Capitulo 34

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Mientras Jorge entraba en la habitación, nos saludamos, intercambiamos palabras y me pregunta porque no he ido a las juntas con Diego. Le digo que hemos pasado unos momentos muy difíciles pero en el momento que tengamos libre iremos de todos modos. Él me sonríe y va donde Diego.

Ya no podía ni siquiera mirar a Diego a la cara. No lograba quitarme de la cabeza lo que pasó hace unos minutos y tampoco qué hubiera pasado sí Jorge no hubiera interrumpido.

Mierda, estuve apunto de hacerlo con él. Necesito hablar con Lodo, ahora. Además, tengo que ir a la clínica para saber que pasará con mi mamá, aunque ya es muy obvio que pasará a otra vida dentro de poco. El corazón se me estruja y doy los pocos pasos que me separan de Jorge y Diego. Están hablando animadamente, riendo y no me dan ganas de interrumpir. Pero tengo que hacerlo. Le doy un leve golpe a Diego en el hombro y él fija su mirada miel en mí. Bajo mi vista hacía mis manos.

-Eh, Diego-trago el nudo de la garganta que me impide hablar-. Tengo que ir a la clínica.

-¿Y cómo irás? No puedes ir.

-No lo sé, iré en metro -digo en susurro, todavía con los ojos clavados en el piso.

-¿Estás loca? Con este clima no puedes ir en metro. Además tengo el auto de Lodovica. -dice, le murmura algo a Jorge que no puedo escuchar, se pone una chaqueta y me toma de la mano-. Vamos, yo te llevaré.

Sus dedos lentamente se entrelazan con los míos cuando estamos dirigiéndonos a la puerta de salida. Exclamo un "¡Adiós Jorge!" y no alcanzo a escuchar su respuesta porque la puerta se cierra frente a mis narices. Dios, Diego está molesto. ¿Por qué? No lo sé. Es tan... cambiante.

Toma las llaves del coche y se mete dentro del asiento del conductor y yo pego mi trasero en el asiento de copiloto. Me suelto el cabello porque hace frío y me puede tapar las orejas, pero para remate se me esponjó y ahora parezco un león con ondas agresivas, como si no hubiera peinado en días. Lo sacudo un poco y el aroma a champú de frutas inunda mis fosas nasales. Agradezco que todavía huela así de bien. Bajo el espejo que cuelga del auto de Lodo y me miro horrorizada. No, mi cabello está echo un desastre. Mientras intento arreglarlo un poco y bajarle el excesivo volumen, siento una mano en mi muslo que me hace sobresaltarme.

-Te ves adorable. Quédate así, me gusta.

Poco a poco mis mejillas van matizándose en distintos tonos de rojo y rosa. Cierro el espejo y me froto los brazos con fuerza, el frío me cala los huesos. Juro que ya no puedo mirarlo a los ojos, es demasiado embarazoso. Por lo que mantengo mi vista baja o perdida por las húmedas calles que se dirigen a la clínica. En eso, una chaqueta de cuero gruesa y cálida, se posa en mis hombros, dándome una deliciosa ola de calor por el cuerpo, suspiro aliviada.

-Gracias, Diego. -musito mientras me acomodo la chaqueta. Él en un rápido movimiento deposita un dulce beso en mi pómulo.

Cuando llegamos a la clínica, Lodo está totalmente concentrada en su telefóno, Paolo está hablando en su celular, paseándose por los pasillos con las manos en su chaqueta. A veces puede verse tan joven, ahora que está con pantalones negros y una chaqueta de mezclilla. Le doy un vistazo a Diego, que lentamente pasa un brazo por mis hombros y me apega más a él.

-¡Martina! Por fin llegas, niña. Tanto que se demoraron -dice Lodo caminando con su perfecta anatomía hacía nosotros. Me mira y puedo ver en su mirada ese brillo lleno de picardía. Dejo de hacer contacto visual con ella y siento aún más pesado el brazo de Diego sobre mí.

-¿Cómo está la mamá de Tini? -pregunta Diego, haciéndome volver a la realidad. Le doy toda mi atención a Lodovica. Ella esboza una sonrisa y se pasa un mechón detrás de su oreja.

-Increíblemente, está bien, comparado con su anterior estado de coma. Los latidos del corazón han estado bien, normales, pero aún así quedarán las secuelas. Tendrán que hacerle una operación para sacarle un residuo desconocido que está introducido en su brazo izquierdo. Pero estará bien, Tini. Sólo hay que esperar la operación y que la presión baje.

-¿No la podemos ver todavía? -dice Diego, yo estoy sin habla. Siento como mis cuerdas vocales se contraen de la emoción y alivio. Ojalá todo esté bien...

-No. La operación será en dos días más. Respecto a Cande y a Robin todo está bien, aunque está claro que la más grave en estos momentos es Cande, porque es una bebé, es muy débil. Pero estará todo bien, eso fue lo que nos dijo el doctor.

Quiero gritar de la emoción pero mi garganta está retorcida por la felicidad. Por un impulso me abalanzo sobre Diego, escondiendo mi rostro en su cuello, aspirando el perfume que desprende de su camisa. Él me responde enredando sus brazos en mi cintura y acariciando mi columna vertebral, dándome exquisitos escalofríos.

Lodo se aclara falsamente la garganta y yo me separo con lentitud de Diego. La fulmino con la mirada con las mejillas ruborizadas y ella me da esa mirada "¿qué ha pasado?".

-Diego... ¿me la prestarías un poquito? -Lodo toma mi mano y literalmente me arrastra hacía al baño. Diego me mira con sus ojos burlones inundados en brillo avellana. Le sonrío hasta que Lodo cierra la puerta de el cuarto.

-¡Eh! ¿Qué ha pasado con tu Romeo?

Ahogo un chillido y me volteo para ocultar mis mejillas de tomate. Ella suelta una carcajada.

-¿No me digas qué...? -se queda boquiabierta.

Señalo mi boca y me muerdo el labio inferior.

-Sí. Casi hicimos... bueno, eso. Pero sí... lo he besado.

Abrazos Gratis |Dietini|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora