Prólogo

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Sigue corriendo, Heather. Por lo que más quieras, sigue corriendo y no te detengas.

Estoy tan aturdida, todo se nubla de mi vista cada vez más. Estoy tan sofocada de tanto correr que siento que no hay suficiente aire que me abastezca. Creo que voy a desmayarme, caeré por ahí en la fría y húmeda tierra y ni siquiera me daré cuenta.

Escucho sus gritos cargados de furia retumbar en mis oídos. Casi puedo sentir su aliento chocando contra mi cuello cuando pronuncia mi nombre. Y entonces lo recuerdo una vez más y no quiero volver a oírlo en mi vida. Quiero que se detenga, quiero que se rinda y dé marcha atrás porque ya no puedo respirar.

Su cuerpo pegado a mi espalda, su aliento caliente y pestilente sobre mi cuello, chocando contra mi nariz y mi boca. El sonido entre cortado de sus respiraciones y su mano sujetándome la mandíbula con fuerza mientras su brazo me ata la cintura con posesión.

Cierro los ojos por un segundo cuando me detengo a tomar aire, y entonces, deseo con toda mi alma otra oportunidad para tomar mi vida, otra maldita posibilidad para cambiar las cosas, pero mi corazón se encoje al mismo tiempo cuando presiento que eso no es lo que va a suceder.

Y vuelvo a impulsarme hacia adelante para correr un poco más, las palmas de mis manos rozan la corteza de los árboles para brindarme un poco más de equilibrio pero sigo tropezando. La herida en mi abdomen sigue ardiendo y cuando le pega el aire frío de la noche la sensación aumenta. Podría doblegarme. Podría dejarlo todo ahora mismo. Y debería porque siento que ya no puedo avanzar un centímetro más.

Un resplandor ilumina el cielo cuando me abrazo fuerte al tronco de un árbol. Dejando caer el peso de mi cuerpo y aferrándome con fuerza elevo la mirada y el estruendo llega hasta mis oídos. La luz se disipa y la figura de lo que parece una cabaña es captada por mi vista de manera engañosa. Un aliento frío llena mis pulmones y entonces tomo la decisión de llegar hasta allá.

Dios, estoy tan asustada de morir aquí.

Sé por sobre todas las cosas que no duraré más tiempo huyendo de mi agresor, sé que caeré en alguna parte en cualquier momento, estoy dejando de ser dueña de mí misma, apenas puedo sostenerme, pero la decisión de evitar que pueda tocarme aún después de haber muerto es lo bastante fuerte como para mantenerme unos segundos más, sólo para tomar ventaja. Deseo estar lo suficientemente apartada para que no pueda aprovecharse de mí. Quiero esconderme en un lugar en donde la oscuridad sea tanta, que nadie pueda encontrarme hasta que haya un poco de luz mañana por la mañana.

Si me encuentra estaré aquí para él, a su completa merced y eso es lo último que serviría para destruirme por completo. Me abandonará como a una bolsa de basura para pudrirme y morir en completa soledad. En la humedad de la tierra y con una expresión atormentada pintada en mi rostro porque no pude hacer algo más por mí misma.

No quiero que me toque. No quiero morir.

Mi mano derecha presiona la desastrosa herida con fuerza cuando el dolor me detiene, mi tibia sangre aún está escurriendo sin detenerse. La agitada respiración que me acompaña requiere un doble esfuerzo de mis pulmones, y Ayrton va a escucharme.

Trato de recuperar el aliento sin tanto escándalo y mis pies descalzos comienzan a entumecerse. Mi corazón no deja de palpitar a pasos agigantados mientras mi piel arde con el aire frío.

Me llevo un mechón de cabello detrás de la oreja y un escalofrío me recorre el cuerpo cuando vuelvo a escuchar su irritada voz mencionar mi nombre una vez más. Su viva imagen y su expresión se dibujan en mi mente y vuelvo a andar enseguida.

De pronto el coraje me toma por completo y dejo de ser yo quien controla mis movimientos. Empiezo a moverme con mucho trabajo pero de manera sigilosa entre los árboles hasta que por fin me acerco lo suficiente como para convencerme de que no es una mentira lo que vislumbré hace unos momentos.

