Capitulo 39

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  —¡Martina!

Mierda. Mierda. Abro los ojos de golpe y Diego está mirándome con ojos somnolientos y su cabello despeinado. Estoy sudando. Siento como la excitación baja por mis piernas. Dios, acabo de tener un sueño erótico. Con la persona que está acá, al lado mío en la cama. Me tomo el cabello en una cola alta para sacarme esta maldita ola de calor que me inunda de pies a cabeza.

—¿Estás bien? —me pregunta. Me hundo en sus ojos y me imagino como estaban de oscuros en mi sueño, ahí bajo la ducha...

—Sí —sacudo la cabeza, con los ojos muy abiertos, agradeciendo que reine la oscuridad en la habitación todavía—. Sólo fue una pesadilla.

Me pongo a espaldas de él, con mi blusa pegada a mi piel. Su mano se desliza alrededor de mi cintura y veo la hora en el reloj que está en la mesita de noche. Cinco de la mañana.

—Vuelve a dormir —susurra y su voz ronca es música para mis oídos. Las imágenes de mi sueño pasan como una película en cámara rápida por mi mente, evadiendo cada partícula nerviosa de mi espina dorsal, enviando molestos escalofríos. Estoy incómoda, caliente y despierta. No creo poder dormirme otra vez.

Pasan los minutos, las horas y mis ojos no se cierran. La luna ha abandonado el cielo y las nubes grisáceas han tomado su lugar. El viento sopla fuerte, el césped se cubre por una capa de hielo congelado, los restos de la nieve de ayer se pega a los tejados de las casas. Es una bonita vista.

El brazo de Diego pesa sobre mi cadera. Cuando intento moverme, su agarre se hace más fuerte. Pero está bien, tengo frío y él me hace entrar en calor. Mi estómago empieza a reclamar por hambre, pero tengo que esperar a que él se despierte. Me doy la vuelta y quedo frente a su rostro adormilado. Lo apego más a mí, mientras poso mi cabeza en su pecho descubierto. En eso, sus manos recorren mi espalda hasta llegar a mi cabello, enredando sus dedos en mi moño.

—Hola —susurra y yo suelto una risita. Levanto la cabeza y él me mira confundido.

—Hola —respondo y froto mis ojos con mis manos.

—¿Te sientes mejor? Tu pesadilla fue... intensa —dice pasando una mano por su cabello despeinado. Trago saliva con dificultad—. Te movías mucho. Y decías mi nombre.

Oh.

—No recuerdo mucho de lo que soñé... —miento. Lo recuerdo como sí realmente hubiera pasado. Fue tan real, Dios. Él me mira con facciones interrogativas, como sí esperara más información. Suspiro—. Pero sí dices que decía tu nombre, estaba teniendo una pesadilla contigo.

Una hermosa pesadilla, para ser sincera. Veo como su mirada se suaviza y envuelve más sus brazos en mí, haciendo que quede encima de él. Diego apoya su barbilla en mi hombro y hago lo mismo en el suyo. Siento como sus dientes se entierran suavemente en aquella parte de mi cuerpo y yo chillo.

—¡Diego! —río. Le devuelvo el gesto y él gime del dolor, pero sus lamentos se convierten en carcajadas adorables.

—¿Tienes hambre? —pregunta. Yo asiento con la cabeza—. Yo también, iré a hacer el desayuno. Seguro mi mamá se preguntará que haces aquí.

Sus mejillas se tornan de un rojo suave. ¡Diego Dominguez está sonrojándose!

—Puedes usar la ducha, yo regresaré pronto. —se levanta de la cama y da un beso en mi mejilla. Hago una media sonrisa mientras se coloca una sudadera para bajar.

Cuando entro al cuarto de baño, las secuelas de mi sueño flotan por la habitación. Miro hacía la pared y puedo revivir el momento en que yo estaba apoyada en ella, desnuda, con la boca de Diego recorriendo mi torso. Sacudo la cabeza al abrir el grifo de la ducha, no puedo estar pensando en esas cosas. Cosas que seguro no pasarán. Me desvisto y pongo mi cuerpo debajo de la cascada de agua caliente. Froto mi cabeza con champú y jabono mi cuerpo, intentando borrar aquellos imaginarios toques que hizo él en mi fantasía. Luego de enjuagar, me coloco el acondicionador y cierro los ojos al recordar en como aquí pasó todo.

Me pregunto sí lo que dije en mi sueño es verdad. ¿Lo amo? No sé...

Cierro la ducha y envuelvo mi cuerpo en una toalla y otra en mi cabello.

Cuando estoy de nuevo en la alcoba de Diego, veo que todavía no ha vuelto. Seco las gotas de agua que se esparcen por toda mi anatomía y sacudo mi pelo una vez más. Dios, no tengo ropa de repuesto. No usaré mi ropa interior de ayer, ni la remera con la que dormí. Una sonrisa traviesa de dibuja en mis labios y abro el clóset de Diego. Dios, tiene mucha ropa. Busco entre los cajones y saco unos jeans rasgados en las rodillas que podrían quedarme bien, una sudadera sin mangas, un sweater de color rojo y me río en mis pensamientos al sacar un bóxer. Me visto con mi nueva ropa y me observo en el espejo. Todo me queda volando, los pantalones son como tres o cuatro tallas más que la mía (sí a él le quedan sueltos, para mí es peor), la sudadera alcanza para tapar mis muslos y el sweater puede cubrirme las manos. Parezco un intento fracasado de rapera. No aguanto las ganas de reír.

La puerta se desliza hacía adentro y los pies descalzos de Diego chocan contra el piso de la habitación. Salgo del baño con una sonrisa escondida en mi boca. Está de espaldas, colocando una bandeja con rebanadas de pan, zumo de naranja, tostadas con mantequilla y mermelada de mora. Es tan tierno.

—¡Tini... —se voltea y quedamos mirándonos a los ojos. Sus ojos poseídos por la sorpresa, reconociendo su ropa usada en mi cuerpo. Suelta una risa y planta un beso en mi frente.

—¡Soy un chico! —digo riendo. Él se une a mis risas y me abraza, ocultando su rostro en mi cabello húmedo. Besa mi cuello y un escalofrío me llena las vértebras.

—Mi ropa queda mejor en ti —bromea encogiéndose de hombros. Yo me muerdo el labio con fuerza al sentir sus manos debajo del sweater y la sudadera, haciendo contacto con mi piel fría. Restrega su nariz con la mía.

—Iré a darme una ducha, come tu desayuno y sécate ese pelo —agrega. Yo escondo mis manos en las mangas del sweater, con una gran sonrisa estampada en mi cara. Él me guiña el ojo y desaparece por el cuarto de baño.  

Abrazos Gratis |Dietini|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora