Odio que mi mamá haga eso. En serio me molesta.
Suelto una carcajada sin humor e intento olvidarme de el color rojo que se apodera de mi cara. Miro a Diego y él sonríe, moviendo la pierna con incomodidad.
-Voy a ir a bañarme, mamá. Él es Diego, un amigo.Subo las escaleras y me doy prisa. Tomo una ducha, me visto y me maquillo un poco. Centenares de nubes cubren el cielo y empieza a correr viento frío. Hago una mueca y busco un jersey en mi clóset. Me coloco uno negro y que es de polar, pues estoy segura que en pocos minutos el clima se pondrá más frío de lo que está. Bajo las escaleras y escucho la voz de Diego y la de mi mamá, conversando. Ojalá que a mi mamá le agrade Diego, la mayoría de las veces, de los pocos amigos que he tenido, mamá me prohibía hablar con ellos porque les daba mala espina. Nunca entendí el porqué de su repentino odio con las personas me que juntaba.
Los veo a ambos sentados en el sillón conversando animadamente. Se ve bastante extraño, mi mamá nunca hablaba con mis antiguos amigos. Le hago una seña a Diego, haciéndole entender que quiero irme de aquí. Él sonríe y se levanta del sofá, se despide de mi mamá y salimos juntos por la puerta de calle, con ni la menor idea de donde iríamos.
-¿Qué hablabas tanto con mi mamá? -le pregunto. Él se encoje de hombros y se humedece los labios.
-Me preguntó algunas cosas y yo las respondí, nada importante -responde. OK, éso es malo. Tal vez las preguntas de mi mamá fueron incómodas. Frunzo el ceño y me meto las manos en los bolsillos.
-¿Preguntas incómodas?
-No. Las que son normales. Pero no te preocupes, está bien.
No volvemos a cruzar palabra mientras le sigo el paso a Diego. No sé a donde vamos, ni por cuál calle estamos caminando. Los pies de Diego empiezan a dar pasos lentos, pero seguros, y yo no sé sí hacer lo que él está haciendo o seguir caminando. Él queda detrás de mí y pasa sus brazos por mi cintura, depositando un beso en mi mejilla. Sonrío, y esta vez, no siento un intenso calor en mi cara.
-¿A dónde vamos?
-Sí ayer conocí tu casa y hoy conocí a tu mamá, hoy quiero que tú hagas lo mismo -las comisuras de sus labios se curvan y siento un hormigueo en el estómago. ¿Yo? ¿Conocer su casa y a su familia? Dios mío... ¿estaré presentable? Ya ni me acuerdo como me vestí hoy. Bajo la mirada y me analizo: son unos jeans rasgados, converse negras y el jersey que tengo encima. ¿Mi rostro estará bien? ¿Se me habrá corrido el maquillaje? Que incómodo es esto.
-Tini, deja de mirarte, estás preciosa. Nadie te dirá nada.
Saca la mano de mi bolsillo y la junta con la suya. Inmediatamente, el frío que inundaba mis dedos hasta llegar al punto de no sentirlos, desaparece al cálido tacto de su mano entrelazada con la mía. Con el pulgar acaricia suavemente mi palma y la piel se me eriza. Sonrío a la bonita sensación.
Caminamos dejando atrás otros dos condominios. Entramos a un vecindario con unas hermosas casas; seguramente son más grandes que la mía. El césped está perfectamente cortado, de un verde vivo y se ven algunas gotas de rocío que no se han secado todavía. Entramos y Diego saluda con una sonrisa al viejo guardia que está parado con un celular en la mano y tomando café. El anciano sonríe y nos da la bienvenida. Me llama la atención, pues el guardia de mi condominio es muy serio, creo que la única vez que lo ví sonreír fue ayer, cuando Diego lo saludó. Tal vez la gente de mi condominio es más reservada y no lo saluda al llegar. Por aquello debe tener un rostro tan sereno todos los días que lo veo.
-¿Por dónde es? -digo algo aturdida por la cantidad de casas. Debe ser el doble más grande que mi condominio.
-¿Ves la plaza? -asiento con la cabeza fijando mi mirada en la gran plaza que está llena de niños jugando en los columpios y balancines-. Por la calle que está a la izquierda.
Presiono con más fuerza la mano de Diego al sentir una ráfaga de viento congelado que me entumece el rostro y me alborota el cabello. Él suelta una risita y me atrae más a él rodeando mi cintura con su brazo.Se me viene a la cabeza una pregunta curiosa. ¿Diego será así de cariñoso con sus amigas? Sólo lo he visto con Jorge, con un chico llamado Xabi, Alba, Danielle, una tal Allie y yo. Con nadie más lo he visto tan cercano. Me dan ganas de preguntarle... pero creo que es una pregunta muy embarazosa. Mejor cierro la boca hasta que lleguemos allá. Lo que más deseo en estos momentos es que le caiga bien a su familia.