Busco la manera de entrar sin tener que tocar la puerta, hay una ventana a cada lado de esta, y cuando noto que están bloqueadas con tablas de madera desde dentro, asumo que está abandonada. No hay nadie aquí de todas maneras así que trato de entrar por la puerta pero esta no cede y sin pensarlo le doy la vuelta a la cabaña en busca de cualquier otra posibilidad.

En la parte trasera encuentro un muro de madera que solía llevar flores, podría intentar trepar por ahí y revisar la ventana que se encuentra del lado izquierdo. Si esta también se encontrara bloqueada, por lo menos podría esconderme ahí arriba y él no me encontraría.

Una gota de lluvia cae sobre mi mejilla cuando otro relámpago ilumina el bosque y comienza a lloviznar. Echo un vistazo a mí alrededor y su áspera voz retumba en mis oídos esta vez más cerca. Mi corazón pega un salto y me sostengo del muro sin antes pensar que se puede echar abajo si es demasiado viejo. Está lleno de ramas y flores secas, pero eso no me impide llegar hasta el final.

Las emociones estallan en mí cuando escucho resonar sus pasos cerca de donde me encuentro, y es en ese momento cuando me apresuro a terminar de subir. El dolor creciente en mi pecho no disminuye y me atraviesa como una bola de fuego.

De momento él se detiene y dejo de oír su cercanía, hay un nudo de nervios atorado en mi garganta y de pronto creo que voy a caer pero me aferro aún más. Permanezco quieta lo suficiente para tratar de escuchar lo que sucede hasta que el entumecimiento nuevamente comienza a apoderarse de mí. Mi estado mental hace que todo parezca más difícil de lo que es ahora que estoy a punto de lograrlo.

Siento que estoy perdiéndome en la inconsciencia.

Aferro mis dedos a la madera que me sostiene y cierro los ojos con fuerza, tomo un último impulso y trato de llegar al tejado. Toco con mi pie las láminas frías y húmedas del tejado y trato de equilibrarme para no caer mientras me abrazo a la chimenea. Termino de manera temblorosa sobre el tejado y frente a mí se encuentra la ventana por la que espero pueda introducirme en la casa para refugiarme. La ventana cede fácilmente, pero me veo obligada a entrar por el reducido espacio libre que la tabla atravesada de forma diagonal me lo permite. Y cuando ya estoy ahí, me encojo abrazando mis rodillas.

Me hago un capullo junto a la ventana y espero; espero y sigo esperando eternidades hasta que no escucho más sus gritos ni ningún otro sonido extraño que me indique que esté cerca, creo que se ha ido.

El viento azota las hojas de los árboles y los búhos ululan al compás del frío que está tomándome de manera adormecedora. Es increíble la tranquilidad en la que me he sumido, estoy perdiendo la conciencia. Sin embargo, el dolor en mi pecho aún está presente a cada respiración. No puedo mirarme para saber qué está pasando conmigo, mis parpados están cayendo. No sé si la herida sigue sangrando, ya que no siento más mi cuerpo. La camisa holgada que tenía puesta de pijama está tan manchada, aún está húmeda pero ya no se siente caliente.

Estoy congelada, ya no puedo moverme.

El rechinido de la puerta abriéndose me hace saltar milimétricamente del susto, logro escuchar cómo se cierra y comienzo a temblar. Los pasos suenan presurosos y pesados, pero ya no puedo hacer nada más que temblar del miedo mientras se acerca más y más.

Y a pesar de todo estoy perdiendo el conocimiento. Es como si me estuviese quedando dormida. Es de esas veces que aunque estés cayendo en el borde de la inconsciencia, aún puedes escuchar algo antes de quedar rendido. Y eso es lo que está pasándome. Hay un peso enorme sobre mis hombros, y por un momento deja de importarme que sea él quien ha entrado a buscarme, realmente deja de importarme que vaya a pasar conmigo ahora porque sé que no lo sabré. Increíblemente dejé de tener miedo hace un segundo, nada podría ser peor que esto, morir así.

Sé que ahora está frente a mí, su presencia pesada reduce la mía hasta que, dejo de ser finalmente.


— ¿Quién mierda eres tú?



Diana Cont. 16/01/16   





El Ángel De La Muerte | H.S | COMPLETA | (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora