Capitulo 32

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Curvo las comisuras de mis labios y junto su boca con la mía, atrayendo su mentón. Ahora el beso es suave, lento, sin apuros ni complicaciones. Siento como todo el cariño que le tengo lo estuviera transmitiendo por el delicado sonido de nuestros labios al chocar entre sí. Ojalá así le pudiera decir lo que siento por él. Su mano se sitúa en mi mejilla, dando pequeños roces que me ponen la piel erizada. Le acaricio la nuca, enredando mis dedos en su sedoso cabello, liándolo en mis manos, intentando acercarlo más a mí. Lo necesito, lo necesito tanto. Lo más cerca que pueda estar de mí. No quiero que ninguna partícula de oxígeno nos separe.

Mi cuerpo se tensa al escuchar unos nudillos golpeando la puerta. Me separo de Diego y me quedo mirando sus ojos por unos segundos, donde el deseo y la ansiedad habitan todavía, haciendo que sus pupilas estén dilatadas, ennegrecidas y más grandes que lo normal. Suelto una risa ligera al verlo ordenarse el cabello mientras camina para abrir la puerta, se acomoda la ropa y se muerde el labio, que está hinchado y con una evidencia absoluta de haber estado besando a una chica.

Reacciono al oír el rechinido que produce la puerta al deslizarse hacía dentro. A la velocidad de la luz me ato el cabello en una cola de caballo alta y me saco el chaleco que ando trayendo, que está todo arrugado. Me siento en la cama y pretendo que estoy haciendo lo más normal del mundo: balanceando mis pies de un lado a otro.

-Mira quién está aquí, Tini.

Volteo y veo a la niñita más bonita del mundo. Sonrío al ver su cuerpo envuelto en un vestidito rosa, su cabello liso peinado en una trenza y sus piernas escondidas por unas medias blancas con zapatos de charol. Tiene una bandeja en sus manos, que tiene dos envases de helado de frambuesa.

-Lore... te ves preciosa. ¿A dónde irás? -le pregunto a la pequeña sentándola en mi regazo. Ella se sonroja y deja la bandeja encima de la cama.

-Tengo que ir al cumpleaños de una amiga... con mamá -me responde-. Mamá me ha dicho que les traiga helado, pues como no estará ni ella, ni David ni yo... que coman algo -suelta una carcajada, yo la bajo de mis piernas y se arregla la falda-. Los quiero a ambos.

-Nosotros también -respondemos los dos al unísono. Fijo mi mirada en Diego y él me mira con una sonrisa radiante, seductora y expresiva. Miro hacía otro lado.

Tomo mi envase de helado y agarro la cuchara, hundiéndola en el postre congelado. Me echo una porción a la boca, ignorando los ojos de Diego que están pegados en mis movimientos. Estoy nerviosa, por lo que tiemblo un poco: la mezcla del helado más Diego no es una buena combinación. Como otra más, pero en esa ocasión siento el índice de Diego resbalándose por el hueso de mi mandíbula, levantando sutilmente mi mentón.

Tengo su boca a centímetros de la mía. Aún está algo hinchada y rojiza, por lo que me hace desearla más. Cuando se está acercando más, cierro los ojos y estiro mis labios, esperando con anhelo encontrase con los de él. Pero extrañamente no siento sus cálidos labios cerca de mí. Abro los ojos y está a una corta distancia, pero no lo suficiente para poder besarlo. Sonríe burlón y mis mejillas se tiñen de todos los colores del arcoiris. Nuevamente, su pulga patina por mis pómulos, para llegar mi labio inferior y acariciarlo. Siento frío, no siento los labios, el helado no ayudó mucho.

Sin esperarse, sus labios vuelven a unirse a con los míos en un beso apasionado. Mi boca se resbala con la suya, tomando su labio superior, succionándolo, mordiéndolo. Para profundizar más el roce de nuestras bocas, él me toma de la nuca y me atrae más a su cuerpo.

-Mmm... frambuesa -gime con una voz candente que me pone la piel de gallina. Por lo que me descontrola, todas mis hormonas se acumulan en un sólo lugar y me obligan a tumbarme sobre la cama, con el cuerpo de Diego sobre mí.

Abrazos Gratis |Dietini|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora