La preocupación lo corroía por dentro des de que Vivian le dijera que no había podido localizar a Charlotte. La imaginó en mil escenarios distintos, a cada cual más tétrico. La primera hora, intentó calmarse, pensando en el rostro de la morena plácidamente dormida, en una cama de puras sábanas blancas, pero, a pesar de que lo intentó, el miedo de que le hubiera pasado algo acabó destrozando sus nervios y, a la hora y media de haber recibido la llamada de Vivi, se levantó del sillón, dispuesto a ir a casa de Char.
Salió de la habitación de Danna, y un alivio palpable inundó su cuerpo cuando se alejó de aquél ambiente que nadaba en dolor. Respiró el aire puro de la calle y se colocó el casco, para arrancar su deauville y salir zumbando de la puerta del hospital, intentando desesperadamente no superar el límite de velocidad. Cuando llegó veinte minutos después a casa de Charlotte, por su cabeza ya habían pasado una decena de posibles causas por las cuales la morena no habría cogido el móvil. Y no eran, en absoluto, tranquilizantes.
Llamó al timbre de la casa azul, suponiendo que no obtendria respuesta y, aun asi, ansioso por equivocarse en la suposición. Pero no fue así, por lo que saltó la baja verja y, recorriendo rápidamente el jardín, llegó a la puerta. Llamó repetidas veces, pero, como ya había previsto, nadie le abrió. Recordó las palabras pronunciadas, ya hacia meses, por su hermana. La llave de repuesto estaba en la maceta que hacía tres. Esa que no tenía nada de especial, que contenía un par de geranios secos, de hacia ya muchos veranos. Removió la tierra hasta dar con lo que buscaba. Una llave de latón plata.
Se detuvo en frente de la puerta, con la mente llena de dudas. Sabía que lo que iba a hacer no estaba permitido dentro de su banda, y que, si Charlotte resultaba estar durmiendo las probabilidades de que le clavara un cuchillo de cocina en el pecho eran, como mínimo, altas. Eso, en el mejor de los casos.
Pero si, por lo contrario, en aquella casa no había nadie...no, mejor no pensarlo, se dijo.
Y con movimientos firmes, hizo girar la llave silenciosamente en la cerradura.La casa estaba silenciosa, por lo que Javier se coló en ella, y cerró la puerta tras de si sin ninguna clase de ruido. Andó por el pasillo sigilosamente, hasta que se encontró en él la primera pieza de ropa. Era la camiseta. Siguió andando, dejando la habitación y el salón atrás, y, con ellos, los pantalones, calcetines y zapatos. Se agachó para recojer un sujetador de encaje rojo pasión e inmediatamente tuvo que morderse los labios ante la imagen de Charlotte con él puesto. Solo quedaba una pieza de ropa delante suyo. Y estaba delante de una puerta cerrada. Javier sabia que no debía abrir esa puerta, pero ante la idea de ver a Char durmiendo, desnuda bajo las sabanas, su cuerpo lo traicionó y, con delicadeza, abrió la puerta. Y lo que vio le hizo soltar un jadeo.
Charlotte dormía, sí, pero en una bañera de porcelana blanca. Las burbujas que antaño debía de haber tenido el baño se habían disipado por completo, y ahora solo el agua cubría cada centímetro de la piel de la morena. Javier la observó, empapándose de la imagen que tenia ante sus ojos. Pero el deseo se desvaneció al pensar el motivo por el cual no se movía. Con prisa, puso su muñeca a apenas dos centímetros de sus labios rojos. Y, cuando vio que respiraba, él pudo exhalar también el aire que se había contenido en sus pulmones. Metió la mano en el agua, intentando no rozar a la chica que dormía, y comprobó que su pensamiento era correcto. Estaba helada. Temeroso de despertar a Char, pero no dispuesto a dejar que cojiera una pulmonía, Javier la agarró en brazos, intentando desesperadamente no pensar en como se sentía cada curva de la chica pegada a su pecho, y andó con ella por el pasillo para depositarla en la habitación de paredes claras.
Mientras la dejaba en la cama, no pudo evitar perderse en la piel flexible de su cintura, en sus pechos y en como sus caderas se volvían a ensanchar cuando bajaba la mirada.
Intentando recordar como se contaba en español, por octava vez, Javi subió la mirada a su rostro, tentado por el simple placer de ver como Charlotte dormía. Pero encontró dos ojos grandes y con diez mil tonalidades distintas de marrón mirándolo.
Javier se quería morir de vergüenza. Notó como sus mejillas ardían, y fue incapaz de mirarla a la cara. Esperó, pacientemente, que Char le chillara, le amenazara o que incluso lo pegara. Pero no pasó nada de eso. Simplemente, la chica lo observó hasta que Javi tuvo el coraje suficiente como para volver a mirar sus ojos. Y perderse en aquellos pozos oscuros que lo miraban con calidez.
Tuvo que quedarse quieto cuando Charlotte alargó su mano y le rozó la cara, para continuar por su cuello y acabar tironeandolo del pelo, demandandole que acercara a su rostro al de ella . Cuando Javier cedió, sonrió con lentitud, lo volvió a mirar a los iris café y juntó sus labios con los de él.
Ambos quisieron ir lento, quizás por el miedo que se escondía dentro de ellos de que el otro saliera corriendo. Pero, por supuesto, ninguno de los dos lo hizo.Javier recordaría más adelante a Char dormida entre las sabanas, con el brazo rodeándole la cintura desnuda. Y, cada vez que lo hiciera, esbozaría una sonrisa triste, se pasaría las manos por el pelo negro e inhalaria aire profundamente para soltarlo en un suspiro.
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Wild Black
Teen Fiction'' ¿Cuanto estás dispuesta a sufrir por aquello que quieres? '' Esta es una historia sobre los amores de juventud, la calle y aquellas opciones que no nos dejan escoger. " La W en su muñeca" " Te amo, pequeña" " Lo siento muchísimo hermano" " La vi...