Capitulo 27

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Capítulo 27.


Estoy feliz, ya ha pasado una semana de que Elena se está integrando con nosotros. Ahora mismo estoy en el trabajo, gracias a dios no me echaron después de todos los días que me ausente.

Pero hoy no es mi día, el café no me sale, aparte de que casi derramo malteada en el piso.

Suspiro cansada.

Ya falta poco para que termine mi turno, y me alegra que el lugar esté vacío. Comienzo limpiar las mesas, escuchando música por los auriculares. La música es algo indispensable en la vida, es tan simpático como con una simple letra de una canción puede alegrarte el día.

Termino de limpiar las mesas, y veo a Adam entrar en el local.

Sonrío.

Le aviso a Peter que ya me voy, él asiente y me dedica una sonrisa.

Ese señor es un encanto.

Voy hacia Adam y lo abrazo.

—Hola –digo dándole un beso — ¿Qué haces aquí?

Me mira y me besa la frente.

—Quiero llevar a mi chica a pasear.

—Oh...

— ¿Qué pasa? –pregunta y se aleja un poco de mí.

—Hoy no puedo –él me mira confundido —Voy a salir con Jamie.

Su gestó se descompone, y se aparta de mí.

—No irás.

¿Pero qué mierda?

—Oye guapo, no me gusta tu actitud –digo cruzándome de brazos.

—Y a mí no me gusta que mi chica vaya quien sabe dónde con un idiota.

Me acercó a él, pero se aleja.

Resoplo.

—Mira, Brooks, ni siquiera sabes a donde iremos...

Comienza a reírse sarcásticamente.

— ¿Crees que él no siente nada por ti, Cam?

Y aquí vamos de nuevo.

—Adam, deja de pensar en estupideces –digo molesta.

— ¿Qué? ¿Vas a negar que tu amiguito no siente algo por ti? – No digo nada- Ves, tu misma lo sabes.

Aprieta su mandíbula, yo lo miro enojada.

—Adam, cállate y no la riegues más –digo furiosa.

Cuando iba a contestar el auto de Jamie hace aparición en la obra. Me acerco hacia el auto y sale un Jamie con una sonrisa, voy y le doy dos besos en las mejillas.

Lo sé, solo lo hago para cabrearlo más.

—Camila, ven aquí –dijo molesto.

Jamie miró y se fijó que Adam estaba allí y luego me miro a mí analizando mi humor.

¿Pues saben qué?

Hoy no es mi día.

— ¿Cuantas veces te he dicho que no soy tu maldito juguete? —Grito lo más fuerte que puedo, y él por fin se calla.

—Vamos, Jamie –digo y entro al auto antes de escuchar una respuesta.

Luego entra Jamie y no dice nada, solo se dispone a conducir.

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