Capítulo 16: James

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Danna se levantó a la mañana siguiente en casa de Charlotte, con un terrible dolor de cabeza. La morena dormía, a su lado. Buscó con la mirada su bolsa y, cuando la hubo encontrado, puso los dos pies en el parqué color cerezo. Esquivó dos botellines de cerveza y una botella de vodka azul, medio vacía, para llegar hasta ella. Cuando la tuvo en sus manos, rebuscó hasta sacar unos tejanos, lencería y la sudadera que había embutido el día anterior.

El reloj del comedor dio las diez, y con el sonido, la cama chirrió, mientras Charlotte, despeinada y con mala cara, pegaba un bote y ponía ambos pies en el suelo, para después fijar sus oscuros ojos en ella.

- ¿Qué haces aun así? El consejo es a las once, corre – dijo, mientras correteaba por la habitación, cepillándose la larga melena morena mientras pasaba sus largas piernas por unos pitillo rotos, intentando meter el pie al mismo tiempo, en unas botas de charol y cadenas.

Danna, ya vestida y calzada, se dirigió al espejo y, mientras se hacía la raya negra, empezó a sentir el vacío que la ansiedad le provocaba. Intentó respirar profundamente y, a la tercera vez de hacerlo, consiguió calmar el nudo que se formaba en su garganta. Acabó de pintarse a la vez que Char la llamó, des de la cocina. La rubia recogió todas sus cosas, chillando una respuesta, y se encaminó por el austero corredor hacia donde estaba su compañera. Esta, ya lista, bebía rápidamente un vaso de zumo de naranja, apoyada en la encimera de madera oscura. Cuando hubo acabado, rellenó el vaso, se lo tendió a Danna, juntó con un Ibuprofeno y desapareció de la sala con la excusa de hacer una llamada. Sus gritos se oyeron, pocos minutos después. Dan se acercó al pasillo, y espió discretamente a Charlotte, que seguía discutiendo acaloradamente por teléfono. Hablaba en portugués, mezclado con tacos ingleses y expresiones españolas. La rubia pudo entender palabras al azar. El nombre de Javi se repetía demasiadas veces en la conversa como para ser casual, eso, mezclado con otras palabras como muerte y Wild, hicieron que Danna se formara una idea general de lo que iba a pasar.

Fue retrocediendo sigilosamente por el pasillo, y al llegar a la desordenada habitación donde habían dormido, mejor dicho, bebido y reído hasta altísimas horas de la mañana, entró. En ese momento, los pasos de Charlotte recorrieron el distribuidos, y sus morenos rizos asomaron por el marco de la puerta. Su sonrisa era tensa.

- ¿Nos vamos? – dijo.

Danna se levantó y la siguió hasta la puerta de entrada, por encima de la moqueta de tonos rojizos que entapizaba el suelo.

Salieron a la calle desierta. El frío arañó de golpe la cara de ambas. Las nubes, oscuras, tapaban el cielo de otoño. Primero de Octubre. Nueve días para su cumpleaños.

Arrancó la Ducati roja que, impasible ante el frío, respondió de inmediato con un ronco rugido, propio de su marca. A los pocos minutos era una estela roja corriendo por las calles.

Char le dijo que parara delante de un hotel suntuoso, decorado con aires de superioridad, que añadidos al nombre que destacaba en la entrada, escrito en letra dorada, le provocó a Danna la sensación de que se había vuelto pequeña. Bajó de la moto trucada, y siguió a su compañera. Las bambas apenas hacían ruido al andar por la mullida alfombra roja.

El recepcionista las miró a ambas cuando se acercaron al mostrador. Charlotte apoyó el antebrazo tatuado en la encimera de mármol negro y, al levantarse la manga, dejó la W que lucía al descubierto. El chico asintió levemente y con discreción le dio una tarjeta con ribetes dorados, que enmarcaban un número. 3. La morena se la devolvió y, asegurándose que Danna la seguía, se dirigió hacia las escaleras de granito que bajaban. Sus pasos ágiles recorrieron un pasillo después de ellas, flaqueado por puertas regias que se numeraban en placas de chapa oro. Se detuvo delante de la que indicaba el número 3 y respiró hondo, para luego girarse hacia la rubia.

Wild BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora