El móvil sonó, por cuarta vez ése día. Era 10 de Febrero. Era su día con Javier, pero a este le habian surgido imprevistos en su ajetreado trabajo, y, tras disculparse, había dejado a Danna sola. Descolgó, harta del ruido.
- ¿Vivi? - preguntó.
Su amiga le chilló en la oreja, a la vez que Eric reía por detrás de la línea telefónica.
- ¿ Que haces hoy Dan? - le dijo, animada, Viviana.
- Nada, la verdad - respondió Danna, abatida - Javier no puede pedir permiso para venir hoy. Ha llamado disculpándose.
- Pobre chico, se pasa la vida trabajando - lo compadeció Vivi - ¿Quieres venirte a comer?
- ¿No estás demasiado ocupada con Hugo? - le preguntó, rezando por que no fuera así.
- Para ti nunca estoy ocupada, mi niña - le dijo dulcemente Viviana - vente a mi casa ya, vamos, vamos - la azuzó.
Danna colgó el teléfono entre risas, y, buscando las llaves, empezó a tararear una canción de Coldplay. Lux le reprochó el desacierto en las notas, maullando despectivamente y escondiendo la cara entre las mullidas almohadas que le hacían de cama, las pocas veces que no dormía acurrucada a su dueña.
- Pequeña gata amargada - le sacó la lengua Danna.
Y la alzó en brazos para darle un beso en el hocico, antes de arroparla en una manta y meterla dentro de su bolso para mascotas.
Cerró dando un portazo, y arrancó su moto, asegurándose antes de que Lux hubiera escondido la cabeza en la bolsa, que ahora Dan protegía con su cuerpo.
Le gustaba ir a ver a Viviana, des de que esta había sido madre.
Hugo había nacido el veintisiete de octubre, y ahora era un bebé glotón y divertido, que regalaba sonrisas a cualquiera que le dedicara cierta atención. Tenía unos ojos grandes y marrones, que parecían observarlo todo con curiosidad, y que combinaban con el pelo castaño que cubría su cabeza redonda.
Danna le tenía una debilidad terrible, que el niño compartía con ella. Solía ir una vez a la semana a su casa, e invitaba a Viviana a venir los jueves con Hugo. Su amistad se había visto fortalecida con esas visitas, y había ido llenando el vacío de Charlotte y Lucas.
Cuando llegó a la verja de casa de su amiga, Eric le abrió, con su habitual sonrisa de oreja a oreja.
Danna también había tenido ocasión de conocerlo mejor. Era cálido, y poseía una tranquilidad y dulzura envidiables. Quería a su hijo y a su chica por encima de todo, y a pesar de la fachada de duro que se empeñaba en mantener frente al mundo, Dan lo habia visto llorar cuando Hugo nació.
- Hola Dan - la saludó alegremente. - Pasa, Vivi está en la cocina.
Danna avanzó por la casa, de paredes claras y tonos cálidos. En el comedor, inusualmente recogido, para habitar allí un bebé, solo había un saltador, sobre el que Hugo intentaba mantenerse erguido. Cuando la vio, alargó sus bracitos para que lo cogiera en brazos.
- Niño malcriado - le regañó Danna en broma, a la vez que lo aupaba y se lo cargaba, apoyando su cabeza menuda en el hombro de ella.
Avanzó hasta la cocina, donde su amiga daba vueltas a una cazuela.
- Hola, princesa - le sonrió Viviana.
La maternidad la había cambiado radicalmente. Si bien es cierto que mantenía un carácter sincero y duro, había adquirido dulzura y paciencia. En el plano físico, solía llevar tejanos y camisetas sencillas, y había dejado de llevar maquillaje, Danna suponía que por falta de tiempo. Llevaba el pelo recogido, por comodidad, y había ganado algunos quilos, y alguna talla de sujetador, por el echo de darle el pecho a Hugo, pero, más allá de eso, seguía manteniendo su aspecto juvenil y su sonrisa brillante.
El timbre volvió a sonar, y Danna se dirigió a abrir, con el niño en brazos. Cuando la puerta fue abierta, Dan lamentó no haberse puesto más guapa. Era un chico con ojos cristalinos y piel algo bronceada, con una sonrisa brillante, pero algo desconcertada.
- ¿Viviana? - preguntó, confundido.
- No, no, dios, no - rió Danna - está en la cocina.
Eric saludó al recién llegado. Su nombre era Jack, y era amigo de infancia del rubio.
A Dan le cayó bien enseguida, era activo y vital, y le profesaba una auténtica devoción a Eric.
Pasaron el resto del dia entre risas, y, al final de la velada, cuando Hugo y Lux ya dormían acurrucados, Danna decidió intentarlo.El chico llegaría a su casa tarde por la noche y, cuando se quitara la chaqueta, sacaría el número de Dan de la chaqueta.
Danna, mientras tanto, se acostaría y, al dirigirse a apagar el teléfono, vería un mensaje de Jack. Y se dormiría, riendo entre bromas.
ESTÁS LEYENDO
Wild Black
Teen Fiction'' ¿Cuanto estás dispuesta a sufrir por aquello que quieres? '' Esta es una historia sobre los amores de juventud, la calle y aquellas opciones que no nos dejan escoger. " La W en su muñeca" " Te amo, pequeña" " Lo siento muchísimo hermano" " La vi...