que alguien se preocupe por mí.
Y esa es la gota que colma el vaso. Me dan unas inmensas ganas de llorar, ganas de tirarme por la ventana y millones de recuerdos vuelan a mi mente. Momentos horribles y que creí haber olvidado, comienzan a proyectarse en mi mente como una película de horror.
Bajo la mirada y volteo, abriendo con violencia la puerta de la habitación, corro por las escaleras y siento los pasos de Diego detrás de mí. Corro más fuerte, para mí suerte la puerta de calle está abierta. Escapo de ahí, corriendo hacía mi casa, pero mis piernas no dan para más y el corazón me palpita demasiado fuerte. Alcanzo a llegar al parque y sentarme en una banca. El parque está desolado. Y ahí de nuevo me invade un sentimiento que hace mucho tiempo no había sentido; soledad. ¿Estoy sola? Sí, porque así lo siento.
Una silueta se sienta al lado mío. Me mira fijamente, pero yo sigo con la cabeza baja evadiendo su mirada. Su brazo pasa por mis hombros y me sobresalto.
Cuando me abraza, claramente es Diego, por el conocido perfume que descansa sobre su piel. Me tiembla el labio y me trago las lágrimas.-Me importas, Tini. Entiéndelo por favor. Me importas demasiado y no quiero que vuelvas a hacer lo que hiciste. No soportaría perderte y menos que te enojes conmigo por algo tan estúpido.
-Ya... sí está bien -le digo en un susurro casi inaudible.
-Te quiero.-Frunzo los labios y me dejo llevar de nuevo por sus maravillosos abrazos.
-También yo. -Nos quedamos unos minutos en la misma posición y es increíblemente placentero. Insisto, los abrazos de Diego son el mejor remedio. Se separa de mí y me sonríe.
-¿Pero me dejarás ir a mi cita con Mechi? -¿Por qué siempre tiene que arruinar el momento?
-¿Y por qué me preguntas a mí? No me interesa.-Él abre la boca, haciéndose el ofendido. Se coloca una mano en el pecho y aguanto reír.
-¿Así que no te interesa con quién salga?
-No. ¿Por qué lo haría? Yo no soy tu mamá.
-Pero eres mi mejor amiga.
-¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? -me río.
-Bueno...
-Sí puedes ir con ella, tonto -le digo y me vuelvo a reír. Me abraza y me apoyo en su pecho. Se me viene a la cabeza una recreación de Diego y Mercedes como novios. Sacudo la cabeza e intento sacarme ese momento de la mente. Siento los labios de Diego presionar contra mi pómulo y trato de olvidarme del mundo.
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Abrazos Gratis |Dietini|
Fanfiction"Algunas veces no encontramos las palabras adecuadas para expresar lo que sentimos, el abrazo es la mejor manera. Hay veces, que no nos atrevemos a decir lo que sentimos, ya sea por timidez o porque los sentimientos nos abruman, en esos casos se pue...