Pasamos por la plaza y Diego saluda a unos niños y carga en brazos a una pequeña. La niña es preciosa, de piel pálida, el pelo liso recogido en una cola de caballo, con un chaleco rosado y medias blancas. Ella me sonríe y yo le devuelvo la sonrisa. Diego se acerca a mí con la chica en brazos y él le da un beso en la mejilla.
-Lore, saluda a Martina.
¿Ella es la hermana de Diego? ¿Lorena?
La pequeña se acerca a mí y yo me agacho para que me de un tierno beso en la mejilla. Me saluda con un "hola Martina". Nunca creí que mi nombre pronunciado por ella sonara tan bonito.-¿Vamos a casa, Lore? Mamá debe estar preparando la cena junto a David.
-Sí, tengo hambre -responde la hermanita de Diego. Es realmente adorable.
Lorena se coloca en medio de nosotros y nos coge de las manos a los dos. Ella posa su mano con la mía y la aprieta con suavidad y eso me hace sonreír. Me dice que mi pulsera (una que me había regalado mi ex mejor amiga) es muy linda. Con seguridad, me saco la pulsera y se la coloco a ella en su muñeca. Ella me da las gracias, empieza a dar pequeños saltitos y me coge de nuevo de la mano. Miro a Diego, me está sonriendo. Bajo la mirada de inmediato esperando que mis mejillas no ardan.
Caminamos un poquito más y llegamos a la casa de los Dominguez. Es hermosa, de un color crema y el jardín está lleno de flores de tonos pasteles. El pasto es abundante y de un verde brillante. Diego me invita a pasar y la puerta de entrada está abierta. El suelo es de cerámica color blanco perla, sillones marrones, una mesa de centro que tiene un pequeño florero y conchitas de mar, veladores de madera, un mueble que cuelga de la pared que contiene un equipo de música y cuadros de pintura que combinan con los diseños del living. Hay una escalera que conduce al segundo piso y un baño al lado de la cocina. Asomo mi cabeza al comedor, que posee una gran mesa de madera oscura que tiene un mantel y encima tiene cinco platos, alrededor ensaladas , cubiertos y vasos. Admiro las fotos que descansan sobre un pequeño mueble al lado del comedor, donde también hay un florero con rosas blancas y rojas. En las fotos se enmarcan imágenes de Diego y Lorena. Lorena sola con un perro de raza beagle, Diego con un bebé y una imagen de todos juntos con una mujer de algunos treinta y cinco años que me imagino que es su mamá. Al frente del comedor hay un ventanal de vidrio que da la vista al jardín trasero, que tiene un juego de seis sillones, una mesa de cristal y algunas pelotas de fútbol desparramadas en el césped. Está rodeado de rosas de todos los colores. Es precioso.
Me volteo y veo a Diego, quien está apoyado en la pared, con las manos en los bolsillos y sonriendo.-Quiero presentarte a mi mamá. ¿Acompáñame a la cocina?
Él me extiende su mano y la tomo sin pensarlo dos veces. Me guía hasta la cocina, que desprende un exquisito olor a spaghetti. Una mujer está de espaldas cortando unas matas de lechuga con gran velocidad y luego dejándolas en un recipiente de plata. Está con un delantal de cocina y eso raramente me produce ternura. Por ejemplo mi mamá, ni mi abuela, o alguna tía usaba delantal al cocinar.
-Mamá, quiero presentarte a alguien.
La mujer voltea y toma una toalla para secarse las manos. Es bellísima. Piel blanca y sin imperfecciones, pómulos bien marcados, cabellera café y unos preciosos ojos verdes que brillan con intesidad. Sonríe al verme y se acerca a mí.
-Ella es Martina, mamá.
-Hola Martina, un placer. Soy Mari Carmen.
Me da un beso en la mejilla y me abraza por unos segundos. Un niño de unos dos años entra por la puerta del patio hacía la cocina y corre hacía Mari. Ella ríe y toma al niño en brazos.
-David, con cuidado.
El niño es precioso y me recuerda a Diego. Tiene pelo castaño y unos grandes ojos chocolate. Sonríe y me mira fijamente, algo divertido.
-Ojalá que te guste mi spaghetti, Martina.
Miro a Diego y él me apega más a él, presionando su mano a mi cintura y entiendo perfectamente que también es una invitación a quedarme a almorzar.
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Abrazos Gratis |Dietini|
Fanfiction"Algunas veces no encontramos las palabras adecuadas para expresar lo que sentimos, el abrazo es la mejor manera. Hay veces, que no nos atrevemos a decir lo que sentimos, ya sea por timidez o porque los sentimientos nos abruman, en esos casos se pue...