Capitulo 62

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Me restriego los ojos con el dorso de mi mano. Primero, las palabras no podrían fluirme de la manera correcta, seguro que lo que querré decir no saldrá bien y él entenderá otra cosa. Segundo, quizá funcione, porque creo que entendería sí le dijera "estoy enamorada de ti". Pero no es así de fácil.

La mirada de miel caliente y derretida de Diego me envuelve por completo. Una capa fría se ajusta a mi espalda, y no sé si son los nervios o el aire que entra por la ventana. Toco su mejilla, rozando con la yema de mi índice su pómulo, trazando una línea desde su lunar hasta su sien. Él cierra los ojos. Sostengo el aliento mientras delineo el contorno de sus labios, calcando la forma de estos.

-¿Por qué no es obvio para ti? ¿No te basta... con lo que te demuestro?

Él esconde su rostro en mi cuello, casi moldeando su boca contra la piel de mi garganta. En un milisegundo, los escalofríos me invaden y pequeños temblores circulan por mi pecho, formándome un nudo en el estómago que se aprieta más y más.

-Quiero escucharte decirlo -murmura, haciéndome cosquillas con cada palabra que dice.

Acaricio el cabello que crece en su nuca, buscando la respuesta entre las paredes de mi habitación, o en la portada de la hilera de libros que descansan sobre mi escritorio, o mirando mi mano izquierda por sí estuvieran en las líneas que rellenan mi palma. Aspiro el perfume que desprende su camisa, cerrando los ojos por un rato.

-¿Podrías enseñarme cómo hacerlo? -le pregunto. Diego suelta una risa.

Él alza la mirada, dejando su cara a centímetros de la mía.

-¿Cómo?

Me encojo de hombros.

-No sé, tú eres el profesor aquí. -sonrío-. Tú guíame.

Se sienta sobre la cama, y lo imito, a lo que él estira las piernas y flexiona las rodillas, acercando y acorralando mi anatomía. Me trago la sombra de una sonrisa e intento mirarlo seriamente a los ojos.

-A ver.... Dame tu mano -él la estira y yo entrelazo mis dedos con los suyos. Diego deposita un beso sobre mis nudillos y trago saliva al sentir una corriente eléctrica quemándome las venas por la velocidad que viaja mi sangre, acumulándose en mis mejillas.

-Ahora... -agrega-. Bésame. Breve. Pero, hazlo sólo como tú lo sabes hacer.

Me acerco sin dudarlo, encajando la última pieza del rompecabezas. Encierro su labio inferior entre mis dientes y lentamente mi lengua presenta un tímido baile en su cavidad bucal. Una sonrisa interrumpe el beso y cuando me paro, un sonoro sonido se produce al separar nuestros labios.

-Abrázame.

Mis brazos se enredan en sus hombros y los de él pasan por mi cintura, frotando con delicadeza mi espina dorsal.

-Y dime lo que sientes por mí.

Abrazos Gratis |Dietini|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora