Danna salió corriendo del orfanato donde hacía menos de un mes que vivía. Llovía a cántaros y el reloj marcaba las 9:12. Llegaba muy tarde en su primer día de curso. En ese momento odió Portland con toda su alma, el pelo se le empapaba y sus rizos rubios se habían convertido en una masa mojada. Hacía poco menos de un mes que la habían mandado a Oregón y ya echaba de menos la soleada California. Desde muy pequeña había ido saltando de hospicio en hospicio, pero nunca se quedaba demasiado. Nadie quería una niña maleducada y chula en su propiedad. Entró en el aula, su pelo goteaba y su camiseta empapada transparentaba lo que había debajo. Danna sabía que era bonita. Lo había utilizado muchas veces para embaucar a hombres y chicos a que hicieran lo que ella quería. No se arrepentía de nada. La profesora la miró con desprecio e ignoró su llegada. En la clase solo quedaba un asiento libre, situado al lado de un chico con pinta de gamberro. A Danna le gustó. Ella se sentó, sin prestar atención a los comentarios subidos de tono de su compañero de pupitre, sacó su libreta y su estuche y comenzó a dibujar el paisaje mojado que se apreciaba desde la ventana. El chico sonrió con algo parecido a entendimiento, calló y la observó trazar.
Al terminar la hora recogió sus cosas y se dispuso a marchar, pero el chico la agarró con fuerza del brazo. Danna se giró y le echó una mirada de ira y al ver que no le soltaba le pegó el bofetón más fuerte que Alek recordaba en mucho tiempo. Sin embargo, él le sonrió.
- Soy Alek, preciosa – dijo con voz grave.
Ella le ignoró y salió al recreo con paso firme.
Alek, mientras tanto, se encontró con la que había sido su pandilla en primero de bachillerato, y de todo el instituto.
Lucas saludó primero. Era el más alto de los cuatro. Su piel era blanquísima y su pelo rubio, siempre desordenado, provocaba más de un suspiro de las chicas, pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos. Tenía una mirada fría de color celeste. Llevaba, como siempre, chaqueta de cuero, vaqueros y sus pies vestían unas Vans, por supuesto negras.
John fue el segundo. Media menos de metro ochenta y tenía el pelo marrón, siempre perfectamente peinado en una cresta. Era el más pijo de los cuatro. Vestía Levi's y camisetas de marca. Sin embargo su carácter era bromista y sencillo, lo que le hacía llevarse de maravilla con Eric.
Eric saludó el último. Él y Alek no se tenían en gran aprecio pero habían aprendido a convivir como hermanos tras meses de disputas y más de una agresiva pelea. Era rubio y su pelo se mantenía peinado solo. Tenía unos ojos marrones cálidos y una piel ligeramente bronceada, que a pesar de todo no superaba en moreno a la de Alek ni a la de John.
Tras una serie de explicaciones explícitas sobre su entretenido verano, empezaron el habitual chequeo de las chicas de cada año. A pesar de los gustos diferentes de cada uno todos tenían algo en común. Un vicio al sexo y a las fiestas. Acabadas las críticas a las compañeras de ese año (a cada cual más fea, según John) los ojos de Lucas se fijaron en Danna.
- Eh chicos...Aquí hay una perfecta
Los tres se giraron en la dirección que miraban los ojos de Lucas, para descubrir a la chica rubia. Alek sintió algo desagradable al ver a sus amigos mirando a Danna pero rápidamente lo descartó, negándose a sí mismo que pudiera estar celoso de los que habían sido sus amigos desde siempre.
Empezaron a andar, bromeando y comentando quien se la tiraría primero. Cuando llegaron a su altura la rubia se giró.
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Wild Black
Teen Fiction'' ¿Cuanto estás dispuesta a sufrir por aquello que quieres? '' Esta es una historia sobre los amores de juventud, la calle y aquellas opciones que no nos dejan escoger. " La W en su muñeca" " Te amo, pequeña" " Lo siento muchísimo hermano" " La vi...