Capítulo 9: Vanessa

47 2 0
                                    


Viviana se fue entonces y Danna se quedó mirando la lápida. Ahora entendía muchas cosas del carácter de Lucas. Debía querer mucho a su hermana. En el mismo mausoleo también habían diversos nombres, que, por las fechas, Dan dedujo que eran sus padres. Entendió que, si quería acabar esta historia debería hablar con el rubio, en persona. Anduvo hasta su casa, dispuesta a buscar donde vivía el famoso Lucas Ross, pero al llegar vio que Javier ya estaba en casa. Y tenía compañía.

Danna pasó discretamente a la sala donde estaba su hermano, y al asomar la cabeza vio a una de las últimas personas que hubiera apostado que vería allí. Alek estaba sentado en la butaca de su casa, charlando con Javier. Oyó que hablaban sobre ella, ambos se veían tensos, como estuvieran haciendo algo malo. Entonces su hermano habló.

- Ella no deberá enterarse de esto. La enviaré lejos, a Europa. No ha hecho demasiados amigos aquí y no la echaran de menos.

A Danna eso le dolió. Sabía que no caía muy bien a menudo, pero no pensó que nadie la echara de menos, ni que su hermano pensara eso de ella. Intentó salir de allí, pero ya la habían visto. Javier la llamó. Sin embargo, ella continuó andando rápido hasta la puerta. La abrió y salió al frío. Demasiadas cosas se acumulaban dentro de su cabeza y sintió que se ahogaba. Giró la cabeza y vio que ambos chicos la perseguían. Empezó a correr por las calles, mientras sus mejillas se empapaban. Llegado un momento paró. No sabía dónde estaba, pero apenas le importaba. Gritó y maldiciendo a todos los chicos, a su hermano y a Viviana. Sacó su navaja de entre sus pechos y la abrió, apoyándola contra la piel blanca de su muñeca. Apretó y observó como la sangre bajaba por su brazo y teñía la sudadera blanca de rojo. Había dejado de llover y Danna ya no lloraba. Movió la hoja tres centímetros más abajo y quiso volver a apretar pero una mano morena en tapó la suya y quitó la navaja de su piel. La rubia notó como el chico que tenia detrás la rodeaba con sus brazos y la acunaba. No la juzgó, ni habló, solo apretó los labios contra su frente y le dio su calor hasta que Danna se sintió extrañamente cansada. Cerró los ojos y se durmió en brazos del moreno que la sostenía.

Alek levantó a la rubia en brazos y anduvo con ella hasta llegar a su casa, a pocas calles. La dejó en una habitación, cercana a la suya. Al abrir la ventana, el color de las paredes se hizo más nítido. Era un rojo pálido, apenas visible entre las abundantes fotos, cubiertas de polvo y recuerdos. El moreno maldijo, arrepintiéndose de haber entrado en esa estancia. Se dispuso a salir por la puerta cuando, por el aire que entraba, una imagen cayó a sus pies. Se agachó para recogerla y la observó. Salía él, sonriendo como un bobo. Rodeándole el cuello con los brazos, una chica rubia y de grandes ojos café le hacía muecas a la cámara. Alek pasó los dedos por encima de la sonrisa de la chica, como si eso le hiciera recordar cómo se sentía tocarla. Había echo mal entrando en esa habitación, se dijo a sí mismo. Dejó la fotografía encima de la mesa y no soportó ver más su cara de felicidad. La giró bocabajo, leyendo tan solo una de las palabras escritas detrás. Vanessa. Negó con la cabeza, espantando recuerdos y salió de la estancia cerrando la puerta.

Wild BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora